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Es un día típico de invierno en Madrid. El sol vacila entre las nubes cuando el cielo amenaza con una especie de lluvia a medias esperada, a medias no. Miriam Pablos, fundadora de Musea —un proyecto de audioguías de autor que se define como "el arte como nunca antes lo habías escuchado"— saluda a apenas unos metros.

Para la observadora, su forma de presentarse y el estilismo con el que acude a la cita ya dicen mucho de la profesión de la entrevistada. En su look minimalista juega la combinación de colores propia de Mondrian que conquistó las pasarelas de Yves Saint Laurent. Un contraste que casa a la perfección apenas sin pretenderlo.

La cita es en el Café Murillo, pero antes de entrar al romántico establecimiento, donde las mesitas trasladan a aquel que se sienta en ellas a finales del siglo XIX y comienzos del XX, la sesión de fotos tiene lugar en los alrededores del Museo del Prado, uno de sus sitios favoritos.

Mientras el fotógrafo dispara, una mujer se acerca a Miriam para preguntarle una indicación sobre el acceso a la pinacoteca. Ella le da las indicaciones pertinentes porque se conoce el espacio como la palma de su mano. Y lo hace esbozando una sonrisa. Después, vuelve a apoyarse en la pared de la parte renovada de la galería, de forma tímida, para posar ante las cámaras de Magas.

Musea nació para contar la historia del arte desde otros ángulos. ¿En qué momento sentiste que algunas miradas —y algunas voces— se estaban quedando fuera del relato principal?

Después de haber trabajado durante mucho tiempo ligada al arte, me di cuenta de que en el ámbito digital estaba muy mal representado, porque realmente las audioguías tal y como las conocemos hasta hoy son reiterativas, impersonales, no generan un discurso que te ligue o que aporte un contexto de la exposición o de las piezas que estás viendo.

Mi idea era poder llevar esa narrativa propia del tour privado, de mucha calidad, a este terreno. También aporta el concepto de que lo puedas hacer cuando quieras.

Respecto a la parte de las miradas, me parece muy interesante, porque he propugnado una forma un poco diferente de entender esta disciplina. Se trata de algo no tan arraigado a la historiografía del siglo XIX como una sucesión de estilos, sino de un planteamiento con el que realmente podamos disfrutar desde distintos ángulos y formas.

El canon artístico es sólido, pero también selectivo. ¿Qué tipo de vacíos encuentras cuando profundizas en narrativas menos transitadas?

Pues normalmente tiene que ver con esa visión muy anclada en el pasado. Lo que te comentaba de la sucesión de estilos estrictamente. Y luego también se enfoca desde un prisma muy masculino.

De hecho, el propio nombre de Musea es un poco la feminización de los museos. También es una especie de verbo inventado. Vendría de 'musear', 'musea conmigo'.

En cualquier caso, creo que tiene que ver con esas nuevas narrativas, esas nuevas ópticas que entienden el arte desde un punto de vista que atiende a las circunstancias del momento.

Miriam Pablos durante la conversación con Magas. Esteban Palazuelos

Cuando se propone ampliar la historia del arte, a veces surge cierto recelo. ¿Cómo explicas que abrir el foco no es reemplazar, sino completar lo que ya existe?

El arte es lo que es y luego está lo que los historiadores cuentan en torno a ello. Y las miradas sobre cómo entendemos ciertas cuestiones de su producción cambian. De aquí se concluye que estos estudios han de ir actualizándose. Esas perspectivas del siglo XXI ayudan a significar de forma distinta algunas temáticas.

De forma lógica, hay datos académicos que se tienen que mantener, pero el cómo interpretamos las obras tiene que evolucionar complementando a esos prismas anteriores.

Cuando se habla de la cultura de la cancelación de ciertos artistas por cuestiones que atañen a su vida privada, ¿crees que tiene sentido separar a la persona de su arte?, ¿hasta qué punto se puede descalificar su producción por ello?

Para mí no. O al menos no con respecto a la historia, sobre todo si además son artistas que pertenecen a otra época. Si está produciendo a día de hoy y tiene un comportamiento indecoroso o delictivo, podemos elegir qué hacer. Yo no soy nada partidaria de la cultura de la cancelación.

Yo amo a Picasso como artista, no se puede entender la historia del arte del siglo XX —del cual es el gran creador— ni la del XXI sin él, pero si lo hubiera conocido en lo personal, no me caería especialmente bien. Pero su obra es irrefutable.

