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A sus 47 años de edad, Vanesa, original de Vitoria-Gasteiz, vive cada día con una mezcla de sensibilidad, amor y una organización con la que se siente casi tangible.

Madre de dos niños de 9 y 7 años, y casada desde hace 11 con su marido, de 57, ha construido con él un equipo sólido dentro y fuera del hogar. "Nos conocimos a través de unos amigos en común y, desde entonces, hemos sido compañeros en todo", recuerda con una sonrisa.

Sin embargo, su historia cambió por completo cuando descubrió que era autista cuando sus pequeños ya estaban en el mundo.

"Siempre sentí que algo en mí era diferente, pero no sabía exactamente qué", confiesa. "Al principio fue un golpe duro, pero luego fue una liberación. Por fin pude entenderme y reconciliarme conmigo misma".

Hoy, Vanesa habla de autocuidado con la serenidad que solo dan los años y la experiencia. "He aprendido que los hábitos saludables, cuando los mantengo con constancia, me sostienen. Si me descuido, colapso", explica.

Y es que como buena deportista, su día a día se sostiene en tres pilares: alimentación, entrenamiento y descanso. Evita los alimentos que le alteran el equilibrio y prioriza el sueño, porque, asegura, "nadie puede estar bien si no duerme bien".

Los ruidos, el sol o el estrés pueden afectarle más que a otras personas, pero con el tiempo está encontrando la manera de gestionar esos estímulos. "En casa mis hijos cantan, gritan y lloran —como cualquier niño—, y a veces me sobreestimula. Para protegerme, uso cascos antirruido; me ayudan a mantener la calma sin desconectarme de ellos".

Vanesa intenta dar ejemplo a sus pequeños. Instagram

En esta línea, sabe que la organización es otra de sus fortalezas. "Mi marido y yo trabajamos en equipo para la casa y la logística de los niños", dice. No obstante, esta madre cuenta con la ayuda de sus padres y la planificación anticipada de una mujer previsora, para que todo fluya sin sobresaltos.

"Si los miércoles sé que vamos a llegar más tarde de la clase de inglés, dejo la cena preparada con antelación. Así, todo fluye mejor para mí", confiesa.

Sin embargo, esa tranquilidad también se debe al buen equilibrio económico que forma parte de su día a día. Su gasto mensual en comida ronda los 1.500 euros, y evita derrochar en cosas innecesarias.

En esta casa no hay ni "ropa de marca ni un coche caro. Todo lo importante es para los niños, aunque no les consentimos todo", confiesa.

Pero su vida no se limita al hogar. Vanesa lidera 8000 Sin Barreras, un proyecto que busca visibilizar el autismo a través del deporte extremo. "Esto nació del amor y de la ira", confiesa, detallando que todo pasó cuando "me enamoré de la montaña invernal, y al mismo tiempo descubrí que era autista".

Tras intentar escalar un ochomil en el Himalaya, ahora trabaja en manuales que fomentan el deporte inclusivo. "No podemos permitir que la falta de ocio inclusivo signifique exclusión. Todos deben tener la oportunidad de participar".

Y es que lejos de rendirse, Vanesa quiere dejar a sus hijos un legado de esfuerzo y autenticidad. "Quiero que aprendan que la única manera de conseguir lo que desean es intentándolo. Yo nunca dejaré de intentarlo", relata.

Por eso, no lo duda y anima a otras madres autistas, lanzándoles un mensaje lleno de valentía: "Nadie debería sentir vergüenza o miedo por ser quien es. Decir públicamente que soy autista cambió mi vida. Ya no llevo máscaras. Hoy soy plenamente yo, guiando mi vida con determinación y reclamando mi lugar en el mundo", concluye con firmeza.