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Luis Alberto de Cuenca es el hombre definitivo, el que da sentido profundo a esta sección: ante mí, un caballero atravesado por el femenino universal en vida y en obra. Ensartado por una mujer que son todas. Su nombre, el de esa mujer mundial, ya es confuso y es más largo que el tiempo, fluctuante y dulce. 

Cautivado por la diosa primitiva, por la Virgen María, por la femme fatale, por las santas y las concupiscentes, por las inasibles y las vecinas. Todas aquellas muchachas que admiró sin tocar. Y esas pocas que acarició una vez y luego perdió. Las más hermosas compañeras de juegos. Y las tres esposas de una vida intensa. 

La primera vez que conocí a Luis Alberto, hace ya casi una década, me dijo "¿eres Lorena?", y, cuando asentí, sentenció: "Te llamaré Alsacia". Sonreí y no he dejado de hacerlo.

Lleva casi ochenta años sin abandonar su extraordinaria sensibilidad lúdica.

Hablamos con un profesional del mar, del humor, de la fiesta, de la suavidad, del amor que inventaron los griegos, de los cómics, de Occidente, de la amistad, del cristianismo, de la erudición generosa que no hace sentir tonto a nadie. 

Luis Alberto de Cuenca: ‘‘Todos los seres humanos somos hombres y mujeres a la vez’’ Cristina Villarino

Conversar con él es como viajar al interior de una pirámide y que haya serpentina en el suelo. 

Lo ha sido todo: nuestro poeta de guardia, el filólogo clásico más moderno, miembro de la Real Academia de la Historia, secretario de Estado de Cultura con Aznar, director de la Biblioteca Nacional, letrista de Loquillo, Premio Nacional de Poesía, Premio Reina Sofía, y casi todo lo demás. Se ha casado tres veces y está enamorado de la vida. 

Qué criatura brillante De Cuenca, qué espíritu de diversión irrepetible. 

Le pillamos con la boca pachucha después de un pequeño incidente en el dentista, pero le da igual ocho que ochenta. Conserva incorruptible su bondad y su trato infinitamente grato... y nos lleva por los confines paradisíacos de su casa-biblioteca, por el barrio de Salamanca, allá donde guarda libros hasta en la alacena de la cocina y en el frigorífico desenchufado. 

Todo lleno de cachivaches, todo lleno de memoria. 

Me dice Luis Alberto que empezará recitando un poema suyo que viene muy al caso. Perfecto: yo me hundo en el sillón a escucharle. Que les sirva a ustedes como regalo: 

"Voy a escribir un libro que hable de las (poquísimas)

mujeres de mi vida. De mi primera novia,

me enseñó el amor y las puertas secretas

del cielo y del infierno; de Isabel, que se fue

al país de los sueños con el pequeño Nemo,

porque aquí lo pasaba fatal; de Margarita,

recordando unos jeans blancos y unos lunares

estratégicamente dispuestos; de Ginebra,

que le dejó a Lanzarote plantado por mi culpa

y fundó una familia respetable a mi costa;

de Susana, que sigue tan guapa como entonces;

de Macarena, un dulce que me amargó la vida

dos veranos enteros; de Carmen, que era bruja

y veía el futuro con ojos de muchacho;

de la red que guardaba los cabellos de Paula

cuando me enamoré de su melancolía;

de Arancha, de Paloma, de Marta y de Teresa;

de sus besos, que izaron la bandera del triunfo

sobre la negra muerte, y también de su helado

desdén, que recluyó tantas veces mi espíritu

en la triste mazmorra de la desesperanza.

Voy a escribir un libro que hable de las mujeres

que han escrito mi vida". 

Ahora, vamos allá. 

Hablemos de la primera mujer de tu vida. Tu santa madre.

Mi madre era una persona que adoraba la Historia. Le hubiera hecho mucha ilusión saber que su hijo iba a ser académico de la Real Academia de la Historia.

Leía muchísimos libros, le gustaba sobre todo el Siglo de Oro. Era una mujer que no estudió carrera porque en aquel momento la mujer estaba como estaba, pero que estudió algo práctico, como contabilidad, para manejar la casa. Era una mujer absolutamente maravillosa.