En Musea conviven divulgación, investigación y sensibilidad estética. ¿Cómo encuentras ese equilibrio para que la belleza, el contexto histórico y las perspectivas menos visibles trabajen juntas?

Pues atendiendo a los distintos planos de la creación. Hay que tener en cuenta toda esa parte de la sociología del arte, pero también tenemos que atender a las piezas.

Es muy importante que aprendamos a mirar, a enfocarnos, a enfrentarnos a la obra en sí, que aporta muchísima información. Entonces, lo que supone es tener en cuenta las distintas pautas de esa creación que da tanto significado a lo que se está viendo. Y luego, por supuesto, a la historiografía más reciente.

¿Qué crees que aporta un proyecto como Musea para evitar un poco esa fugacidad actual?

A día de hoy es un lujo pararnos en cualquier ámbito de nuestra vida y es algo que deberíamos recuperar en todos los sentidos. Produce mucho bienestar emocional, pero también intelectual.

Y desde Musea es lo que pretendemos. Queremos trasladar esa idea de detenerse ante las piezas. Yo, personalmente, quiero que mires lo que estás viendo.

Por ejemplo, en La fragua de Vulcano, de Velázquez, una de las partes más bellas es una jarrita de porcelana que está puesta encima de la chimenea. Entonces, no sólo quiero contarte la historia mitológica que narra el pintor, sino también el contexto en el que lo produce, durante su primer viaje a Italia. Quiero que observes los brillos, las texturas que era capaz de trabajar.

Musea va precisamente de detenerse y de dedicar un poquito de tiempo a algo que nos produce un disfrute inmenso. Eso es lo que realmente nos permite conectar con la obra.

La experta en arte posando ante el Museo del Prado. Esteban Palazuelos

¿Qué peso tiene la emoción en tu manera de contar el arte? ¿Dirías que es una herramienta útil para acercar historias que tradicionalmente han quedado en segundo plano?

Hay dos formas de disfrutarlo. La primera es muy instintiva e intuitiva. Hay personas que tienen una cierta sensibilidad y, por lo que sea, al ver una obra conectan emocionalmente con la belleza, al margen de que entiendan o no lo académico.

Pero luego hay una vinculación que es intelectual. Y es que a través del conocimiento de los datos valoramos esas claves que luego llevan a la parte sentimental.

Creo que esa emoción se tiene que transmitir en lo que narras y es lo que queremos con las audioguías de Musea: contar una historia coherente de aquello que se está viendo y que es lo que ayuda a crear esa unión más allá de lo obvio.

En tu trabajo aparecen artistas, creadoras y pensadores muy distintos. ¿Qué referentes te han servido de guía para construir un relato más amplio y plural?

Soy una enamorada de la historia del arte en general. Es verdad que mis estudios han estado más centrados, en especial últimamente, en el siglo XX, sobre todo en la escultura realizada por mujeres, con especial atención a Louise Bourgeois —sus manos moldearon Maman, la araña enorme que se encuentra en el Guggenheim de Bilbao—, una gran escultora francesa nacionalizada estadounidense.

Y una de las cosas que más me llama la atención de su perfil es que demuestra que siempre hay tiempo. Hizo su primera instalación con 63 años, después de quedarse viuda. Me parece muy inspiradora su capacidad de regenerarse, de repensar...

Aquellos que crean por motivos propios ponen al alcance de todos cuestiones que son universales. El pensar en ellos como referentes, no sólo artísticos, sino también intelectuales y de modos de vida, me resulta muy inspirador. Me aprovecho de lo que hacen, dan soluciones a mi vida y me conectan con cosas que nos pasan a todos.

En un entorno saturado de imágenes, ¿cómo conseguís generar espacios que inviten a mirar con detenimiento y a descubrir figuras que no siempre estuvieron en la primera línea?

Lo que intentamos es hacerlo accesible y que, además, sea un producto de mucha calidad. Que esté muy bien hecho, muy pensado, que el contenido sea muy riguroso en lo académico, cercano y comprensible.

Está ideado para que todo el mundo pueda ponerse una audioguía y disfrutar de lo que está viendo. Queremos que si lo pruebas, repitas. Crear espacios un poco distintos y no sólo de reflexión, sino de gozo.

