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A veces parece que para entender el lenguaje de la Generación Z hay que ir más allá de una mera conversación y mimetizarse con ellos en su terreno de juego. Este, en la mayoría de casos, se aleja de los bancos que acogían a los millennials durante su adolescencia y su joven adultez. Tiene poco de físico y mucho de digital. Su recreo, el lugar en el que hacen vida, se encuentra en internet.

Entrar en Instagram o TikTok es una buena forma de nutrirse para ver cómo conciben el mundo: desde tendencias de moda hasta los bailes del momento, pasando por los cantantes que sí hay que tener en el radar. Sin embargo, sus charlas en este ámbito van más allá de cosas triviales.

Una de las últimas apuestas de esta hornada de jóvenes trata sobre el consentimiento y su interpretación del mismo. Ahora, es habitual ir haciendo scroll bajo estos términos de búsqueda y encontrar vídeos de chicas que tientan a sus perros con algunas de sus recompensas favoritas, desde lonchas de jamón hasta chuches caninas.

¿Qué pretenden con estos segundos de grabación? Demostrar que ni siquiera un animal, si está bien educado, cede ante supuestas tentaciones. ¿Cómo se extrapola esta idea a la relación entre mujeres y hombres? Encuentra su símil en esas devastadoras y anacrónicas afirmaciones del tipo "es que lo estaba buscando", "¿has visto cómo iba vestida?", "me estaba provocando"...

Esta propuesta de la Generación Z para explicar algo así, verdaderamente estriba en un par de detalles tan básicos como importantes: la educación y cómo se interpretan los vínculos sexo-afectivos en la actualidad por los más jóvenes.

No obstante, estos vídeos dejan muchas preguntas abiertas, como, por ejemplo, si los nacidos a partir de mediados de los 90 tienen más claros estos conceptos o si es simplemente una ilusión.

El consentimiento

En ellos, de forma más o menos consciente, se habla de ese instinto animal que es el que facilita según qué pulsiones, y cómo se puede controlar. Si un ser que no es racional puede, un hombre también.

Sin embargo, hay que tener claro que, precisamente, el sexo es algo totalmente básico y natural, teniendo en cuenta que su finalidad principal es la reproducción. Pero claro, también lo mueve la búsqueda del placer y del amor. De una conexión que vaya algo más allá, al menos durante el tiempo que duren este tipo de uniones.

"En la Generación Z hay mayor conciencia sobre el deseo como parte del consentimiento. Es un algo situacional que puede cambiar, es decir, que una vez haya ocurrido un 'sí' no quiere decir que ya sea de manera generalizada", comenta la psicóloga Carmen Monago.

Tomando como base el trend con los perros, dice además que es cierto que las redes ayudan a darle visibilidad a estas temáticas, lo que se traduce en un mayor conocimiento sobre lo que significa el abuso como resultado de sobrepasar los límites de otra persona.

Escena de la serie 'Normal People' (2020). IMDb

"Estos vínculos se entienden como una especie de acuerdo o contrato en el que hay dos partes activas, no alguien que propone y otro que asume. Se da mayor horizontalidad en las relaciones", explica Monago, experta del gabinete Lumbre.

Mariola Fernández, doctora en Psicología por la Universidad de Jaén y profesora de la Universidad Europea, a pesar de que comenta este progreso, tiene muy claro que si bien es cierto que los más jóvenes tienen multitud de herramientas a su disposición, lo que de verdad poseen es más información que formación. Es en este punto en el que ya aflora el clásico tema de cómo se educan respecto al sexo.

"Estudios recientes indican que hay niños que se inician en el consumo de la pornografía a los 8 años", comenta. Uno de estos informes es de Mario Ramírez Díaz, graduado del máster universitario de Trabajo Social Sanitario de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Esta pieza, según la página de noticias de la institución, desvela que "alrededor de un 20 % de los adolescentes reconoce haber consumido pornografía antes de cumplir los 10 años existen casos documentados de menores que empiezan incluso a los ocho". La media global se sitúa en los 12.

Partiendo de esta base, la conclusión lógica a la que llega Fernández es que cuando esos instintos básicos comienzan a tomar fuerza y los chicos comienzan a tener sus primeras experiencias sexuales, toman como referencia el estándar del porno. "Y ahí se da la de la catalogación de la mujer como un objeto que se mueve al gusto de cada cual", detalla.

