La apasionada del arte María Porto (Madrid, 1969) es la última invitada de Arréglate, que nos vamos, el pódcast semanal de Magas conducido por Cruz Sánchez de Lara, vicepresidenta ejecutiva de EL ESPAÑOL y editora de Magas, ENCLAVE ODS, Cocinillas y Mascotario; y Charo Izquierdo, directora de ENCLAVE ODS.
Fue una de las galeristas más jóvenes al frente de una gran sala en España. Con unos 27 años ya dirigía Marlborough, la histórica institución que durante más de siete décadas fue referente en la difusión de arte global. Ese ascenso rápido no la libró de los prejuicios típicos de la época.
Relata cómo una vez acudió a negociar un crédito para comprar un local y todos los directivos la recibieron con cara de sorpresa. "¿Qué habéis pensado cuando ha entrado una rubia de 1,80?", les reprochó en una reunión en la que dejó claro que a la gente, antes de juzgar, conviene escucharla hablar porque puede sorprender.
Ese episodio conecta con una idea que recorre el pódcast: los estereotipos que aún pesan sobre las mujeres profesionales, "ese sambenito" del que todavía cuesta desprenderse. Aun así, Sánchez de Lara, Izquierdo y ella insisten en que se sienten parte de una generación plena, en la que las mujeres se apoyan entre sí y se niegan a aceptar esa narrativa heredada.
Cuando habla de su trabajo, Porto vuelve una y otra vez a la misma palabra: discreción: "Un galerista es un confesor. Nadie quiere que sepan si tienes un Picasso en tu casa". Cuenta cómo, tras cerrar una compra, puede cruzarse esa misma noche en un restaurante con el cliente y saludar como si no se hubieran visto, para que nadie sepa qué adquiere ni cómo vive su arte.
María Porto frente al objetivo.
Esa sutileza chocó de frente con la exposición mediática cuando su vida privada saltó a la prensa. Porto recuerda cómo llegó a estar vendiendo un cuadro al Museo Reina Sofía durante la feria de ARCO "con 300 paparazzi enfrente y un programa de cotilleo grabando la escena".
Aclara que respeta a quien elige estar ahí, pero admite que jamás ha querido verse en ese lugar, sobre todo porque afectaba a su mundo profesional y a la confianza de grandes coleccionistas e instituciones. Esa situación la llevó a dar un paso atrás, dejar Marlborough, crear su propia empresa y seguir trabajando comprando y vendiendo para clientes privados.
Su relación con el arte empezó, sin embargo, mucho antes de las grandes operaciones. Porto estudió Derecho porque su padre, guionista de cine, quería que sus hijos se dedicaran a "cosas serias" y entonces aún no existía la carrera de Historia del Arte tal y como se conoce hoy. Ella siempre pensó que el arte podía aprenderse "viajando y viendo".
Creció en una casa llena de libros, con el Espasa subrayado porque su progenitor se lo leía entero, y en un ambiente de tertulia constante. "En mi casa siempre se compraban todos los periódicos en papel y él nos decía que los leyéramos todos", cuenta, para que desde pequeños pudieran sacar sus propias conclusiones.
Ese espíritu curioso y abierto se trasladó a su manera de entender la mediación cultural. María cuenta que, tras dejar la galería, se empeñó en "traer el arte a las calles". Se trajo a España una exposición de piezas monumentales del estadounidense Robert Indiana, famoso autor de la escultura LOVE.
"Cuando tú aprendes a mirar, tu vida cambia", resume. Su aprendizaje como galerista también está marcado por maestros como Antonio López o Chillida.
Este último le dejó una frase que la acompaña: "Todas las cosas bellas de la vida tienen un aspecto similar: un buen vino, una buena tela, un buen libro, un buen rato con amigos, un buen café. Cuando seas capaz de reconocer uno, serás capaz de reconocerlos todos".
Cruz Sánchez de Lara y Charo Izquierdo junto a la invitada de la semana.
En el tramo final del episodio, la galerista desmonta uno de los grandes prejuicios del público: la idea de que el arte es solo para ricos. Preguntada por qué se puede regalar en Navidad sin arruinarse, responde con precisión: "Puedes encontrar un grabado de un artista joven desde 300 euros".
Ella misma recuerda que, en sus años en Marlborough, compraba obras a plazos y siempre debía dinero. "El arte no es un presupuesto para tener un Rothko o un Picasso", insiste.
Anima especialmente a la gente joven a empezar por los artistas de su propia generación: "Entre los de tu edad están los que serán el Genovés o el próximo Antonio López".
Sobre todo, pide perder el vértigo y dejar de pensar que las galerías no son lugares para el ciudadano de a pie. Hoy, María Porto dirige la suya propia, en la calle Villanueva, 40, en Madrid, y cuenta con un córner en El Corte Inglés de Castellana, pensado precisamente para romper prejuicios y facilitar el acceso al arte.
Invita a quien pase por delante a entrar, preguntar y mirar, aunque no sepa distinguir una xilografía ni tenga presupuesto para comprar en ese momento. "Soy una mujer que trabaja 12 horas al día, que ama lo que hace", se define.
Y lanza un último mensaje a las oyentes: ella no muerde, disfruta hablando con todo el mundo y quiere que la galería sea un lugar al que se accede sin miedo, con curiosidad y con ganas de que el arte forme parte de la vida cotidiana.