Publicada

"Mi primera experiencia con un chico fue con 24, casi con 25 años. Yo mentía siempre", dice Ana Mena en el pódcast de Cris Regatero, Cara C, en Los40.

"Empecé muy tarde para lo que se supone que está estipulado. Cada persona tiene su ritmo, pero me sentí presionada por lo que se supone que está bien y luego te das cuenta, con el tiempo, de que es absurdo", dice la cantante, inmersa en la promoción del single Lárgate, que ahora sale con el actor Óscar Casas.

Lucía Jiménez Sacristán, sexóloga de Diversual, explica los motivos por los que considera que este testimonio es muy valioso. "Su apariencia encaja con los cánones de belleza. Es una chica que puede describirse como guapa, deseable, y que, por ello, no debería tener problemas para mantener relaciones sexuales con quien quisiera", explica.

Prejuicios y presión

La profesional comenta que existe la idea preconcebida de que aquellas personas que no acceden a este tipo de vinculaciones a una cierta edad, no es porque quizás no se sienten preparadas para ello.

"Muchos piensan que es porque no pueden estar con otras personas, o sea, porque no son deseables y no poseen capital erótico. Ese capital erótico es el valor social que un individuo o grupo acumula como resultado de su atractivo en ese plano", añade.

"Por eso, la presión, y más en la adolescencia, que es cuando más se busca la pertenencia, es tan alta. Bajo esta lógica, la mujer que tiene estos encuentros es valiosa", especifica la experta.

En España, la edad media en la que se practica sexo por primera vez son los 16 años y medio, habiendo subido el porcentaje de menores de 16 años que ha mantenido relaciones de este tipo en una década del 8 al 21 por ciento.

Valérie Tasso, escritora, sexóloga y embajadora de LELO, habla de la influencia que sienten las jóvenes por perder la virginidad cuanto antes. "Es indudable que existe una presión ejercida por el grupo de amistades. Todas queremos pertenecer a uno. Es más, es algo necesario para muchas chicas en el desarrollo de su personalidad y de su formación como futuras adultas", comenta.

Señala que se trata de un fenómeno fuerte y que se ejerce a veces, sin querer a través de los testimonios de otras compañeras sobre esta primera vez. "Este encuentro íntimo categoriza a 'las que lo han hecho' y 'las que no', como si de un rito hacia la madurez se tratara", aclara.

Comenta que otras razones por las que existe tal presión son el acceso al porno mainstream que está al alcance de todos y moldea inevitablemente sobre los jóvenes y el contenido que se postea en redes. "Suele hipersexualizar a las chicas jóvenes y lanza mensajes perturbadores sobre lo cool que es haber perdido la virginidad", matiza.

La mentira

La actriz Mischa Barton, que dio vida a Marissa Cooper en la serie The O.C., confesó en un ensayo publicado en Harper's Bazaar que a sus 18 años se sentía un fraude por ser virgen cuando su personaje era el de una adolescente sexualmente liberada. "Sabía que era importante superar ese obstáculo que me atormentaba, ese tema tabú, por así decirlo", destacó.

"¿Alguna vez me sentí presionada a tener sexo con alguien? Bueno, después de que hombres mayores de treinta y tantos años me acosaran, finalmente lo hice. Me siento un poco culpable por haberlo permitido. Sentía mucha presión para ello, no solo por parte de esa persona, sino por la sociedad en general", dijo.

Y entonces comprobamos que entra en juego una nueva losa: la de la culpabilidad. La actriz no accedió a ello para cumplir con ciertas expectativas, pero al hacerlo, consciente de que sus acciones no respondían a su deseo, se sintió mal y responsable de lo acontecido.

Mischa Barton en una escena de 'The O.C.'. IMDb

Lucía Jiménez Sacristán habla de las consecuencias que esa presión puede tener en las mujeres. "La prisa impuesta hace que las primeras relaciones sexuales se realicen desde la exigencia. Esto puede acarrear situaciones incómodas que deriven en dificultades para excitarse, pérdida de deseo y en el peor de los casos, abuso o trauma", explica.

"Si le enseñas a tu cuerpo que el sexo es algo que tiene que hacer y no algo que desea compartir, marcas los precedentes para una vivencia de este plano que puede ser conflictiva para una misma", apostilla.

Precisamente eso es lo que le ocurrió a Rumer Willis, hija de Demi Moore y Bruce Willis. "Cuando perdí la virginidad a los 18 años, me preocupaba más la vergüenza que sentía por no haberlo hecho antes. No sufrí abuso ni violación, pero no dije que sí. No estaba entusiasmada, pero tampoco dije que no… Dejé que pasara", añadió en un episodio de Red Table Talk.

Rumer Willis posando en un 'photocall'. Gtres

Jiménez Sacristán señala que la presión puede hacer que las mujeres sean más manipularles. "Si asocias un rol más activo a más valor personal, accederás a muchas más prácticas y personas de las que en realidad puedan apetecerte", advierte.

Mónica Chang, experta en bienestar sexual de Iroha, señala que en muchas culturas, existe el temor de ser considerado un perdedor o alguien inadecuado si se es virgen después de cierta edad.

