Sophie Fernández
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Uno de los conceptos de salud más extendido es que los antihistamínicos tienen un impacto directo sobre un factor básico de nuestro bienestar: el sueño. ¿Pero qué hay de cierto en que todos afectan por igual al cuerpo?

Para entenderlo, y despejar cualquier duda, conviene primero saber para qué se utilizan. La nutricionista Boticaria García nos recuerda que actúan sobre la histamina, cuyos cometidos en el organismo son numerosos.

Esta molécula cuenta con dos funciones: una muy buena, que consiste en mantenernos despiertos. Otra, menos buena, que es provocar picor de ojos, goteo de nariz, enrojecimiento de la piel, etc. ante un proceso alérgico. Para llevar a cabo cualquiera de las dos funciones, la histamina debe unirse a unos receptores llamados H1.

Para neutralizarla, se han desarrollado los antihistamínicos que funcionan 'estorbando'. Tal y como recuerda la experta, cuando el fármaco circula por sangre hasta el cerebro, también se acopla allí a los receptores H1, impidiendo a la histamina su unión y, por tanto, su función de mantenernos despiertos. Utilizándolos, se puede acabar con la responsable de los síntomas de la alergia, pero también, por ende, provocar somnolencia. Aun así, en la actualidad, gracias a los avances científicos, no todos actúan por igual.

Tipos de antihistamínicos

La clave está en la barrera hematoencefálica. Es una especie de aduana que recubre el cerebro y que no deja pasar muchas sustancias para protegernos. Los antihistamínicos de primera generación podían saltarse esa barrera, entraban al cerebro y nos dejaban K.O.

Pero los de segunda y tercera remesa ya están diseñados para neutralizar la histamina de los síntomas de la alergia, pero no tocar la que nos mantiene en vigilia.

Según Boticaria, existen fármacos que no dan sueño e incluso son compatibles con el alcohol. Hay disponibles algunos publicitarios (Reactine -cetirizina-, Clarytine -loratadina-) para los que no se necesita receta. Aunque no son los de la Champions League, en muchas personas no provocan somnolencia y pueden ser una solución aceptable.

¿Por cuál apostar?

No todos, por lo tanto, son válidos para cualquier momento del día. La nutricionista recomienda los de primera generación si vas a quedarte en casa. Pueden provocar cierta somnolencia, sin impacto mayor. El efecto sedante es tal, que algunos se utilizan precisamente para descansar tomándolo de noche.

Si tu plan es salir, estudiar, conducir, trabajar, o hacer cualquier tipo de actividad, los antihistamínicos de segunda generación son tus aliados. Llegan al sistema nervioso central, pero en menor medida que los anteriores y, por tanto, no dan prácticamente sueño.

Si aun así no quieres arriesgar, apuesta por los de tercera. Son parecidos a los anteriores, pero con ciertas variaciones. No resultan más efectivos, pero se minimizan sus efectos secundarios. Eso sí, en caso de embarazo y lactancia, está desaconsejado el uso de cualquiera de ellos, sobre todo durante las ocho primeras semanas.

Por lo tanto, ya no se puede afirmar que todos los antihistamínicos actúan de la misma manera. Como siempre, ante la duda, la experta recomienda consultarlo con un médico para evitar autodiagnósticos y posibles peligros.