¿En qué os parecéis?

En que siempre queremos que esté feliz la persona que está con nosotros.

"Mi madre adoraba la Historia, leía muchísimo sobre el Siglo de Oro"

A ti te gusta que todo sea grato.

Sí. Que no sea violento. Detesto la violencia. Las situaciones límite, los gritos, las peleas. ¡Me encanta la épica… y los príncipes valientes… pero no en la realidad!

¿Cómo era ser niño en España, en Madrid, en el año 50? ¿Cómo se miraba a las muchachas, a las mujeres?

Estábamos completamente locos por las mujeres. Había un gran muro entre sexos. Yo estudiaba en el colegio El Pilar, en la calle Castellón, y había un colegio de niñas que era el colegio Loreto, muy famoso, enfrente.

Entonces era un asunto simple: quedábamos en un banco que había en el bulevar de General Mola. Nos veíamos para charlar y fumar pitillos. Había allí una persona que se llamaba Teresa, que a mí me volvía loco… y la miraba.

¿Y ella te miraba a ti?

Yo creo que no, que miraba a todos en general, pero era una mujer tan buena que no podía quedarse sólo con uno. Entonces acabé de novio con una niña del Loreto que se llamaba Rita.

Luis Alberto de Cuenca nos lee poemas a contraluz. Se encuentra más en sus versos que en sus recuerdos. Nieves Díaz.

¿Dónde está ahora?

Muerta. Murió con 19 años en un accidente de automóvil en Barcelona.

Cómo lo lamento.

Fue horrible, horrible. Y a mí ella me marcó mucho. Le he dedicado muchos poemas desde 1970, que fue cuando murió.

Recuerdo sus ojos verdes, su pelo castaño, su altura. Era una gran estudiante. Yo empecé la carrera de Derecho, que no me gustaba nada, por complacer a mis padres, y luego nos apuntamos los dos a Filosofía y Letras.

Yo la esperé unos meses para empezar a la vez. ¡Mis padres me decían que había perdido un año…! Pero todos los años se pierden, ninguno se gana. Ella está en mí, todavía, de alguna manera.

Tiene su eco dentro de ti.

Absolutamente.

"Me marcó la muerte de mi novia Rita, a los 19 años. Le llevo dedicando poemas desde el año 70"

¿Cómo reaccionaste a una noticia tan atroz? La muerte de una chica que tú amaste…

Era una mujer tan extraordinaria que hasta en eso me hizo un favor, porque ella se había enfadado conmigo en julio de 1970 y se había ido a Barcelona, donde vivían sus padres (el padre era catedrático en Caminos).

Habíamos sido novios tres años, de los 16 a los 19, pero ahí, en ese momento, cuando ella murió, no lo éramos. Porque ella cortocircuitó.

La mujer es más madura que el hombre. Ella quería buscar nuevas aventuras, nuevos espacios, y eso acabó siendo bueno para mí, porque si yo llego a estar en ese momento con Rita… no sé, yo no sé.

Fue horroroso así... pues imagínate si hubiera estado con ella. Yo creo que no tenía intención de volver a la pareja. Recuerdo cuando dio ese salto, cuando se hizo mayor, cuando volvió una vez de Barcelona a Madrid y era otra: había cambiado, tenía mucha personalidad.

Era más ella misma.

¡Sí! Y me gustó tanto… más aún. Me quedé prendado de esa nueva Rita. Fuimos muy felices y después ella sintió la llamada de la independencia. ¡Lógico!

Luis Alberto de Cuenca perdió a su primera novia, Rita, y esa muerte le ha marcado para siempre. Nieves Díaz.

Es difícil creer en dios cuando pasa algo así, ¿verdad?

Sí, pero de todas maneras, lo de creer o no creer… si crees en dios, pueden pasar las mayores atrocidades, que sigues creyendo.

Con más fuerza todavía.

Sí. Y yo creo algunas veces. Otras veces no.

¿Recuerdas el primer deslumbramiento de ver a una mujer desnuda, ese vértigo y todo lo que inauguró?