¿Qué puede hacer una pieza como la del trend por la sociedad y, en concreto, por la Generación Z? Sobre todo teniendo en cuenta que el cariz de los vídeos es claramente femenino. En el recopilatorio de ejemplo no aparece ni un solo chico haciendo la prueba.

"Es una propuesta muy focalizada en este grupo de edad. Vídeos instantáneos de corta duración pero con un mensaje potente. En el clip aparece un premio en forma de galleta y un perro; el animal desea comerse la recompensa, pero espera un permiso para poder hacerlo", destaca Monago.

La psicóloga destaca que en cuanto al consentimiento, esto se traduciría en una persona que quiere tener una relación física con otra, pero espera a que esta también muestre ese deseo, es decir que haya algo mutuo de llevarlo a cabo.

Y expresado de este modo, parece surrealista que en 2025 haya que plantear cuestiones tan básicas, algo que a su vez es sintomático de lo mucho o poco que se ha avanzado o, incluso, si se ha retrocedido en los últimos años.

En la vida real

Sin embargo, Carmen Monago vuelve al vídeo y señala algunos detalles: "Hay una verticalidad, si fuese llevado a lo real sería, por ejemplo, que una chica vista de una manera determinada y esto se tradujese en algo muy deseable para ellos".

En este punto, hila con esos manidos comentarios que de nuevo vuelven a la palestra: "Si viste así, algo quiere" o "lo está pidiendo". ¿Qué sucede con esto? "Desde ahí se pretende que ese consentimiento quede implícito. La chica no tiene voz, al igual que la galleta, es el chico quien decide, como el perro sobre si come o no algo muy apetecible", detalla.

"En la horizontalidad debe haber deseo mutuo y explícito, ella ha de ser parte activa en la decisión, no como una cosificación de la pulsión masculina. La enseñanza del vídeo se traduce en que incluso un animal puede parar ante algo muy deseable cuando no hay un permiso", concluye la experta.

En la práctica real, ¿encuentran los miembros de la Generación Z barreras que impidan que expresen o se pida ese consentimiento de forma clara?

Según la psicóloga del gabinete Lumbre, se ha creado una especie de bloqueo ante el miedo que supone traspasar los límites de este acuerdo. Conversaciones o situaciones que se podrían dar de forma natural, ahora se antojan abismales.

"Puede haber temor a no ser correspondido, a una exposición al rechazo, a un fracaso social frente a iguales. Se traduciría en un estar seguro de la correspondencia de la otra persona, para no fallar a ella ni a sí mismo", comenta.

Una vez más, en estos contextos, al igual que en tantos otros, la comunicación se presenta como herramienta clave. "Fomentar seguridad en uno o una misma y en la relación serían aspectos imprescindibles en este tipo de charlas", explica Monago, que numera además una serie de pautas beneficiosas:

  • Hablar con los iguales que generen confianza sobre el tema, pedir consejo, buscar apoyo.
  • Identificar límites personales propios ante las relaciones.
  • Psicoeducación sobre qué es el deseo, qué es el consentimiento, qué es una relación no violenta, qué es el abuso, qué son los límites y cómo llevarlos a cabo.
  • Idealización vs. realidad en relaciones íntimas.
  • Educación sexual y relacional.

De nuevo, aparece en el discurso de las expertas ese elemento fundamental que es el aprendizaje. La formación específica sencilla, natural— para poder lidiar con el exceso de información que puede llevar a errar en el camino.

Y es que esto va mucho más allá de una situación violenta puntual que pueda resultar incómoda, algo que ya resulta polémico, conflictivo, dañino e intolerable.

Escena de 'Normal People' (2020) en la que la relación de los protagonistas pasa del plano físico al emocional. IMDb

Sobre la educación se pronunciaba hace apenas unas semanas Félix López para este vertical. Es el fundador de AFAVIR (Asociación de Ayuda a Familiares y Víctimas Rocío López Agredano) asociación que nació de la mano de él y su esposa, Lucila Agredano, padres de Rocío López Agredano, víctima de violencia de género que fue asesinada por su expareja en 2008 con 25 años—.

"Para nosotros un tema crucial ha sido la educación. Fue lo que le trasladamos al secretario de Justicia bajo la cartera ministerial de Alberto Ruiz-Gallardón. Pedíamos que hubiese una asignatura obligatoria de igualdad y de convivencia", comentó.