Miriam con una luz propia de los días fríos y el Botánico de Madrid al fondo. Esteban Palazuelos

¿Consideras que ese concepto actual del lujo aspiracional es una perfecta representación del arte y que no se valora lo suficiente?

Sin duda. La gran experiencia es poder tener los museos que tenemos. Hay muchos espacios que tienen sus horarios de acceso gratuito. Pero es verdad que la gente muchas veces va a las visitas porque hay que ver tal exposición. Es como si tuvieras que hacer el check.

Desde Musea intentamos que si haces algún recorrido de nuestra mano te lleves otra cosa: el conocimiento, el detenerte ante un cuadro apreciando cómo están tratadas las texturas, las pinceladas, la escritura pictórica de los artistas, los planos, el significado... Eso me parece una maravilla.

Además, está la enorme ventaja de que lo puedes hacer en cualquier momento. No hay un horario determinado, sino que lo haces cuando y como quieras y, si lo deseas, desde casa.

Ahondamos un poco en el concepto de que aprendamos a mirar el arte, no sólo de pasear delante de los cuadros. Queremos crear una experiencia personalizada, porque a cada cual le provocará una serie de emociones.

Hay una pérdida del enfoque humanista de la vida en general. ¿Cómo de importante es mantener esa parte del arte y de lo social?

Para mí es básico, porque yo soy casi decimonónica, aunque estoy haciendo un producto digital. Creo que hay que aprovecharse de esa tecnología para llegar a más gente, más lejos e incluso a tu propia casa.

Pero considero que el enfoque humanista es esencial, porque al otro lado de las audioguías de Musea lo que tienes es a mí. No hay una inteligencia artificial que te recoge los datos fundamentales sino una perspectiva personal y eso me parece que es un valor añadido muy importante.

Después de años de archivo y análisis, ¿qué te ha revelado este proceso sobre cómo se ha construido nuestro imaginario artístico y sobre quiénes han quedado fuera de él?

Las que se han quedado fuera son las mujeres. Hay un caso muy evidente que son las vanguardias del siglo XX, las primeras, en París, donde ellas jugaron un papel esencial y fueron compañeras codo con codo de los artistas masculinos.

Sin embargo, la historiografía posterior las quita. ¿Por qué? Porque está realizada por hombres que no entendían que ellas pudieran estar a la misma altura.

María Blanchard era una grandísima pintora de origen santanderino que se va a la capital francesa a principios del siglo XX. Allí coincide, por supuesto, con Pablo Picasso, trabaja mano a mano primero con Diego Rivera y después con Juan Gris. Y tuvo unos cuadros con una producción brutal... Tanto que hasta Picasso la copiaba. Y, sin embargo, la historiografía la borra, la elimina. En todo caso, se la pone como seguidora de Juan Gris y no fue así.

Esta es una cosa que tenemos que trabajar, luchar y ver. Pero cuando visitamos el Museo del Prado, donde lógicamente el arte llega hasta el siglo XX, es imposible pretender que el número de artistas femeninas sea proporcional al de hombres. Hay que sacudir un poco las alfombras y repensar lo que estamos viendo.

Miriam Pablos no ha creado una audioguía, sino una experiencia que traspasa los muros de los museos y de la mente. Esteban Palazuelos

Y pensando en quien llegue a Musea por primera vez, ¿qué deseas que descubran respecto a la diversidad de historias y sensibilidades que conviven en el arte?

Me gustaría que pudieran disfrutar desde el arte clásico hasta el arte contemporáneo. Es el producto cultural por excelencia de una época. Se trata de abrir un poco la mente y estar predispuestos a que lo que veamos nos interese o que, al menos, seamos capaces de valorarlo.

Queremos ofrecer una perspectiva más global del arte. Y nuestra intención es que sea accesible en todos los sentidos. El precio del producto es de 7,50 euros y son audioguías de autor.

Por último, una más personal, ¿cómo ha transformado tu relación con el arte el hecho de revisitarlo desde esta perspectiva más ampliada?, ¿qué lugar ocupa hoy Musea en tu manera de entender la cultura?

Creo que más que influirme en ese sentido, Musea se trata de una consecuencia de mi manera de entender la cultura, de mi amor por esto. Tengo una vocación absoluta desde que era niña. A mí me hace feliz el arte y lo que me gusta es contar historias, de ahí nace la idea. Y de trasladar esa pasión a los demás.