Sí. Lo cuento en un poema que se llama ‘La caseta’. Está en el libro ‘El secreto del mago’, que fue premio Gil de Biedma. Hay una caseta en Pozuelo de Alarcón, donde veraneábamos, que qué absurdo, veranear al lado de Madrid, ¿no?

Teníamos una especie de chalet o de hotel, como se llamaba entonces… era un hotelito siniestro, cúbico, con dos plantas y un jardín muy bonito.

"La primera vez que vi a una chica desnuda tenía 13 años. Fue en una caseta de verano, entre una vorágine de desechos"

Sin piscina ni nada, entonces no había esas cosas. Fue con una vecina, una chica que se llamaba Beatriz, hija de unos amigos de mis padres.

La caseta era nuestro lugar de encuentro, ese sitio lleno de revistas usadas, de maderos para la chimenea… ahí fue, en medio de esa vorágine de desechos… vi mi primer desnudo femenino.

¿Qué edad tenías tú ahí?

13 años.

¡Hala! ¡Precoz!

Fue la niña la que era precoz. Sois vosotras las que elegís y marcáis los tiempos. Hay un cierto exhibicionismo… no en todas las mujeres que he conocido, pero en muchas sí, y en un momento dado, cuando se ven adoradas, les apetece mostrarse en todo su esplendor.

Esto me recuerda a Virgilio, un pasaje de La Eneida. Venus se disfraza de aldeana y orienta a Eneas en los pasos que debe dar en Italia para conquistar los territorios rútulos.

Dice Virgilio “ella retrocedió, se dio la vuelta y siguió andando después de informar a Eneas, y por su manera de andar, se reveló la diosa…”. El porte, el movimiento descubrió a la diosa.

"La mujer es la diosa por excelencia desde la era primitiva. Los dioses patriarcales vinieron después"

Ser mujer tiene que ver con el movimiento.

Sí, y con la diosa. La mujer es la diosa por excelencia. Desde que los hombres primitivos adoraban a los dioses femeninos. Los dioses patriarcales vienen después. Antes todo era figurita de Venus con los atributos sexuales marcados, que eran los que posibilitaban que la tribu no se fuera al carajo.

¿Cuándo dejaron los hombres de adorar con las diosas para empezar a temerlas o a criticarlas?

En el Neolítico. Cuando se inventó la agricultura.

Eso hace que haya reservas de comida, y esa reserva hace que se diferencien los papeles de una manera más clara: que las mujeres muelan el grano para hacer pan, y que los hombres ya no tengan sólo que dedicarse a la caza, sino que tengan tiempo para cabrearse con los de al lado, etc.

Ahí empezaron las famosas pugnas entre los imperios mesopotámico, el egipcio… tal. Cuando aquella chica, Beatriz, me ofreció su cuerpo, fue como una aparición de la virgen de Fátima.

Ella necesitaba mostrar su realeza. No la abracé ni toqué su cuerpo, me limité a admirar.

El poeta Luis Alberto de Cuenca nos recibe en su mágica biblioteca llena de historias y cachivaches para hablar de las mujeres de su vida. Nieves Díaz.

¿Cómo influye en España el concepto de la Virgen, para bien y para mal? ¿Y si tuviéramos una diosa que fuera un poquito más concupiscente… nos habrían restringido menos eróticamente, a las chavalas?

Es cierto, pero ontológicamente la Virgen es igual que las concupiscentes, aunque ella sólo estuvo con el Espíritu Santo.

Es un patrón común a todas las diosas. Yo le escribí un poema a la Virgen María: “Digo el Ave María en voz alta, de noche, desafiando las sombras. Dios te salve, María, llena eres de gracia. El Señor es contigo.

Al llegar a este punto, me sube a la garganta un nudo de fe tibia que me da la entereza y el temple necesario para seguir viviendo… Bendita tú, María, entre todas las diosas que habitan el cielo de nuestro desamparo”. En el fondo estoy diciendo “nos hemos inventado a las diosas” (ríe).

¿Cuáles han sido tus mitos eróticos?

