Rosa Sánchez de la Vega
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María Zabay es periodista y escritora, reconocida por su estilo mordaz, fresco y lleno de humor. Su obra se caracteriza por abordar temas sociales actuales con una mirada crítica y una voz original que combina irreverencia y profundidad.

En su novela Valentina, nos presenta a una joven latina de Queens que sueña con dejar atrás su barrio para cumplir su ambición de ser decoradora en Manhattan, enfrentándose a desafíos como el racismo y la desigualdad.

Arturo Pérez-Reverte define a Valentina como "pícara y desvergonzada", situándola en la tradición de la "novela filosófica" erótica del siglo XVIII, mientras que Carmen Posadas destaca la prosa fluida y dinámica que convierte la historia en un relato ágil y entretenido.

Con Valentina, María Zabay se consolida como una voz potente y fresca en la narrativa contemporánea.

¿Qué te inspiró a crear a Valentina y cómo reflejas en la novela las desigualdades sociales y los retos de abrirse camino en Nueva York?

Valentina nació cuando Trump llegó al poder y empezó a hablar del muro. Quise contar la lucha de clases y lo difícil que es ser inmigrante, abrirse camino partiendo en negativo.

Nosotras, venimos de familias normales, pero hay quienes nacen con privilegios, como Andrew, que nació en un penthouse con vistas a Central Park, porque la historia ocurre en Manhattan.

Valentina, en cambio, comienza con todos los obstáculos y con mucha picardía logra alcanzar sus sueños. Es como una lazarilla de Tormes del siglo XXI en lugares como Jamaica y Queens, que es lo peor de Nueva York. Con humor, tensión y algo de sexo, la novela busca divertir y también hacer reflexionar.

¿Elegiste ambientar la novela en Nueva York y no en una ciudad española precisamente por esos contrastes sociales y culturales que mencionas?

Sí, la multiculturalidad de Estados Unidos, especialmente de Nueva York, es muy diferente a la de España. Aunque hoy Madrid es un crisol de culturas, aún está lejos de lo que representa Nueva York.

Además, la ciudad muestra una marcada contradicción entre dos mundos muy distintos: Jamaica, que en la novela funciona casi como un personaje, representa la falta de oportunidades, el sálvese quien pueda, y la ausencia casi total de cultura y valores; mientras que en Manhattan el estigma y la diversidad cultural son mucho más evidentes.

¿Qué te lleva a conectar con clásicos como Lolita, El guardián del centeno, Ulises, Manhattan?

Manhattan Transfer de John Dos Passos tiene muchos personajes, pero aquí la protagonista es una joven que refleja muy bien Nueva York, desde Jamaica hasta Manhattan. Al cruzar el puente y ver los rascacielos, siente esa 'ciudad de las mil oportunidades', aunque no están al alcance de todos.

No es solo cambiar de ciudad, sino salir de la comodidad. Aunque tenía éxito en Jamaica, decide complicarse la vida para buscar su sueño. Comete errores propios de la adolescencia, mostrando imperfecciones comunes a todos. Sus dudas y vulnerabilidades reflejan las de cualquier adulto, y lo hace con humor y picardía.

En la historia, empleas piropos provocadores como recurso. ¿Cuál es tu opinión sobre el uso de ese tipo de lenguaje en la sociedad actual?

No, en la sociedad actual, con tanto políticamente correcto y sensibilidades, no tiene cabida ese lenguaje. Hay piropos bonitos que halagan y provocan una sonrisa, pueden ser de hombre a mujer, mujer a hombre, niño o niña. Decir "qué guapa" o "qué elegante" siempre es agradable.

Pero también hay piropos ofensivos y despreciables, que revelan falta de cultura, porque creen que halagan cuando en realidad insultan. Otros son inteligentes y seductores, esos son los bonitos.

Debería imperar el sentido común, que es lo menos común hoy en día. Si lo usáramos, distinguiremos entre lo agradable y lo que no lo es, sin meter todo en el mismo saco. Hay que reivindicarlo y ser valientes para decir "esto no me ofende, a mí me parece bien". Muchas veces hay gente que se ofende, pero luego en otras situaciones acepta piropos similares, falta coherencia.

Aprovechando lo que acabas de decir, ¿querías explorar en Valentina su afirmación personal, su lucha social, o ambas cosas?

Ambas. Somos fruto de las decisiones que vamos tomando, y eso es clave en Valentina. Para mí, lo importante es que no define el lugar donde nacemos o el apellido, sino las decisiones que vamos tomando a lo largo de la vida. Esa construcción personal es lo que realmente forma nuestra identidad. Quise reflejar eso en la historia, mostrando que esta se construye, no se hereda.

También quería expresar que detrás de la apariencia segura y carismática siempre hay vulnerabilidades e inseguridades, algo humano que todos tenemos. Esa es mi reivindicación.

Portada de 'Valentina', la obra de María Zabay.

¿Qué parte de ti misma has puesto en Valentina?

Al escribir, pongo mucho de lo que siento y pienso sobre la vida y el mundo. Valentina refleja mis inquietudes sobre la multiculturalidad y las dificultades que implica. También está la admiración por quienes luchan pese a caer una y otra vez, porque yo misma he vivido esos altibajos.

