Aunque parece que queda mucho tiempo para que Leonor cumpla con el papel futuro que tiene grabado en su destino, lo cierto es que, con la mayoría de edad, la princesa de Asturias ya puede empezar a lucir algunas joyas. Eso sí, en ningún caso aquellas que están destinadas únicamente para las reinas de España, es decir, las joyas de pasar.
Si algo ha quedado claro ya es que Leonor de Borbón y Ortiz es el futuro de la monarquía. Esta joven, que acaba de embarcarse en una de las mayores aventuras de su vida, su travesía durante seis meses en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, está llamada, si todo sigue el plan establecido, a ser la soberana de todos los españoles.
Cuando la primogénita de los reyes Felipe VI y Letizia se convierta en la primera jefa de Estado en la historia de la democracia española seguramente se celebre una ceremonia cargada de simbolismo visual y protocolo. En eventos de tal relevancia, las joyas que lucen las figuras reales no son meros adornos; son símbolos del legado, la tradición y el linaje.
Será entonces cuando Leonor de Borbón pueda portar alguna de las piezas más emblemáticas de la Familia Real española, las joyas de pasar, una colección llena de historia y valor emocional que ha sido transmitida de generación en generación.
¿Qué son las joyas de pasar?
El término "joyas de pasar" se refiere a un conjunto de piezas excepcionales que la reina Victoria Eugenia, consorte de Alfonso XIII, reunió a lo largo de su vida y que destinó, mediante testamento, a las reinas de España. Este legado incluye una diadema, varios collares, dos broches, un par de pulseras y unos pendientes que no solo representan un valor económico incalculable, sino también una profunda conexión con la historia de la monarquía.
Victoria Eugenia estipuló que estas joyas debían permanecer en manos de las reinas de España, asegurando así su continuidad en la Familia Real. Según su testamento, las piezas debían pasar a su hijo Juan, conde de Barcelona, con la intención de que las transmitiera a su nieto, Juan Carlos I, y, posteriormente, a las futuras reinas de España. Este gesto buscaba garantizar que las joyas no se dispersaran y fueran un símbolo de los Borbones.
El legado de Victoria Eugenia pasó de la reina Sofía a la reina Letizia en 2014, tras la proclamación de Felipe VI. Ahora, como marca la tradición, está previsto que estas joyas sean heredadas por Leonor cuando sea reina, perpetuando así un vínculo único entre las generaciones de mujeres que han representado a la monarquía. Estas son todas las piezas:
1. El collar de perlas
La reina Letizia lució el collar de perlas de Isabel II en la Pascua Militar de este año.
El collar de perlas ha sido el primer protagonista de este 2025, ya que la reina Letizia lo lució en el acto que inaugura el año: la Pascua Militar del 6 de enero. Se trata de la joya más valiosa del joyero real y es, nada más y nada menos que el regalo de pedida que le hizo Francisco de Asís de Borbón a la reina Isabel II de España en 1846.
Años después, el rey Alfonso XIII impidió que saliese a subasta comprándolo para su esposa, la reina Victoria Eugenia, a quien se lo regaló en 1906. Esta pieza, llena de historia y solemnidad, es parte de esas joyas que pasaran del joyero de Letizia al de su hija, la princesa de Asturias.
2. La diadema Flor de Lis
También conocida como la diadema de lises, es la pieza más emblemática de las joyas de pasar. Es, sin duda, la tiara más lujosa del joyero real. La reina Victoria Eugenia se refería a ella como "la tiara buena". Encargada por Alfonso XIII a la casa Ansorena a principios de 1906 como regalo de bodas para Victoria Eugenia, esta diadema es un símbolo de la dinastía borbónica, ya que las flores de lis forman parte de su emblema.
Su dueña original la lució el día de su boda como símbolo de su unión con España. Se cuenta que la monarca británica era una figura de gran influencia entre los demás soberanos de Europa, quienes intentaron sin éxito replicar esta delicada pieza, que fue un éxito entre los royals de la época.
Al observar distintas fotografías a lo largo del tiempo, se nota que ha sufrido ligeras modificaciones para adaptarse a las tendencias de cada etapa, aunque son sutiles y solo para hacerla aún más solemne.
La reina Letizia con la tiara de la Flor de Lis
Los cambios más destacados han sido el del ancho de la pieza y la incorporación de algunos diamantes en la parte central, un encargo que la propia reina Victoria realizó a la joyería Cartier a mediados de su reinado, según los registros, "para que se viera aún más espectacular".
