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Es una pionera en su deporte, con un palmarés de premios asombroso: nueve años como número uno del mundo, 12 campeonatos de España, tres títulos mundiales por parejas y cuatro mundiales por equipos, además de ganar más de 100 torneos internacionales. Carolina Navarro es la reina del pádel femenino español.

Su nombre es parte de la historia y una inspiración para las nuevas generaciones. De padre malagueño y madre sueca (de ahí su segundo apellido, Björk), lleva toda la vida con una raqueta en la mano, aunque su trayectoria no solo se centra en la pista; también lleva a cabo una importante labor solidaria a través de su asociación Palas para todos.

Este 2025 es el año de su retirada y ya empiezan a llegar los homenajes. La Asociación de Mujeres Profesionales y Empresariales de Málaga (AMUPEMA) le hace entrega del Premio Victoria en una ceremonia donde también ha sido galardonada Cruz Sánchez de Lara, vicepresidenta ejecutiva de EL ESPAÑOL.

Carol no ha podido asistir por razones laborales, pero charla con Magas sobre la importancia del homenaje, su carrera, su presente y su futuro.

La deportista ha sido nueve veces número uno del mundo. Cedida

Carolina, ¿qué significa este premio para ti?

Es algo superespecial, porque resalta el empoderamiento de la mujer. Este galardón me lo dan porque he dejado huella en el mundo del pádel y también en la vida. Más allá de ganar o perder, que te reconozcan tu labor al margen de lo meramente deportivo es muy importante para mí.

¿Cuáles son los valores que transmites para dejar esa huella?

Los que inculca el deporte, como el trabajo en equipo, la empatía y el saber estar en una pista, porque nunca he tenido problemas con las jugadoras. Y también mi labor en la asociación Palas para todos de pádel adaptado. La solidaridad me ha acompañado durante toda mi carrera para tratar de ayudar a chicos con diferentes capacidades.

Yo siempre digo que no soy mejor persona que nadie por darle bien a una pelotita. Todos somos iguales y hay que ser humilde y tener los pies en la tierra. Considero que soy la misma niña que iba al colegio subiendo la cuesta con el uniforme, aunque hayan pasado casi 50 años y haya logrado muchas metas.

¿Qué te motivó a crear la asociación Palas para todos?

La verdad es que por casualidad, porque en mi familia no hay nadie con discapacidad. Pero una amiga mía hace 20 años tenía un hijo con parálisis cerebral y así conocí esa realidad. Estuve conviviendo bastante tiempo con él y me ganó el corazón. No hablaba, pero se hacía entender y era una persona maravillosa. A veces vemos solo una silla de ruedas, pero no...

A raíz de ahí, empecé a organizar eventos para recaudar fondos y ayudarle. También iba a veces de voluntaria a alguna escuela para estar con los niños. Más adelante, mi hermana Elsa y Nini Cornejo hicieron un curso de monitor de pádel adaptado y crearon una escuelita en Málaga, en 2012. El proyecto fue creciendo y hace 12 años ya pusimos en marcha la asociación.

Comenzamos con cuatro chavales y ahora tenemos alrededor de 80, en el centro ubicado en el Real Club Mediterráneo de Málaga. Allí dan clase y se preparan para los campeonatos y exhibiciones. He conseguido como patrocinador a Joma, que los equipa para que vayan todos guapísimos, y están felices.

También damos charlas en los colegios para los jóvenes. Creo que soy un vehículo para dar visibilidad al deporte adaptado. A través de él, ellos mejoran sus condiciones físicas y socializan. Tenemos un chico con síndrome de Down que actualmente da clases de pádel a otros sin discapacidad. Es una labor superbonita.

¿Alguna otra anécdota que te gustaría resaltar en el trabajo de la asociación?

Siempre pongo este ejemplo. Tenemos dos hermanos con autismo, y uno es algo más profundo. Este fue a un campamento de verano en la escuela y, cuando terminó, su madre le preguntó qué es lo que más le había gustado.

Él respondió en un papel (era su manera de comunicarse) lo siguiente: "Que me siento en el mundo de los vivos". ¡Para que te hagas una idea de lo que se consigue! Cuando me lo contaron, me puse a llorar de la emoción.

¿Saben mejor estos triunfos que los trofeos de pádel?

Obviamente, es maravilloso ganar, pero lo que a mí me supone estar en contacto con los chicos y poder ayudarlos no tiene precio, me llenan de energía. Sin duda, es lo mejor que me llevo del pádel y voy a seguir en esta labor siempre.

Hablemos de tu carrera. Empezaste desde muy niña, pero en el tenis. ¿Cuándo se produjo ese cambio de deporte?