Nadie es perfecto, y me interesaba mostrar esa vulnerabilidad real, que también siento en mí. Escribir esta historia ha sido una forma de explorar mi propia identidad, mis errores y mi proceso de crecimiento, aceptando que somos complejos y que eso es lo que nos hace humanos.

Has abordado el deseo en tu escritura. ¿Cómo fue tratar ese tema? ¿Te expusiste mucho?

No me resultó incómodo. El deseo me parece fundamental, es lo que mueve el mundo, ya sea emocional, profesional o sexual. Escribo sobre lo que me parece importante y real, sin caer en lo políticamente correcto. Quiero contar historias desde el presente, con lo que nos atraviesa hoy.

¿Crees que hacer uso de ciertos atributos puede ser una ventaja o un atajo en la vida? ¿Cómo te posicionas ante eso?

Cuando haces uso de tus atributos, en realidad sales fortalecido. Tomas atajos que te benefician, aunque yo creo que deben evitarse siempre.

Pero claro, si decides no usarlos y además los demás piensan que sí los estás usando, entonces ni te beneficias del atajo ni te libras del juicio ajeno. Es decir, te llevas lo malo de no tomarlo y también lo malo de que crean que sí lo tomaste. Es una doble desventaja. Así funciona esta sociedad.

¿Has tenido que pagar algún precio por ser fiel a ti misma?

Siempre implica renuncias. Es una batalla constante: ganas coherencia, tu propia felicidad, pero también pierdes oportunidades, porque vivimos rodeados de tentaciones.

No hablo solo de lo sexual, sino de puertas que se abren, atajos que prometen éxito fácil. Yo no creo en ellos, creo que a largo plazo no funcionan. A veces pueden parecer eficaces a corto plazo, pero en el alma dejan oscuridad. Prefiero el camino más largo, aunque sea cuesta arriba.

Entonces, ¿el éxito debe construirse desde la autenticidad?

Sí, aunque sabemos que es difícil. Hay ejemplos de que se puede, y eso inspira. Pero muchas veces se logra a través de otros caminos. Lo importante es seguir intentando, aunque cueste, aunque uno sienta que no llega. Ese es también el espíritu de Valentina: insistir, seguir, caer y levantarse.

María Zabay, en una foto de archivo. Cedida

¿Te ha incomodado o juzgado alguien por mostrar tu ambición y autenticidad?

Muchas veces. Cuando logras algo, siempre hay quien prejuzga. Surgen los comentarios, los chismes. Es casi inevitable, sobre todo si eres una figura pública, aunque no seas la más conocida.

Pero eso lo vive todo el mundo. Al final, lo importante es poder dormir tranquila, saber que haces las cosas bien. Pueden hablar, pero si tú estás en paz, eso es lo que cuenta.

¿Crees que huir es una salida válida ante ciertas situaciones?

No lo creo. A veces es mejor apartarse de la maldad y seguir tu camino sin detenerte en ella, pero si llega el momento, hay que plantarle cara. Huir, para mí, es un acto de cobardía. No creo en la venganza prolongada, como la del Conde de Montecristo —que por cierto, es uno de mis libros favoritos—, porque te consume por dentro.

Pero sí pienso que, si puedes responder ante una injusticia o una crítica malintencionada, debes hacerlo. Si no lo haces, te estás traicionando y eso termina pasándote factura.

Has mencionado la relación entre Valentina y su madre. ¿Qué papel juega la herencia emocional?

Un papel fundamental. Todos arrastramos patrones familiares, nos demos cuenta o no. A veces rechazamos cosas de nuestros padres o abuelos, y acabamos repitiéndolas.

En Valentina eso es muy claro: desprecia profundamente a su madre, una mujer frívola, que vive de su atractivo y del sexo vacío, que no construye nada. Sin embargo, Valentina se sorprende repitiendo comportamientos que detesta. Y ahí está el conflicto: la lucha entre lo que uno quiere ser y lo que lleva impreso sin querer.

Autoras de palabra con Rosa, María Zabay

¿Por qué decidiste estudiar Derecho? ¿Fue un acto de rebeldía?

Sí, contra ETA. De pequeña viví los años más duros del terrorismo, con atentados diarios. El de la casa cuartel de Zaragoza me marcó especialmente: murieron cinco niñas. Recuerdo preguntar a mis padres cómo se metía en la cárcel a los terroristas y me dijeron que eso lo hacían los jueces.

Desde entonces decidí estudiar Derecho. Aunque luego la vida me llevó a otros lugares —modelaje, abogacía, cultura y medios—, ese motivo sigue vivo en mí. Creo que como ciudadanos tenemos la obligación de no olvidar.

¿Cómo han influido en ti los medios de comunicación?

Muchísimo. Me han hecho crecer como persona, porque entrevisto a gente admirable que me inspira y me abre la mente. Conoces realidades que no imaginabas y ves que hay muchas más verdades de las que uno contempla.

También te das cuenta de que el punto de partida influye: hay personas brillantes que empezaron desde cero, pero también otras que nacieron en familias con muchas ventajas, con un trampolín y una nube de algodón debajo. Lo admirable es que, aun pudiendo quedarse cómodamente ahí, deciden seguir subiendo, esforzarse, sudar. Y eso tiene muchísimo valor.