Publicada

Quizá estos días te sorprendes haciendo balance sin haberlo decidido. Así, casi sin darte cuenta. Mientras recoges la cocina, conduces, te miras al espejo con prisa... Y sin quererlo, aparece el juicio. Y este enfoca bien fuerte hacia tu cuerpo. Que si has comido peor. Que si te has dejado. Que si en enero, ahora sí, vas a ponerte seria contigo.

Antes de seguir por ahí, para un momento. Respira y pregúntate algo distinto: ¿cómo has llegado hasta aquí? Mirar atrás con compasión no es justificarlo todo ni mirar hacia otro lado. Es atreverte a ver el año completo, no sólo los errores. Cuántas veces empezamos por castigarnos y olvidamos ver la foto completa.

Te animo a reconocer el cansancio que has acumulado, las decisiones tomadas desde la urgencia, los meses en los que sostuviste más de lo que podías. Tu cuerpo (y tu alimentación) no falla: ha respondido a eso. ¿Quizá comiste peor porque estabas agotada? ¿Quizá dejaste de moverte porque no te quedaba energía? ¿Quizá dormiste mal porque tu cabeza no paraba?

Eso también cuenta. Y, sin embargo, al cerrar el año, muchas mujeres sienten que toca compensar, corregir, castigar... Como si el cuerpo fuera el lugar donde pagar las facturas emocionales del año. Especialmente en estas fechas, la culpa suele tener forma de comida. Como si unas semanas definieran quién eres o cómo te cuidas.

Pero alimentarse no es un examen. Y celebrar no es perder el control. Romper rutinas no es un fallo. Mirar a tu cuerpo con amor implica dejar de verlo como un proyecto inacabado. Empezar a verlo como un aliado. Un sistema que ha estado ahí todo el año, incluso cuando tú estabas cansada, desbordada o desconectada.

Y desde ese lugar mucho más amable, es posible mirar al futuro con entusiasmo. Quizá este año no necesitas propósitos rígidos ni listas interminables. Quizá el verdadero propósito para 2026 no tenga que ver sólo con el cuerpo físico, sino también con tu mente, tu energía y tu sistema nervioso.

Dormir un poco mejor. Comer con menos ruido mental. Moverte para sentirte fuerte, no para castigarte. Escuchar el cansancio antes de que se convierta en agotamiento.

Una mirada integrativa es entender que la salud no va de hacerlo todo perfecto, sino de sentirte sostenida. Que la digestión mejora cuando hay calma. Que el hambre se regula cuando hay descanso. Que el cuerpo responde mejor cuando la mente deja de estar en guerra con él.

Cuídate por dentro tanto como por fuera. A continuación, un ejercicio para cerrar el año y crear un 2026 más saludable. Antes de pensar en qué quieres cambiar, te propongo algo distinto: entenderte. Busca un rato tranquilo, papel y bolígrafo, y respóndete con honestidad, sin corregirte.

Imagen de archivo de una mujer relajándose al aire libre. iStock

¿Qué te ha quitado energía este año? Personas, rutinas, exigencias, horarios, pensamientos recurrentes. No juzgues la respuesta. ¿Qué te la ha devuelto, aunque fuera un poco? Momentos pequeños: caminar, cocinar tranquila, dormir una siesta, reírte, comer en paz. ¿En qué momentos tu cuerpo te pidió parar y no le escuchaste?

Aquí no hay culpa. Sólo información valiosa. ¿Qué hábito te gustaría cuidar en 2026 no por disciplina, sino por cariño? Tus horas de descanso, tu desayuno, tu pilates semanal. Si tu cuerpo pudiera pedirte una sola cosa para el próximo año, ¿cuál sería?

Este ejercicio no es para marcarte objetivos. Es para conocerte mejor. Cuando entiendes qué te agota y qué te sostiene, el cuidado deja de ser una obligación y se convierte en algo natural. Cerrar el año con compasión es un acto profundamente transformador. Abrir el siguiente con ilusión, también.

No se trata de empezar enero corrigiéndote, sino de empezarlo acompañándote. Porque cuando te miras con amor, el cuerpo y la mente dejan de ir en direcciones opuestas.