Quien se cruza con Begoña Pérez, La Ordenatriz, sabe que sus cajones, sus armarios o sus bolsos pueden sufrir una transformación. Porque esta experta en orden, madre de siete hijos, licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas, hace fácil esa tarea para la que parece que se creó la frase “¡qué pereza!”.
Usuarias y usuarios de Magas entran ahora en su universo de casi dos millones de seguidores en redes sociales. A esta perfeccionista de libro le impone mucho que la comparen con Marie Kondo y reconoce que la japonesa sí que es ordenada, que ella solo fluye.
Y hablando de libros, hay que recordar que tiene dos publicados (Los trucos de La Ordenatriz y Limpieza, orden y felicidad) y sufre el síndrome del escritor, que siempre cree que puede seguir mejorándolos.
Sabe cómo ordenar un armario, una cocina o cómo quitar un rayajo del coche con laca… Y confiesa que está enganchada a las redes sociales.
¿Recuerdas el momento en que te percataste de tu capacidad para ordenar y enseñar a los demás a hacerlo?
No, no, es que sigo sin pensarlo. No tengo esa capacidad, pero sí la de comunicar y trasladar esas ganas que nos hacen falta a veces para decidirnos a ordenar. Pero, de alguna manera, lo entendí cuando falleció mi padre.
Durante el duelo me desordené a lo bestia. Olvidaba las citas médicas, los uniformes nuevos que había que comprar… y, claro, además en una casa grande no encontraba nada... Cuando cerré el duelo dos años después, reconocí que no podía seguir tan desordenada.
Tal vez ahí me di cuenta de que el orden material influye muchísimo en el inmaterial y viceversa.
Retrato de la creadora de contenido.
Cuando ordenas, ¿sientes una especie de paz mental?
Está súper relacionado. Lo que sí creo es que los que no somos tan ordenados tenemos un poco más de “cinturilla”, de flexibilidad que igual no tienen los que son megaordenados. Y lo que está claro es que cada uno tiene que encontrar su propio orden, que además va por años, por edades o por crisis.
Tras tu propia crisis, empiezas a ver las cosas claras, a ordenarte tú y a ayudar a los demás a hacerlo.
Vi clara la importancia de los procesos, de comprenderse a uno mismo y a los demás. Ahí todo empezó a fluir mucho mejor. Y entendí cómo afecta el orden, por ejemplo, a la convivencia. Porque si dejo la taza de café sucia o los platos de la comida sin recoger influye en los demás. En mi caso, a mucha gente, porque somos muchos en casa.
Esto es importante en la época de individualismo que estamos viviendo. Y no digo egoísmo, sino individualismo, que es como un poquito peor, porque estamos centrados excesivamente en nosotros mismos.
¿Qué vas a ordenar desde Magas?
Lo primero que te digo es que me hace mucha ilusión. Voy a dar tips muy pequeños. Pequeños no significa que no tengan importancia, sino que son cortos en tiempo. Quiero que la gente vea y aprenda en un minuto algo para poder aplicar a su vida.
Por ejemplo, cómo quitar sangre. Porque las manchas nos atacan a todos. No hay nada más democrático que una mancha, que te cae además en el peor momento. Quiero dar tips para que quien me siga aprenda algo nuevo. Esa es mi ilusión con este proyecto; esa, y que sea rápido y fácil.
¿Todas las semanas?
Será semanal. Lo iremos avisando desde mis redes, para que la gente se lo guarde. Daré trucos de todo tipo. Para quitar manchas pero también de orden. Al final, como la vida es un poco de locos, y como vamos todos corriendo, yo creo que nos hacen falta tips de todo tipo. Voy a dar hasta de protocolo.
La Ordenatriz frente al objetivo.
¿Cuándo dejas de ser Begoña Pérez para convertirte en La Ordenatriz? ¿Cómo haces esa transferencia de personalidad?
En realidad, no creas que hago mucha transferencia. Bueno, a veces necesito hablarle a Begoña. La Ordenatriz vino a ayudarme a ayudar al resto para ayudarme a mí. Pero no hago mucho esa transferencia porque me volvería loca. Yo necesito ser lo que soy, con mis cosas buenas y mis cosas malas.
