La OMS determina que la inactividad física es uno de los principales factores de riesgo de mortalidad por enfermedades no transmisibles. Llevar una vida activa es, por consiguiente, sinónimo de salud.
Mantenernos en movimiento no solo implica la práctica de un deporte concreto o acudir al gimnasio un par de veces por semana, requiere elecciones conscientes diarias que prioricen la acción: evitar el ascensor, utilizar las escaleras, caminar, usar la bicicleta como medio de transporte… y limitar las horas que pasamos sentadas en una silla.
Todo suma en la misión de alcanzar una salud brillante. "No hay umbral mínimo" refiere Boticaria García. Pero los beneficios no serán iguales para todos, en palabras de la experta, "si le damos cariño a las células musculares, nos devolverá amor con creces".
Beneficios del ejercicio físico
Practicar ejercicio físico no solo consigue que tengamos una figura más atlética y estilizada; sus beneficios sobre la salud son, a largo plazo, la razón que nos impulsará en cada entrenamiento.
La Clínica Mayo ha llegado a determinar hasta siete beneficios, entre los cuales destacan la mejora del estado de ánimo, por la liberación de endorfinas; el aumento de energía y un mejor descanso; puede ayudar a recuperar la líbido; y, además, ayuda a controlar el peso y reducir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Además, la práctica deportiva y la actividad física nos hará mejorar nuestra forma física, ayudándonos a ganar fuerza y resistencia muscular, resistencia cardiorrespiratoria, flexibilidad y coordinación. Aptitudes necesarias para el desempeño de una vida funcional.
La dosis mínima
El lema de la OMS es "todo movimiento cuenta". Sin embargo, como recuerda Boticaria García, "el que siembra poco, cosecha poco". Con el miocito, las células que componen el tejido muscular, ocurre exactamente lo mismo. Si dedicamos el mínimo cuidado a su mantenimiento a través de la actividad física regular, este crecerá menos.