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Para disfrutar de una buena salud mental, es importante comprender la forma en la que se comporta nuestro cerebro y cómo percibe todo lo que sucede a nuestro alrededor, con expresiones que pueden generar un cambio en nuestra manera de pensar.

El doctor Mario Alonso Puig (@marioalonsopuig) asegura que el cerebro es un cerebro hipersocial, que está constantemente leyendo lo que pasa en la cara, porque en la cara se refleja nuestro mundo emocional.

Explica que una persona que tiene miedo por algo no va a estar sonriendo, ni una que está disfrutando con un rostro serio, y a través de la cara se puede obtener mucha información, no como otras partes del cuerpo, como los brazos o las piernas.

A través de la cara se pueden apreciar muy bien los sentimientos que tiene una persona, y el experto habla de dos tipos de sonrisa haciendo referencia a un descubrimiento de Duchenne, que era un neurólogo muy interesado en este tipo de asuntos y que trabajaba con campos eléctricos.

Mario Alonso Puig habla de una sonrisa a través de la cual tiran los músculos de ambos lados del rostro, que puede ser una sonrisa totalmente falsa, mientras que hay otra sonrisa que no se puede fingir porque depende de los orbiculares de los ojos.

Sobre esta última recalca que “salvo que seas un gran actor o una gran actriz, no engañas”, pero el cuerpo lo reconoce. A pesar de que pueda ser una sonrisa falsa, el doctor recalca que el cerebro capta esa posición de los músculos, que corresponde a una situación de alegría.

Cuando se produce este caso, es un momento en el que se produce cierto conflicto, ya que uno no se siente contento, pero la cara refleja otra cosa. Y advierte que, “si mantienes la sonrisa, llega a cambiarte el sentimiento”.

¿Cómo procesa el cerebro las caras?

Los seres humanos estamos muy preparados para ser capaces de reconocer la información social obtenida a partir de los rostros, y no solo la que tiene que ver con la identidad facial, como la edad o el sexo, sino también la emoción expresada por los mismos.

Esta habilidad para poder interpretar las caras de otras personas es un elemento básico de la interacción social humana, que se fija en las caras que son uno de los primeros estímulos que se reciben al nacer. Desde el punto biológico, psicológico y social es, a nivel visual, lo más significativo para los seres humanos.

El estudio de pacientes con lesiones o disfunciones cerebrales ha dejado claro el importante impacto que tiene a nivel social, que aparecen cuando se presentan dificultades a la hora de procesar las caras.

El hecho de no tener capacidad para reconocer rostros por un motivo u otro puede llevar a ocasionar serias limitaciones en la comunicación con otras personas, contribuyendo al aislamiento y afectando de una forma directa a la calidad de vida.

Para dar explicación a este fenómeno se han desarrollado distintos modelos neurocognitivos acerca del procesamiento de caras, como el desarrollado por Haxby, Hoffman y Gobbini (2000), que sugiere que la información de los rostros se procesa de manera distribuida mediante dos sistemas independientes a nivel funcional.

El sistema central, por su parte, parece estar implicado en el procesamiento de las características básicas de la identidad y de los gestos faciales. Así, tras generarse una representación inicial de la cara, el procesamiento de la identidad y las expresiones faciales emocionales toman dos caminos independientes.

El procesamiento de los rasgos de identidad facial se centra en la percepción de características invariables de la cara, mientras que las expresiones faciales emocionales requieren la percepción de sus aspectos variables. En ambos análisis participa la corteza occipital inferior generando la representación inicial de la cara.

¿Qué pasa en el cerebro al sentir emociones?

Más allá de observar las emociones de los demás y que sean procesadas por nuestro cerebro, hay que tener en cuenta que este último es el centro de control de todas nuestras emociones. Cuando experimentamos alguna situación que nos afecta, nuestra mente se activa.

Ante una situación de miedo, ira o sorpresa, se activa la amígdala, que actúa a modo de “sensor de alerta” emociones, mientras que, si sentimos felicidad, lo hace una parte diferente del cerebro, pues es el córtex prefrontal el que está más involucrado.

Nuestras emociones surgen como consecuencia de un conjunto de señales que nuestro cerebro recibe del cuerpo y del entorno que nos rodea. Las emociones son reacciones naturales que nos ayudan a afrontar diferentes situaciones.

El problema al respecto es que, en ocasiones, cuando no se sabe gestionar, se puede reaccionar de una forma impulsiva y desproporcionada, lo que puede llevar a que se empeore la situación.

Por otro lado, es importante entender que existen diferencias entre pensamientos, sentimientos y emociones, ya que muchas veces están conectados. Los pensamientos son ideas que pasan por nuestra cabeza en un determinado momento.

El sentimiento, por su parte, es una sensación que puede durar un poco más de tiempo, como la tristeza que pueda venir dada por una experiencia que no ha salido del todo como se esperaba. Las emociones son respuestas inmediatas y automáticas.

Es habitual que estas tres experiencias sensoriales y cognitivas se combinen, y es por ello por lo que, en ocasiones, es posible que llegue a existir cierta confusión.