Generación Z vs. Millennial

En mitad de esta maraña informativa que además a veces suele otorgar una especie de superioridad moral equiparable a la de la experiencia que citan los boomers, ¿qué diferencias muestran ante el consentimiento las dos generaciones?, ¿se ha cambiado tanto? Y, sobre todo, ¿ha sido algo positivo?

No hay que echar demasiado la vista atrás para recordar cómo en series propias de la época dorada millennial este tema se trataba sin tapujos, como en Master of None (2015), de Aziz Ansari. Sin embargo, un tiempo más tarde, en 2018, el propio actor y creador de la serie fue acusado por una chica de haber tenido una cita un tanto incómoda con él.

De acuerdo a su testimonio, el humorista no captó sus claras señales de que no quería ir más allá y continuó insistiendo. No obstante, no llegó a haber acusaciones formales. ¿En qué limbo deja esto a la sociedad?, ¿qué sucede cuando incluso aquellos que parecen concienciados de forma real no lo están?

"Pienso que para los millennials había una especie de romanticismo perverso respecto al consentimiento. Quizás esa mirada más machista en otro sentido hacía viable que no se sobrepasasen según qué límites o que se hiciera de otra forma menos notable, menos física", comenta Mariola Fernández.

En este punto, cuesta bastante no pensar en sagas tan tóxicas como deseadas como Crepúsculo. Es inolvidable ese momento en el que Edward Cullen le confiesa a Bella Swan que lleva meses colándose en su habitación por las noches para observarla a tan sólo milímetros de su cara. Y ella tan contenta.

Bella Swan en una escena de la cinta en la que se despierta tras haber notado una presencia en su habitación mientras dormía. IMDb

"He estado con chicos más mayores que yo, de mi edad y más pequeños. Yo soy millennial y sí que siento que los Z tienen más claras según qué apreciaciones. Sin embargo, a veces parece una especie de pantomima", comenta Miryam, una joven publicista de 29 años.

"¿Qué quiero decir con esto? Que esa supuesta preocupación por la pareja —sobre todo en encuentros casuales— parece algo impostado. Es como si te quisieran llevar a su terreno siendo más sensibles, que en realidad sería bastante un bare minimum", comenta, haciendo referencia a lo mínimo que se espera de una relación.

"No obstante, cuando he estado de forma 'oficial' con algún chico más joven sí que he tenido la sensación de que todo en ese sentido ha fluido más y de forma más natural. No sé. Como si hubiera cosas obvias que no necesitasen explicación", destaca Miryam.

"Pero por otra parte es reseñable la cantidad de hombres que están en torno a los 25 años que basan sus relaciones de forma clara en la pornografía. De hecho, alguno que otro me ha mencionado que se está 'desintoxicando' porque 'está jodiendo sus relaciones", dice la joven.

Por su parte, Monago comenta que la mayor diferencia en cuanto a este tipo de acuerdos entre una generación y otra reside en lo implícito y explícito.

"Para los millennials, el consentimiento se ha basado más en la verticalidad, en lo no verbal, en lo implícito. Se hablaba menos del tema, ha habido menos educación sobre ello, menos información. Es más un averiguar ante señales si es un sí o un no, a veces indicaciones muy subjetivas", destaca la psicóloga, que enlaza de nuevo con el trend para establecer una comparación:

"Llevándolo al vídeo del perro sería que si la galleta es deseable y ha llegado hasta ahí por qué no comerla", explica.

"Los Z hablan de lo explícito en estos 'contratos', hay mayor horizontalidad, más esperar una respuesta de palabra por parte de la otra persona. Y es independiente de cada situación: que una vez haya habido un sí no implica que para la próxima también sea de ese modo. En lo rutinario puede verse en preguntas explícitas sobre la correspondencia, sobre querer o no querer hacer algo", detalla.

Tras este análisis, quizá la pregunta no sea si la Generación Z lo está haciendo mejor, sino si está intentando cambiar las cosas. En un ecosistema saturado de estímulos, de ruido y de contradicciones, estos vídeos funcionan como atajos pedagógicos: simples, incómodos y directos. No resuelven el problema, pero lo señalan. Y eso ya es un gesto político.

El consentimiento no debería necesitar metáforas ni trends para entenderse, pero mientras sigan siendo necesarios, algo sigue fallando. Entre el scroll infinito y la vida real, la clave continúa siendo la misma de siempre: educación, conversación y responsabilidad compartida.