¡Vamos a ver! Hayley Mills. Hizo una película que tuvo mucho éxito en mi infancia, ‘Tú a Boston, yo a California’. Era una niña maravillosa. Está viva pero tiene un cáncer irreversible. Yo tenía planes de boda con ella. Iba muy en serio con Hayley Mills (ríe).

O la princesa Leia. O sea, Carrie Fisher. Me llevé un disgusto tan terrible cuando murió… ella se colocaba bastante e hizo una locura, a borde de un avión, se metió mucha coca a bordo y al llegar ya tenía el corazón destruido y no la pudieron salvar. Le hice una necrológica.

Otro mito erótico: Hedy Lamarr.

"En misa siempre se ha ligado mucho: eso lo descubrí con 15 años"

¿Española?

Marisol me gustaba mucho, pero me gustaban más extranjeras.

Por inasibles.

Sí. Pero a la vez me gustaban dos vecinas mías, dos austríacas (ríe). Nunca hablé con ellas. Y a mi íntimo amigo José Luis Xousa y a mí nos gustaba otra… la espiábamos. Él ha muerto.

Siento hablarte tanto de muerte, pero es que la gente se muere. Es una costumbre que tienen. En fin, íbamos a misa, a Goya 26, por verla a ella.

Tú yendo a misa pensando en pecar…

Es que en misa siempre se ha ligado mucho, te lo digo. A los 15 años lo descubrí.

¿Escritora favorita?

Mary Shelley. Era mucho más brillante que toda su familia, que el propio Shelley, y siempre vivió bajo la condescendencia de estar a la sombra. ¡Con su obra inmortal ‘Frankenstein’!

¡Es una locura, es lo más grande que hay! Y Doña Emilia Pardo Bazán, mejor cuentista española de todos los tiempos. Comparable Chéjov, a Maupassant, a Poe.

"Hay un cierto exhibicionismo en algunas mujeres: cuando se ven adoradas, les apetece mostrarse en todos u esplendor"

¿Cineasta o actriz favorita?

Ana Mariscal. En pleno franquismo era una señora con una personalidad bárbara. ¡La admiro mucho! Tenía un lunar… y a Leni Riefenstahl, la que hizo cine para los nazis, que hizo la famosa película sobra la Olimpiada de Berlín…

Era una mujer que vivió cien años y que con noventa se metía en las aguas de África a buscar corales. Luego no se le encontró ningún cargo y vivió haciendo fotos.

¿Personaje histórico femenino favorito?

¡Muchos! Pero me cae muy bien una madame de la corte de Luis XV, madame Pompadour, por ejemplo. Mujeres con mucha valía que eran ingeniosas y se arreglaban muchísimo a la vez.

En la cocina de Luis Alberto hay libros hasta dentro de la nevera. Nieves Díaz.

Personaje de ficción femenino favorito.

¡Ofelia! Me fascina. Las de Shakespeare, en general. Y Lady Macbeth. Y hay una criatura de Galdós que me fascina, que es Inés, por eso le puse a mi hija Inés. Me enamoré de ella. Era cómplice total, era amiga de juegos. Me ha gustado jugar siempre con niños y con niñas.

Somos realmente compatibles en el juego. Me gusta el concepto de compañera. Las aventuras no las corren sólo los hombres… eso es absurdo, necesito presencia femenina, compañeras de aventuras.

¿Cantante o músico favorita?

Cantantes negras de jazz. ¡Ella Fitzgerald!

Política favorita.

Actual, Cayetana Álvarez de Toledo. Julia, la hija de Augusto. Me gustan las femme fatales.

"Ante las femme fatales hay que aceptar tu inferioridad: defiendo la relación de subordinación. Es la diosa madre, joder"

¿Qué tal se lidia con las femme fatales en la vida real? ¿Tú has sabido torear?

Hay que aceptar tu inferioridad ante ellas sin llegar a que te guste que te zurren. Defiendo la relación un poco de subordinación ante ellas. ¡Es la diosa madre, joder!

