Publicada
Actualizada

En Riehen, a las afueras de Basilea, la Fundación Beyeler ha levantado la que ya se considera una de las exposiciones del año en Europa. El museo, diseñado por Renzo Piano y convertido en referencia mundial del arte moderno y contemporáneo, dedica por primera vez en Suiza una gran retrospectiva a la artista japonesa Yayoi Kusama.

Más de 300 obras que recorren siete décadas de creación, desde los primeros dibujos hasta una de las célebres Infinity Mirror Rooms. En un espacio anexo al recorrido expositivo, el visitante se cruza con un invitado inesperado: una serie de bolsos salpicados de puntos que parecen haberse escapado de una de las instalaciones de la maestra de la performance nipona.

En realidad, son las piezas de MyBestys, la marca de bolsos de Cristina Castañer (Banyoles, Girona), primera diseñadora española invitada por la Fundación Beyeler a desarrollar una colección exclusiva inspirada en el universo de la reconocida artista. "Para mí ha sido el colmo de la felicidad", admite la creativa al otro lado de la pantalla.

"Que una institución como esta, a la que yo admiro desde hace años, me pida una colección inspirada en Kusama, y que además se venda bien, es un reconocimiento enorme tanto a mi trabajo como a mi forma de hacer las cosas", añade en la entrevista que Magas le hace con motivo de esta colaboración que conecta tres países por medio de la creatividad.

Lo cierto es que entre la japonesa más famosa del arte contemporáneo y la diseñadora catalana hay más lazos de los que parece. Los proyectos de ambas conviven en Suiza hasta el 31 de enero por encargo de un museo, pero el vínculo real entre ellas nace en algo tan sencillo como un punto.

Artesana de vocación

Para entender la andadura de Castañer hay que remontarse a 1927, cuando ella ni siquiera había nacido. Aquel año, su abuelo fundó una pequeña empresa familiar dedicada a la fabricación de alpargatas para campesinos. "Dentro de nada seremos centenarios, y eso sí que es una buena noticia", resume la diseñadora.

La diseñadora catalana abre las puertas de su taller. Dani Arboleda Cedida

Durante la Guerra Civil, la fábrica se hipotecó para producir calzado para soldados. Más tarde, el negocio empezó a exportar a Dinamarca, donde pasó a utilizarse también en interiores gracias a la capacidad aislante del yute. Sus padres dieron el salto definitivo hacia la moda, introduciendo cuñas y diseño en piezas que hasta entonces eran funcionales.

"En 100 años, puedes imaginar la de historias que podría contar", comenta Castañer, y destaca una enseñanza que hoy atraviesa MyBestys, la marca que fundaría más tarde: "De mi familia aprendí la honestidad. Que cuando dices que algo es artesano, lo sea de verdad; que el algodón sea bueno; que los materiales estén bien mezclados. La calidad no se negocia".

Mientras sus dos hermanos mayores se incorporaban pronto a la empresa, la diseñadora estudió Derecho en Barcelona. Durante su juventud, trabajó en grandes almacenes de moda en Nueva York, vivió en Inglaterra, pasó por un despacho de Derecho Marítimo e incluso fogueó tres años en Andersen Consulting en el área de Marketing.

Todo cambió con un accidente de coche. "Mi padre se mató y en ese momento decidí que tenía que trabajar con la familia", relata con sobriedad. Su gran aportación fue abrir la primera tienda Castañer en Barcelona. "No hice ningún estudio de mercado, cero. Pero cada vez que llevaba alpargatas, mis amigos me preguntaban dónde podían comprarlas", rememora.

Y añade: "Tenía claro que había que enseñar la colección completa. Puse una tienda en un local muy mono, con un sofá y una atmósfera distinta a la zapatería clásica. Fue un éxito absoluto: colas en la calle, prensa, ventas… Unos años maravillosos". Desde entonces, no solo vendía multimarca: tenía un espacio, una imagen, una relación con el público.

Detalle de los bocetos para una de sus colecciones. Dani Arboleda Cedida

Castañer se implicó en diseño, retail, relaciones con clientes y en la expansión de la firma. "No somos ni Inditex ni Mango, ni falta que hace. Nuestro nicho es otro, pero hemos mantenido el prestigio y la calidad. Eso es lo que me llevo de esos años", resume.

Reinventarse a los 60

Tras décadas ligada a la empresa familiar, la creativa catalana sintió que había alcanzado el final de una etapa: "Llegó un momento en que pensé: todo lo que tenía que hacer aquí, ya está hecho. Las empresas crecen, las familias también. Yo quería un proyecto único y aparte".

La pandemia fue el detonante. Mientras el país entero se paralizaba, Castañer cerró la tienda de Barcelona y cambió de aires. "Me cogí unos meses sabáticos. Me fui a Menorca, que es un refugio maravilloso para mí. Dos meses aspirando aire puro y preguntándome qué quería hacer con mi vida", recuerda.