"Lo cierto es que estas actividades son muy personales y uno debe sentirse cómodo y preparado cuando decide dar tal paso. Hay muchas formas de sentirse cómodo con el propio cuerpo, entre ellas practicar actividades de amor propio", comenta a Magas Chang.

La actriz Rebel Wilson confiesa en sus memorias, Rebel Rising (HarperCollins, 2024), que perdió la virginidad a los 35 años. Explicó a People que solía mentir al respecto, una prueba más de que la vergüenza acompaña a muchas personas cuando admiten no haber hecho esto a una edad temprana.

Algo que, por cierto, tiene doble filo para las mujeres, pues bien sabemos que la sexualidad está siempre estigmatizada. Tanto, que no hay término medio.

"Le dije a mi mejor amiga que me había acostado con alguien, para quitármelo de encima, cuando tenía unos 23 años. Lo hice para evitar las preguntas. Normalmente, simplemente me iba de la habitación cuando empezaba la conversación", aseguró la intérprete.

"Luego la gente decía que los 24 años era una edad muy tardía y ahí estaba yo, sentada y pensando. 'Dios mío, tengo 35. ¿Qué demonios? Voy a quedar como una perdedora", señaló la actriz, que ahora está casada con Ramona Agruma-Wilson.

El yugo coitocentrista

Se asocia habitualmente la pérdida de virginidad con un modelo de sexualidad simplista y reduccionista que gira en torno a la penetración, y Lucía Jiménez Sacristán comenta que la consecuencia de ello es que este concepto se erige como una forma de control de este aspecto femenino que se sustenta en dos sesgos.

"El primero, que hasta que no se produce una penetración vaginal, no se ha consumado una relación de este tipo. Pone el foco del placer en lo genital, sobre todo, el pene respecto a una vagina, y, por tanto, la heterosexualidad. Por otro lado, la idea de que este órgano femenino está precintado y una vez se penetra, se estrena y nunca vuelve a su estado primigenio", señala.

"Esto es otro error, puesto que el himen es un tejido, un vestigio que se encuentra en la entrada de la víscera y que puede tener muchas formas diferentes", asegura.

Es entonces cuando explica que muchas personas se fuerzan a practicar la penetración al pensar que es un camino obligado para disfrutar del placer en pareja, cuando en realidad, su cuerpo y su momento vital pueden requerir de otro tipo de experiencias.

Y añade un matiz: "Es interesante observar que la mayoría de problemas sexuales se dan en el marco del coito. Quizás tenga que ver con que se le sigue dando un peso mayor al que para muchas personas podría tener si siguieran sus propias necesidades", dice.

"Si puede servir como mensaje positivo a las chicas que no han encontrado el momento y se sienten presionadas, me contenta decir y hacerles ver que no existe una edad determinada. La decisión la tiene uno cuando lo siente", indicó Ana Mena en el espacio de la cadena de radio.

Menos sexo

Aunque la sexualización sigue estando presente tanto sobre los escenarios como desde las pantallas, lo cierto es que esta actividad no se encuentra en su momento álgido.

Así lo indica un reciente estudio, la Encuesta Nacional sobre el Crecimiento de las Familias (NSFG, por sus siglas en inglés), que señalaba que el número de vírgenes entre los 22 y los 34 años ha crecido a lo largo de los últimos años.

Imagen de Rebel Wilson junto a su esposa. Doug Peters Gtres

"Mientras que las generaciones anteriores venían de una mayor represión y se lanzaron a tener sexo, los Z parecen estar más interesados en definir su identidad sexual o de género", explicaba Ana Lombardía, sexóloga y experta en salud y bienestar sexual de We-Vibe, a Magas.

Lo cierto es que en tiempos de desencanto relacional y emocional, muchas mujeres están prescindiendo del sexo, aunque Eva Morell, autora de Refugio (Debate, 2025), hace un matiz en su Substack.

"No soy célibe voluntaria, como dice Rosalía. No lo he decidido porque de pronto crea que el sexo sea incompatible con mi proyecto vital", aclara en la plataforma.

"Es que, sencillamente, no me queda más remedio: ligar se ha convertido en un trabajo, porque las apps son un pozo de ghosting y pereza, porque la gente se ha cansado de quedar, porque ya no existe ese conocer a alguien en un bar o de manera orgánica (la vida, amiga, la vida), porque los horarios no encajan, porque nos cuesta comprometernos hasta para tomar una caña", explica.

Y es aquí donde habría que hacer una reflexión. Porque si tenemos menos encuentros no es necesariamente por falta de ganas. Tampoco como acto de resistencia. Sino porque estamos en un ecosistema afectivo precarizado en el que, entre horarios imposibles, hastío y miedo a la vulnerabilidad, mucha gente prefiere ahorrarse los desafortunados giros de guion.

Mientras que muchos se echan las manos a la cabeza porque haya quien pierda la virginidad 'tarde', habría que preguntarse qué empuja a tantas personas a preferir una tarde de Netflix a una de sexo.