Es un residuo de ese culto. El cuerpo femenino es muy poderoso. Yo entiendo que el David de Miguel Ángel está muy bien, es muy guapo, pero no tiene nada que ver con el cuerpo femenino.

¿Qué son los “besos eruditos”? Este concepto lo mencionas en tu último poemario, en el poema llamado ‘Pienso en ti a la caída de la tarde’. 

Ay, cómo me gusta esta pregunta. Mira, Julio Herrera y Reissig es un escritor uruguayo de la época modernista y tiene un poema donde habla de “besos eruditos”. Y me encantó, porque los besos eruditos son profundos, tranquilos, espaciados, largos…

Yo creo que el beso más hermoso que se pueden dar un hombre y una mujer es un beso erudito: un beso que de alguna manera contenga todos los besos que ha habido en la historia de la humanidad, desde los besos de Catulo.

O sea, que tiene que ser un beso con memoria.

Sí. Tengo un artículo publicado en una revista de cine, que se llama Besos de cine. Hitchcock, por ejemplo. Ahí se ve claro, ¿no? El amor lo inventan los griegos, antes había otra cosa, pero no amor.

Antes de los griegos, el beso no tenía historia, era un beso que formaba parte de la cópula, del acto amoroso que luego desembocaría en un hombre o mujer más para la tribu.

¡Safo es fascinante! La historia del beso empieza con ella. Hay un libro que se llama La camarera del cine Doré y otros cuentos, de un amigo mío, Carlos Martínez Aguirre, que no ha escrito mucho más y que habla de que en Grecia es donde surge el amor.

"El beso erudito es el beso que contiene todos los besos que ha habido en la historia de la humanidad, desde Catulo"

¿Qué crees que se puede saber de una mujer solamente al besarla? Hay quien dice que al besar a alguien, a un hombre o a una mujer, se entiende secretamente, en un segundo, toda tu historia con esa persona. Esta concesión al realismo mágico a partir del beso.

Es que el beso es muy importante cuando ligas con alguien: no se sabe cómo ni por qué pero surge la necesidad de besar a esa mujer y a ella también le pasa, es decir, es coincidente.

Es magia, pero una magia que todos hemos vivido. ¡Son besos contra la muerte!

“Cada beso que compartimos es, de alguna forma, la señal del edén que nos espera”. Éste es un poema que escribí, un poema positivo. O sea, en cada beso no está la prefiguración de la muerte, sino de la eternidad.

Una promesa de paraíso.

Exacto.

Curiosidad: Luis Alberto de Cuenca siempre ha tenido esposas filólogas. En concreto, tres. Nieves Díaz.

Oye, ¿qué piensas de eso que decía Fernán Gómez de que él a una mujer culta la querría como maestra, no como pareja? A ti siempre te han gustado las mujeres inteligentes. Tus tres esposas han sido filólogas.

Sí. Yo he buscado en las mujeres de mi vida comunicación cultural. Para mí una formación era necesario. No quería ser Pigmalión con nadie.

Quería que ella ya me encontrara sabia. Yo es que creo que se puede ser guapo y listo, guapo y tonto, listo y feo y… ¡de todo! O sea, no es de encontrarse a una mujer de bandera y porque sea guapa, presuponer que es tonta. ¿Qué es eso?

Además, mi concepto de belleza no es estrictamente clásico. Mira Irene Escolar. ¡Me parece hermosísima! Y tiene la nariz picuda. No es nada clásica su figura pero me fascina. No me gustan las guapas-guapas, las mises…

"Antes de los griegos, el beso no tenía historia. La historia del beso empieza con Safo”

Las guapas oficiales.

Esas no. Pero bueno, yo sólo tengo 74 años y aún no puedo saber: estoy empezando.

¿Qué sentido tiene el matrimonio?

Pues yo me he casado tres veces, quizá por eso pienso que tiene poco sentido (ríe).

Pensé que le habías cogido el truquillo.

El matrimonio es una institución necesaria para que socialmente nos desarrollemos, y yo que soy muy occidental y me gusta mucho la cultura occidental y la defiendo (ahora que se la suele denostar)… pues pienso que el matrimonio es un pilar en el que se basa esa manera de ver el mundo.