La respuesta llegó sola: trabajar, otra vez. "Parece que no sé estar en otro modo. Enseguida volví a pensar en crear algo", admite riéndose. Y así fue cómo nació MyBestys, la marca de bolsos que tomó forma en 2021 y hoy lleva su nombre a Suiza: "La arranqué con 60 años. No es lo típico. Pero me apetecía hacer algo muy mío, muy pequeño y coherente".

Cristina Castañer dio forma a su marca My Bestys en 2021, en plena pandemia. Dani Arboleda Cedida

El nombre tiene una explicación íntima: "Para las mujeres, el bolso es casi un mejor amigo. En inglés bestie es eso, tu íntimo. Lo llevas pegado al cuerpo y en él guardas secretos, dinero, móvil, las pinturas... Tienes uno de noche, otro de día, otro para la playa. Me parecía lógico llamarlo de esta forma".

Decidió que el proyecto tenía que ser sostenible "hasta el fondo", explica, y por eso trabaja desde casa, "como si fuera una jovencita con un local pequeño". Niega haber inyectado en él grandes sumas de dinero; más bien, "la marca se va autoabasteciendo". Y, puntualiza, "trabajo con stocks de primerísima calidad para hacer mis bolsos de forma honesta".

La idea de hacer bolsos surgió cuando descubrió un negocio de telas de colchón en Rambla Catalunya y empezó a preguntarse qué se podría hacer con ellas. Desde aquel momento, la materia prima de MyBestys han sido historias que iban a desaparecer y que resurgen convertidas en complementos. "Tengo acceso a una enorme cantidad de materiales guardados", cuenta.

Se refiere, por ejemplo, a lonas de Castañer que estaban en un almacén, o a pieles de primera calidad que se habían preparado para las grandes marcas de lujo pero quedaron fuera de producción, etcétera. "Cuando me entero de que algo así se va a regalar o tirar, voy corriendo a comprarlo. Soy muy coleccionista, muy acaparadora", confiesa entre risas.

Cada combinación de tejidos y colores es casi irrepetible. Cuando se acaba un rollo, se acaba la serie. "A veces es un problema, porque si un modelo funciona muy bien, la clienta quiere repetir. Y no puedo hacerlo. Pero prefiero eso a mandar fabricar más material", asegura. El resultado no es un catálogo infinito, sino un universo concreto que se reconoce.

Piezas de mano de piel suave, bolsos minimalistas con forros de tejidos pensados originalmente para trajes o pantalones... "Para mí, la inspiración es la vida. Ver arte, viajar, mirar la naturaleza. No me siento a esperar que llegue la idea. Mi desafío constante es hacer algo elegante con los recursos que tengo y que se pueda vender", afirma.

Y añade: "No soy artista pura, soy una creativa: tengo que dialogar con el mercado".

La creativa ante el objetivo. Dani Arboleda Cedida

En todas esas piezas artesanales hay un gesto que se repite: un lunarcito que hoy es la firma más reconocible de MyBestys. "Las marcas tienen distintivos. Lacoste tiene el cocodrilo, otras tienen su símbolo. Yo decidí que el mío sería un punto rojo. Me pareció algo muy fácil de aplicar y, al mismo tiempo, muy profundo", confiesa.

Y explica por qué: "Un punto es una esfera. La Tierra también lo es. El universo se puede imaginar así. Un punto es todo y es nada. Puede ser microscópico o infinito". Empezó como detalle casi mínimo y ahora articula el lenguaje completo de la marca. Además, le hace de puente con Kusama, la artista que ha hecho del dot su sistema visual.

La llamada de la Fundación Beyeler

La conexión con la institución suiza surge por casualidad. Castañer viajaba con un grupo de amigas, todas con piezas de MyBestys colgadas del hombro. "Son muy fieles; van siempre con mis bolsos", cuenta. En el trayecto coincidieron con la directora del museo y esta se fijó enseguida en ellos. "Dijo que eran ideales y empezamos a hablar", añade.

Meses después, llegó la propuesta formal. La Fundación Beyeler preparaba la primera gran retrospectiva de Yayoi Kusama en Suiza, una exposición desarrollada en colaboración estrecha con el estudio de la artista en Tokio, con más de 300 obras y varias instalaciones inmersivas. "La directora me pidió una presentación de colección inspirada en ella", cuenta Castañer.

Envió bocetos, luego prototipos físicos. Le gustaron, eligió algunos, descartó otros y la entidad le hizo un pedido. A partir de ahí, meses de trabajo y de conversaciones para ajustar cada detalle. "Son suizos, lo quieren todo perfecto", asegura. La colección resultante reúne nueve modelos de bolso, de los cuales seis están expuestos en el propio centro.

La emprendedora rodeada de algunos de los bolsos de su firma. Dani Arboleda Cedida

Hay una bombonera, un diseño llamado Tokyo, piezas tipo sobre y otras más escultóricas. "Los adornos redondos llevan un proceso muy manual. Primero se hace el agujero, luego se pone la chapa de arriba, la de abajo, se cierra… Y antes se ha pintado con pintura de coche. Se hacen uno a uno", detalla la creativa.

