Publicada

Antes de nacer ya era conocida, por lo que la apariencia de Tamara Falcó ha estado sometido a escrutinio a lo largo de toda su vida. Sin duda, uno de los rostros más mediáticos del panorama español.

La hija de Isabel Preyler y el fallecido marqués de Griñón, Carlos Falcó, recientemente sorprendía al abrirse en canal sobre un tema del que pocas celebrities se atreven a tratar con tanta franqueza: su aumento de peso.

La diseñadora y actual marquesa de Griñón confesó que llegó a engordar 20 kilos en un corto periodo de tiempo debido a una mezcla explosiva de estrés emocional, encierro, y una alimentación desordenada basada "solo en filetes y tortilla de patatas".

Con 43 años y una imagen pública muy cuidada, Tamara ha demostrado que detrás de cada sonrisa en televisión o cada posado en una alfombra roja, hay una historia más compleja.

Su testimonio, lejos de alimentar los estándares irreales de perfección, lanza un mensaje muy humano y necesario como es la salud mental es la base del bienestar físico.

La cara menos visible del estrés

Fue durante una visita al programa El Hormiguero cuando Tamara desveló por primera vez este capítulo íntimo de su vida.

"Me eché encima casi 20 kilos", dijo sin rodeos, mientras recordaba una etapa en la que el estrés y la tristeza la tenían completamente bloqueada. Su madre, Isabel Preysler, llegó a decirle: "No te veo los ojos, no sonríes".

En aquella época, marcada por el duelo tras la muerte de su cuñado Jaime Carvajal y numerosos cambios personales, Tamara se refugiaba en casa.

"Tenía muchísimo estrés emocional, no salía y solo comía filetes y tortilla de patatas", explicó. La comida, en su caso, se convirtió en un refugio. El aumento de peso fue solo un síntoma visible de un problema más profundo: la desconexión emocional y la ansiedad acumulada.

El cambio empezó en su interior

Contrario a lo que muchos podrían imaginar, su transformación no comenzó con una dieta milagro ni con sesiones maratonianas de gimnasio.

Tamara lo tiene claro: el primer paso fue volver a salir a la calle. Recuperar la rutina, poner el cuerpo en movimiento y reencontrarse con la vida cotidiana fueron claves para que comenzara a sentirse mejor.

"Hay que encontrar lo que te funciona", señala con firmeza. En su caso, una combinación de alimentación consciente, deporte moderado y visitas a una clínica especializada le ayudaron a recuperar no solo su figura, sino también su vitalidad y autoestima.

¿Por qué el estrés nos hace engordar?

El testimonio de Tamara no es un caso aislado. El estrés crónico es uno de los grandes culpables silenciosos del aumento de peso. Cuando el cuerpo está bajo presión constante, libera cortisol, la hormona del estrés. Este compuesto, en exceso, puede:

  • Aumentar el apetito, especialmente por alimentos ricos en grasas y azúcares.
  • Favorecer la acumulación de grasa, especialmente en la zona abdominal.
  • Alterar el sueño, lo que a su vez afecta a las hormonas del hambre (leptina y grelina).
  • Disminuir la motivación para hacer ejercicio.
  • Ralentizar el metabolismo.

En definitiva, el estrés crea un cóctel perfecto para ganar peso y lo peor, sin que nos demos cuenta hasta que ya es evidente.

Qué es el hambre emocional

Durante esa etapa difícil, Tamara no comía por hambre física, sino por lo que los expertos llaman hambre emocional. Una necesidad de consuelo que se canaliza a través de la comida. Filetes y tortilla de patatas se convirtieron en su refugio cotidiano.

¿El problema de esto? Que ese tipo de alimentación repetitiva, rica en calorías, pero pobre en nutrientes, alimenta el círculo vicioso: más cansancio, más apatía y más deseo de comer para tapar el malestar.

La solución real no es otra que cuidar la mente y reconectar con el cuerpo. Para superar esa etapa, Tamara apostó por un enfoque integral. No se trata de magia, sino de aplicar hábitos sostenibles con cabeza y corazón:

  • Identificar el problema: Reconocer que lo que necesitaba no era una dieta restrictiva, sino gestionar su estrés.
  • Buscar ayuda: Acudir a profesionales, tanto de la salud física como emocional.
  • Moverse sin presión: Hacer ejercicio no para castigar al cuerpo, sino para reconectar con él.
  • Alimentarse desde la conciencia: Elegir mejor, sin obsesiones, sin prohibiciones, pero desde el amor propio.

El caso de Tamara Falcó es el reflejo de lo que muchas personas viven en silencio. Por eso, aquí van algunos consejos prácticos que pueden ayudarte si estás atravesando una etapa parecida:

  • Dale nombre a lo que sientes: Identificar tus emociones te ayuda a tomar distancia. Pregúntate: ¿tengo hambre física o emocional?
  • Come con atención plena: Mastica despacio, apaga las pantallas y escucha tu cuerpo. Te sorprenderás de lo que puede decirte.
  • Haz pausas activas durante el día: No necesitas una hora de gimnasio. A veces, basta con caminar 10 minutos o estirarte cada dos horas.
  • Busca apoyo si lo necesitas: Un psicólogo o terapeuta puede ayudarte a gestionar lo que no sabes cómo enfrentar sola.
  • No te castigues: Subir de peso no es un fracaso. Es una señal de que algo necesita ser escuchado dentro de ti.

A día de hoy, Tamara ha conseguido recuperar su figura, pero lo más importante es que ha recuperado su alegría.

Su valentía al compartir esta etapa nos inspira a mirar nuestro propio reflejo con menos juicio y más compasión. Porque sí, se puede volver a brillar después de un mal momento.