Me contó Isabel Allende, ella que también se casó tres veces, que la primera vez lo hizo por la pasión, la segunda por la conversación y la tercera por la amabilidad y la compañía.

Inteligente, Isabel Allende. Yo la primera vez me casé con 23 años y fue porque me quería ir de casa de mis padres y tener una casa donde poder jugar al mus con mi mujer, que era una gran jugadora de mus. Y yo estaba ahí siempre dándole a los poemas, leyendo de madrugada para los amigos, comprando sándwiches…

¡Ah! Vuestras raves.

(Ríe). Sí. Yo me casé sobre todo por eso. La segunda vez me casé por amor y la tercera, también por amor. En la primera se acabó la historia y nos separamos…

Con nulidad y todo.

Sí. La segunda… fue ella quien tomó la decisión de dejarme (algo habría hecho yo). Y luego, cuando yo era director de la Biblioteca Nacional, vio una mujer a hablarme de un escritor francés del que había hecho ella la tesis, porque estaba sorprendida de que yo le conociera, y ligamos enseguida.

Esa mujer era Alicia. Quedamos en Embassy. Yo lo primero que le dije es “tú, ¿estás casada?”. Ella se sorprendió un poco también con eso (ríe).

Uno de los poemarios de Luis Alberto de Cuenca en su preciosa biblioteca, casi levitante. Con Carrie Fisher, su mito erótico, en la portada, en forma de princesa Leia. Nieves Díaz.

Y yo le dediqué un poema que le hizo pensar que yo era una especie de psicópata peligroso: “Dame de beber, Alicia, dame de beber, calma la sed de este muerto con tus labios de granada… mira que es de noche cerrada y no hay ningún bar abierto…”.

Es muy lúbrico y emocionante.

Yo creo que sí, la verdad.

¡Está contigo todavía! ¡Funcionó!

Llevamos muchos años.

En este último libro le vuelves a regalar la dedicatoria: “A Alicia, 25 años después”. Recuerdo otro que le dedicaste: “A Alicia, que dejó el mar y se vino a vivir a mi bañera”.

¡Sí! Ese era del poema de La sirenita. En mis poemas lo que está presente es el eterno femenino. “Su nombre era el de todas las mujeres”. Luego Loquillo hizo un disco.

"El macho ibérico es un gilipollas, es muy pesado: lo vemos en Ábalos y en Koldo. Que se extingan"

¿Cómo distingues tú que estás enamorado?

Se distingue no en el cuerpo, sino en la memoria: o sea, aquella reunión que tuvimos se me quedó grabada y quise que hubiera más.

El amor se da cuando te das cuenta de que no te basta lo habitual, ver a una persona una vez por semana: sino que la necesitas ver siempre. Y la recuerdas en el duermevela, en la cama, antes de dormir.

¿Se ha extinguido el macho ibérico?

No. El macho ibérico es un gilipollas. Hay que declararlo como al lince, en peligro de extinción, a ver si en ese estudio de sus características pudiera cambiar un poco.

Es muy pesado. Lo vemos ahora en las conversaciones de estos pájaros, Ábalos, Koldo… lo hemos oído todos. Son el prototipo de gilipollas ibérico.

Luis Alberto dice que su masculinidad es relativa: tiene una sensibilidad muy femenina. Nieves Díaz.

¿De dónde procede esto?

Yo creo que procede de nuestra sangre árabe, de la posesión del mundo árabe de los hombres sobre las mujeres. En el mundo indoeuropeo ha habido más igualdad que en el mundo semítico, por ejemplo.

Detalles de la casa-biblioteca de Luis Alberto de Cuenca. Nieves Díaz.

¿Cómo es tu masculinidad?

Relativa. Tengo cosas de hombres y de mujer. Me gusta la estética y me gusta la épica. Tengo una sensibilidad que me acerca a lo femenino sin que eso me haya generado dudas sobre mi sexualidad. Y te diré más: creo que el 90% de las mujeres que he amado y que me han amado son más bien masculinas. ¡Si todos somos bisexuales!