Sí, tenía siete años y pronto destaqué, así que mis padres me metieron en una escuela de alto rendimiento. Empecé a participar en campeonatos, a viajar, y estudiaba de nueve a tres y luego de cinco a nueve estaba entrenando. Llegó un momento en que tenía que elegir entre una cosa y otra, y decidí seguir con mi formación académica. Así que dejé el tenis.

En ese impás, empecé a practicar pádel con mis hermanas y a competir, pero a nivel local. Se me empezó a dar también muy bien y me llamó la que era número uno de España, María Silvela, para jugar con ella e irme a Madrid. Me dieron una beca para estudiar INEF, empecé una nueva vida y aquí estoy.

El deporte profesional es muy exigente, ¿has hecho muchas renuncias?

Cuando jugaba el tenis, todas mis amigas salían de fiesta y yo siempre me iba a dormir o estaba de campeonatos fuera. Ellas se acuerdan de que yo me pasaba el día entrenando o estudiando. Al final, quien algo quiere, algo le cuesta. Pero bueno, tampoco era mi estilo de vida.

Obviamente, te pierdes muchas cosas: tus sobrinos crecen, de pronto se muere un familiar y no puedes ir al entierro... Fíjate, mi hermana tuvo que poner la fecha de su boda en función de mi calendario deportivo. Al final, lo peor es estar lejos de casa, eso los deportistas profesionales lo acusamos mucho.

A mí me mata, por ejemplo, ver que mis padres se hacen mayores y no estoy con ellos tanto como me gustaría. Soy una persona muy familiar y estamos todos muy unidos.

¿Hay mucha diferencia entre el pádel femenino y masculino hoy día?

Sí, desgraciadamente, como en todos los deportes. Queda mucho por hacer, pero las brechas van acortándose. Necesitamos más visibilidad, porque eso incide en los patrocinadores, que es lo más importante.

¿Cuesta vivir de este deporte?

Mucho. El pádel está creciendo de manera increíble a nivel internacional, pero lo malo es que resulta muy costoso porque tienes que pagar el viaje hasta el sitio donde juegas y muchas otras cosas. Es complicado vivir de ello, quizá las 15 primeras del ranking puedan, como mucho, si consiguen buenos sponsors.

Si echas la vista atrás, ¿pensaste que llegarías tan lejos?

Cuando empecé jamás pensé que sería la número uno. Yo fui compitiendo, entrenando a muerte, siempre dándolo todo y se fue dando. Soy competitiva hasta en las canicas y nunca tiro la toalla, siempre pienso que se puede lograr, aunque vaya perdiendo.

Y ahora te retiras, ¿por qué has tomado la decisión y qué harás cuando lo dejes a nivel profesional?

Ya llevo bastante tiempo un poco planificando la retirada, porque creo que es importante tenerlo claro. Voy a cumplir 50 años y ya es edad para pasar al otro lado. Algún torneo por equipos jugaré, pero poco más. Me voy en un buen momento deportivo, después de la lesión que sufrí el año pasado me está costando tanto viaje y no estar en casa, por la edad de mis padres.

A partir de ahí, tengo entre mis proyectos montar algún club con mi academia en Málaga y Madrid. Y luego también estoy centrada en Joma a nivel internacional, en llevar todo el tema de patrocinios y socialización.

También quiero hacer exhibiciones, entrenar a deportistas... En resumen, seguir vinculada al pádel y enseñar, que me encanta, y buscar jóvenes talentos. Y obviamente, seguir con Palas para todos.

¿El momento más bonito y el más duro de tu carrera?

Ganar el Mundial en 2006 en Murcia cuando venía de dos roturas de ligamentos importantes. También fue el peor, precisamente por esas lesiones. Por cierto, la federación me puso psicólogos y me ayudaron mucho en la recuperación.

¿Es clave el apoyo psicológico para los deportistas de élite?

Sí, sobre todo para aprender a gestionar las emociones en la pista. Siempre digo que la diferencia entre el número uno del resto es la cabeza. Físicamente, todos son parecidos, pero la mente es la que te hace ganar.

Ya para terminar, ¿crees que el pádel ha dejado de ser ese deporte que practican los pijos antes de irse a tomar el aperitivo?

Yo creo que se ha superado. Cuando yo empezaba, sí que tenía esa etiqueta de elitista y pijo. Hoy son cinco millones de jugadores en España, y lo cierto es que puedes practicarlo en cualquier polideportivo, hay palas muy baratas y te equipas con una simple camiseta y unas zapatillas. Es un deporte que puede hacer cualquiera.