Tras lucirla por última vez en la boda de su nieta, la infanta Pilar (hermana del Rey Juan Carlos) y tras su fallecimiento, la esposa de Alfonso XIII dejó en herencia la tiara a su nuera, María de las Mercedes de Borbón y Orleans. Su nueva dueña la llevaría durante la coronación de Isabel II de Inglaterra en 1953.
Más tarde, durante su exilio en Portugal, la esposa de don Juan de Borbón guardaría la diadema con gran cuidado. No sería hasta la investidura de su hijo, el rey Juan Carlos, cuando la joya reaparecería en público.
Ya en posesión de la reina Sofía, la tiara volvió a brillar como antaño. La esposa de Juan Carlos la utilizó en eventos muy señalados y en visitas al extranjero. De forma significativa, la eligió como símbolo para cerrar una etapa: la última vez que la reina emérita la lució fue el 9 de junio de 2014, en la última cena de gala que protagonizó como reina consorte. Desde entonces, es la reina Letizia quien ha comenzado a usarla. La primera vez, en febrero de 2017.
La esposa de Felipe VI ha respetado la tradición de su suegra y ha utilizado la tiara en ocasiones excepcionales, principalmente durante viajes al extranjero. Generalmente, la combina con los pendientes de chatones, que también pertenecieron a la reina Victoria Eugenia, junto con un broche en forma de flor de lis que fue un regalo del rey Felipe en el séptimo aniversario de su boda.
3. El collar de chatones
La reina Letizia, fotografiada por Annie Leibovitz, luce el collar de chatones.
Se trata de otro de los regalos que Alfonso XIII hizo a su esposa con motivo de su boda. Este collar Rivière, en su origen, estaba compuesto por 30 diamantes de corte brillante, tallados en forma redonda y engastados al estilo ruso con garras de platino.
El chatón, o bisel, no es una gema en sí misma, sino un tipo de engaste que consiste en un aro de metal que rodea la piedra y se pliega ligeramente sobre ella, permitiendo que la longitud de la pieza pueda ser ampliada o reducida con facilidad. A Victoria Eugenia le gustaban tanto los chatones que su esposo se los regalaba de par en par para conmemorar sus cumpleaños y otras fechas importantes, como la Navidad.
La joya, también obra de la casa Ansorena, llegó a alcanzar tal longitud que podía rodear la cadera de la reina, transformándose en lo que se conoce como un sautoir. Durante el exilio, que emprendió en abril de 1931, la soberana decidió dividir el collar en dos partes.
En su madurez, tenía por costumbre lucir ambos collares juntos en los actos de gala, uno más largo y otro más corto. Un ejemplo de ello fue durante la cena previa a la boda de la infanta Pilar, su nieta, celebrada el 4 de mayo de 1967 en el hotel Estoril Sol de Lisboa. El collar más largo, compuesto por 38 chatones, fue heredado por María de las Mercedes de Borbón, quien no lo utilizó a menudo, y posteriormente pasó a manos de la reina Sofía.
Letizia ha lucido el collar chatones en tres ocasiones. La primera fue en Japón, durante la entronización de Naruhito, el 22 de octubre de 2019. La segunda, en la cena de gala celebrada en el Palacio Real con motivo de la visita de Estado del presidente de Italia, Sergio Mattarella, en 2021. Y la última, para el retrato que le hizo Annie Leibovitz para el Banco de España y que conocimos hace pocas semanas. La pieza lució de forma impecable con look firmado por Balenciaga para esta imagen para la historia.
4. Pendientes de chatones
Primer plano de la reina Letizia llevando los pendientes de chatones del lote de joyas de pasar.
Es cierto que Letizia tardó mucho en ponérselos por primera vez, pero parece que desde que lo hizo, se han convertido en sus favoritos para los momentos importantes. Su primera dueña fue, de nuevo, la reina Victoria Eugenia.
Según cuenta la leyenda, durante el exilio, la reina Isabel II se vio obligada a desprenderse de las más importantes alhajas de la corona española, dejando el joyero real bastante desvalijado.
Su nieto, Alfonso XIII quiso revertir esa situación y, aunque su historia de amor con Victoria Eugenia estuvo marcada por el drama, lo cierto es que a su esposa nunca le faltaron grandes joyas que el Rey fue comprando para hacerla feliz. Estos pendientes son parte del collar de chatones que, antes de partir de España hacia el exilio, la abuela de Juan Carlos I dividió en dos piezas. Como seguían siendo muy grandes, dos chatones o diamantes, su usaron para crear estos increíbles pendientes.