Son casi objetos de arte, pero pensados para usarse. Los precios de la colección en la tienda de la Fundación van desde algo más de 200 euros en los modelos pequeños hasta cerca de 380 en los formatos grandes. "Se están vendiendo fenomenal. No paran de escribirme para pedirme más; he tenido que mandar nuevas unidades a Basilea", asegura.

De España a Japón

Sepa el lector que Yayoi Kusama nació en 1929 en la ciudad de Matsumoto, en la Prefectura de Nagano —corazón de los Alpes japoneses—. Lleva décadas convertida en una de las artistas más reconocidas del mundo, con una obra marcada por las alucinaciones, la repetición de puntos y redes infinitas, y una biografía atravesada por la salud mental.

Desde finales de los 70 vive por decisión propia en un hospital psiquiátrico de Tokio, desde el que sigue produciendo obra con un equipo de asistentes. Castañer conoce bien su trayectoria: "Siempre me ha interesado su vida. Me impacta cómo transforma lo que tiene en la cabeza en un lenguaje propio".

"Estaba muy loca, en el mejor sentido, y al mismo tiempo era muy artista. Lo pasó mal en sus inicios, y aun así insistió", señala la diseñadora, que cita una pieza que la marcó en la exposición: un vídeo en el que una flor se construye a partir de lunares microscópicos que van aumentando. "Es un resumen de su obra. Muestra que lo pequeño forma parte de algo enorme".

En ese gesto de insistir desde lo pequeño también se reconoce la catalana. Kusama lo hizo desde el arte conceptual, plantándose en Nueva York en los 60, organizando happenings y llenando cuerpos desnudos de puntos. Castañer lo ha hecho desde la artesanía y el comercio independiente, fundando una marca propia a los 60 años con materiales de descarte.

"Yo no duermo en un psiquiátrico, pero también tengo mi punto obsesivo", reconoce entre risas. "Emprender algo así a mi edad tiene mucho de obstinación. Hay días en los que me pregunto qué hago, pero luego piensas en proyectos como el de Beyeler, en gente desconocida que un día te compra desde Austria sin conocerte, y te genera mucha satisfacción", confiesa.

Bolsos inspirados en el universo creativo de Yayoi Kusama. Dani Arboleda Cedida

El día a día de MyBestys no tiene glamour, aunque sus bolsos sí. Su fundadora vive entre llamadas, paquetes, pruebas y mails con clientes. "Si algún día tienes algo propio, lo verás: no hay horarios", cuenta. "Este verano pensé que tendría vacaciones como todo el mundo. Me lo he pasado bien, claro, salgo, vivo. Pero cada día estaba al teléfono para que esto saliera".

Define su proyecto como una "startup pequeñísima” que avanza "peldaño a peldaño", impulsada principalmente por las compras online y por las tiendas que apuestan por vender su marca en localizaciones como Barcelona, Menorca... "En la tienda de Castañer en Madrid también pueden encontrarse algunas piezas, aunque no es tan representativo", añade.

Tal vez por haberse criado entre artesanos, mantiene un discurso exigente hacia la moda, considerada la tercera industria más contaminante del mundo —es responsable de entre el 8% y el 10% de las emisiones globales de carbono—. "Hoy se habla de sostenibilidad con mucha hipocresía", critica la diseñadora, sin saber qué hay realmente detrás de los materiales.

La reflexión surge cuando se le pregunta por quienes rechazan frontalmente el uso de cuero en las prendas, incluso cuando procede, como en su caso, de stocks ya existentes. "La piel vegana, según el proceso, puede llevar tintes tóxicos. Muchos materiales que parecen ecológicos no se degradan. En cambio, una piel natural reutilizada puede tener un impacto menor”, dice.

Su concepción de lo que debería ser el comercio justo la llevó a decidir que su marca nunca entraría en rebajas. "Este bolso lo hace un artesano y el trabajo es el mismo en noviembre que en enero. No tiene sentido abaratarlo de repente. Es una cuestión de respeto al cliente. Si lo compra ahora, sabe que no va a verlo a menor coste dentro de dos meses", asegura.

Los precios de MyBestys se mueven en una franja media-alta. Para la diseñadora, la comparación de estos con las cifras habituales del lujo internacional es clara: "Tengo bolsos de 189 euros con una calidad que, en otra marca de esa consideración, llevaría un cero más. Lo digo con toda tranquilidad".

Cristina Castañer se despide de la entrevista con Magas desde su estudio. Dani Arboleda Cedida

En la conversación también surge la cuestión de la expansión de la moda ultrarrápida, con plataformas que venden ropa a precios irrisorios. "Como persona, me da pena ver lo mucho que cuesta concienciar. Es muy tentador comprar barato, lo entiendo. Pero detrás de una camiseta a tres euros hay explotación infantil y mucho dolor", recuerda.

Aun así, confía en que los proyectos pequeños como el suyo ayuden a construir otra forma de consumir: "No sé cómo se va a parar la destrucción del planeta, no tengo la respuesta. Lo que sí sé es que cada marca que trabaja con honestidad, cada medio que apueste por dar visibilidad a creadores pequeños, suma".