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Durante años, María Amador convivió con un peso que no le hacía sentirse cómoda. Aunque siempre había cuidado su alimentación "a medias", la realidad es que ciertos hábitos alimenticios, aparentemente inofensivos, estaban impidiendo que viera resultados reales.

Hasta que un día decidió hacer un cambio que, según sus propias palabras, "le dio la vuelta por completo a mi cuerpo y a mi salud": eliminar un tipo concreto de quesos de su dieta.

María, conocida en redes sociales por sus recetas saludables y entrenamientos, recuerda perfectamente el momento en el que decidió dar el paso. "Hace 2 años, cuando perdí casi 12 kilos, eliminé estos quesos de mi dieta y los sustituí por otros que son una buena fuente de proteína", cuenta.

No se trataba de un rechazo al queso en general, de hecho, ella misma asegura que es algo que sigue comiéndolo casi a diario, sino de aprender a diferenciar cuáles le aportaban beneficios reales y cuáles estaban llenos de ingredientes innecesarios que dificultaban su objetivo de perder peso.

Pero, como muchas personas, María creía que todo lo que llevaba la palabra “queso” en la etiqueta era un alimento natural. Pero no es así. Muchos de los productos que se venden en supermercados como "queso rallado", "queso fundido" o "especialidad láctea" contienen apenas un pequeño porcentaje de queso real. El resto está compuesto por mantequilla, almidones modificados, aceites vegetales refinados y sales de fundido.

Estos ingredientes no solo reducen la calidad nutricional, sino que incrementan la cantidad de calorías vacías y grasas de baja calidad, dificultando el control de peso y provocando picos de saciedad muy cortos. "El problema no es comer queso, sino elegir el equivocado", advierte la influencer.

Aprender a leer las etiquetas

Uno de los cambios que marcó la diferencia para María fue convertirse en una "detective" del etiquetado. Aprendió a buscar listas de ingredientes cortas y claras: leche pasteurizada, cuajo, fermentos lácticos y sal. Nada más.

Al eliminar los quesos ultraprocesados y optar por opciones más naturales, consiguió mantener el aporte de proteínas y grasas saludables sin el exceso de aditivos. Y eso, sumado a un plan de ejercicio moderado, fue lo que aceleró su pérdida de peso.

No obstante, la influencer sí recomienda otros quesos a los que no ha renunciado para perder peso. De hecho, en su nevera siempre hay:

  • Mozzarella fresca (solo con leche, cuajo y fermentos lácticos).
  • Havarti light, por su buena relación de proteína y grasa.
  • Queso feta, ideal para ensaladas.
  • Cheddar y gouda en versiones puras, sin aditivos.

Estas variedades, consumidas con moderación, aportan energía sostenida, proteínas de alto valor biológico y vitaminas liposolubles que favorecen el metabolismo.

Las grasas saludables en la pérdida de peso

Aunque durante años se demonizó la grasa, la evidencia científica actual (incluyendo estudios de la Universidad de Harvard) confirma que las grasas saludables no solo no engordan por sí mismas, sino que ayudan a controlar el apetito y mejorar la composición corporal.

En el caso de María, sustituir grasas de mala calidad por las presentes en quesos de calidad, frutos secos o aguacate, supuso un cambio radical en sus niveles de energía y saciedad. "Pasé de tener hambre cada dos horas a sentirme saciada durante toda la mañana", explica.

Perder casi 12 kilos fue el resultado visible, pero María asegura que lo mejor ha sido la mejora en su bienestar general: más energía, mejor digestión, menos hinchazón abdominal y una piel más luminosa.

En su rutina actual combina:

  • Desayunos ricos en proteína (yogur natural sin azúcar con fruta y frutos secos).
  • Comidas completas con verduras, proteínas magras y grasas saludables.
  • Cenas ligeras, a menudo con ensaladas, cremas de verduras o un poco de queso natural con tomate y orégano.
  • Además, entrena fuerza tres veces por semana y camina al menos 8.000 pasos al día.

El caso de María demuestra que para perder peso no es necesario seguir dietas extremas ni eliminar todos los alimentos que nos gustan. La clave está en elegir versiones de mayor calidad de los alimentos que ya consumes; leer etiquetas para evitar productos ultraprocesados disfrazados de saludables y mantener un balance entre proteínas, grasas saludables y carbohidratos de calidad. Por supuesto, ser constante y no esperar resultados de un día para otro es parte de este proceso.