La reina Letizia los ha lucido en múltiples ocasiones, y también fueron llevados por la infanta Cristina en su boda con Iñaki Urdangarin. De hecho, la primera vez que la actual Reina lució los pendientes Chatones coincidió con el día en el que salió la sentencia de cárcel del Caso Nóos que condenaba a siete años de prisión a su excuñado, Iñaki Urdangarin.
5. Las pulseras gemelas
La reina Letizia con las pulseras gemelas de Cartier del joyero de pasar.
Dos de las piezas más impresionantes del lote de pasar son los brazaletes de diamantes idénticos, con un diseño moderno que nunca pasará de moda. Estas pulseras tienen su origen en una pequeña tiara que Alfonso XIII regaló a su esposa como parte de los obsequios de boda en 1906. Durante mucho tiempo, se pensó que Cartier fue la firma encargada de diseñar esta pieza, pero recientemente se ha confirmado oficialmente que la maison francesa no participó en su creación.
La casa que diseñó la coronita original fue Bulgari, y también se encargó de transformarla en dos pulseras con las mismas piedras. Esta teoría cobra sentido al observar la icónica pulsera Serpenti de la firma, cuyo diseño guarda cierto parecido con las pulseras gemelas favoritas de la reina Letizia.
Sin embargo, no está del todo claro el proceso de transformación de la corona en los brazaletes. Todo apunta a que fue tras el fallecimiento de Alfonso XIII, en 1941, cuando la reina Victoria Eugenia recurrió a la casa italiana para llevar a cabo esta modificación.
En ese momento, con la Casa Real exiliada y sin perspectivas inmediatas de regresar a España, no había actos donde lucir la corona, por lo que la Reina habría optado por convertirla en las pulseras que conocemos hoy.
6. Las perlas de la Chata
Estos cuatro hilos de perlas reciben su nombre porque podrían haber pertenecido a la infanta Isabel conocida como la Chata, primogénita de la reina Isabel II. Se desconoce en qué momento la infanta, gran aficionada a esta piedra preciosa, se los podría haber regalado a Victoria Eugenia. Probablemente se los dejase en herencia tras su muerte el 23 de abril de 1931.
La reina Victoria Eugenia llevaba tres filas de perlas gruesas en el bautizo de don Felipe, la única vez que pisó España en 1968 durante su exilio, por lo que se cree que la pieza se puede dividir en sus cuatro partes.
7. Broche de perla gris
La reina Letizia con el broche del joyero de pasar durante la Pascua Militar de 2019.
La protagonista de este alfiler es, sin duda, la gran perla que tiene en el centro y otra perilla que perteneció a la infanta Isabel. Al parecer, esta pieza tuvo en el pasado, un tamaño bastante mayor. Este broche fue el elegido por la reina Victoria Eugenia para lucirlo en la cena previa a la boda de su nieto Juan Carlos con la entonces princesa Sofía de Grecia en Atenas.
María de las Mercedes de Borbón y Orleans prefería uno de estructura similar que recibió como regalo de boda de mano de Alfonso XIII y que había pertenecido a su madre, la reina María Cristina, aunque también utilizó el de la infanta Isabel, generalmente sin la perilla colgante. La reina Sofía lo llevó en la boda de la infanta Elena, además de en numerosas cenas de gala. Letizia lo lució por primera vez durante la Pascua Militar de 2019.
Un legado para el futuro
La princesa Leonor ha comenzado a asumir mayores responsabilidades como heredera al trono y también se convierte en la receptora de un legado único. Las joyas de pasar no son simplemente adornos, sino un símbolo tangible de la continuidad, el deber y la tradición de la monarquía española.
Felipe y Letizia boda
Sin embargo, su madre todavía la considera joven para lucir alguna de las grandes piezas que ella lleva con mucha naturalidad. Tendremos que esperar un poco para verle lucir los chatones o las pulseras gemelas, aunque lo primero que hará, y probablemente será en su primera cena de gala en el Palacio Real, será lucir una de las tiaras. Seguro no será la de la Flor de Lis, demasiado historiada, pero para su debut sería perfecta la diadema bautizada como la prusiana, la misma que escogió su madre para su boda y para su primera puesta de largo en el Palacio Real de Madrid, ya como princesa de Asturias en 2004.
Con cada una de estas piezas, Leonor llevará consigo una parte de la historia de su familia y de España, representando la unión entre el pasado y el futuro de la institución. Este legado no solo refuerza su identidad como futura reina, sino que también la conecta con las mujeres que, antes que ella, han desempeñado un papel crucial en la historia de la monarquía. A medida que Leonor avanza hacia esta nueva etapa, las joyas de pasar simbolizan la fuerza y la resiliencia de una tradición que sigue viva, lista para adaptarse a los desafíos de un mundo en constante cambio.