¿Cómo eres?
Pues soy muchas cosas. Primero porque soy géminis y creo que eso se nota. Yo hago muchos trabajos a la vez y eso para mí es lo complicado. Tengo que hacerlo bien para ti, para la tele, para el orden, para Instagram, tengo que hacerlo bien y tener todo organizado. Pero parece que es imposible.
No digo que sea desordenada, digo que no tengo tiempo para ordenar. Y en este mundo en el que nos movemos, reconozco que debo ser honrada y decir: “Esto lo tengo desordenado”. Si tú me preguntas cómo está mi casa, tengo que decirte honestamente que no está ordenada. Es imposible.
Antes de ser La Ordenatriz tenías un estudio de interiorismo con tu marido, así que estarías acostumbrada a entender los espacios.
En realidad, cambié de profesión hace solo cinco años. Pero es cierto que tenía que pasar por todo lo que he pasado, o sea, por mis siete hijos, por todas esas manchas, todo ese desorden, todo ese proceso, para llegar donde he llegado.
Y también por el interiorismo, para comprender perfectamente no solo los espacios sino a los clientes. Por ejemplo, cuando quieren una cosa y tú ves que se están equivocando… pues hay que dejar que se equivoquen.
En el estudio de interiorismo, ¿tu especialidad eran los armarios?
Mi especialidad eran las cocinas. Ahí soy súper buena. Se nos daba muy bien a Pedro y a mí en el estudio. Él es arquitecto y tiene una visión espacial absolutamente extraordinaria.
Bego Pérez se estrena en Magas.
Trabajabas con tu marido y sigues trabajando con él. ¿Cómo lo llevas?
(Ríe) Hay veces que digo: “¡Qué mal me caes!”. Y, con cara de asco, me dice: “Pues tú también”. Pero sé que está mirando por mi bien, igual que yo miro el suyo. Estamos en el mismo camino.
¿Que hay veces que me sobra mucho estar juntos? Sí, por supuesto, pero normalmente me alegro. Igual queda cursi decir que él me cuida y me eleva.
¿Siempre tuviste dotes de comunicación?
Sí, sí. Mi padre era un gran orador. Movía como quería una sala entera. Era increíble. Percibía las emociones de manera impresionante. Yo estoy muy lejos de eso.
Parece que sufres síndrome de impostora…
Permanentemente.
¿Cómo haces para evitarlo?
Me lo quito con mi familia y con mis amigos. Me dan dosis de realidad. Me hacen ser la de siempre, la desordenada o la ordenada, su Bego... Me quieren por lo que soy, no por lo que aparento, ni por ser La Ordenatriz…, Bego, y ya está.
Retrato de la entrevistada.
¿Cómo se maneja el orden con siete hijos?
Parecen de distinto padre y de distinta madre. Tengo uno tan ordenado que a veces le he visto ir al cole tan como un pincel que he llegado a despeinarle. Y las tres pequeñas que han nacido ya con La Ordenatriz son las más ordenadas…
Yo también me he vuelto más ordenada. También es verdad que, con el poco tiempo que estoy en casa, o lo hago cuando estoy, o no lo hago, o a lo mejor lo hago dos semanas después a la vuelta de un viaje.
¿Por qué nos cuesta tanto ordenar en general?
Porque es un esfuerzo. Porque es constante. Porque es una disciplina, una autodisciplina fuerte. Ordenar una simple taza de café no es lo que el cuerpo te pide. Es muy distinto lo que podemos valorar y lo que podemos priorizar. Pero esa elección de vida, de ser ordenado, es dura para todo el mundo.
¿Hay algo que dices si no lo haces no puedes ser ordenado y si lo haces estás en el buen camino...?
Creo que hoy hay un consumismo brutal y los armarios están desordenados, porque nos sobra de todo. Cuando tenemos exceso de cosas materiales, es imposible tenerlo ordenado. Entonces, lo primero es aprender a desprenderse.
¿Cuándo hay mucho desorden puede hablarse de disfunción?
Sí, sí, cuando hay mucho desorden. Y, ojo, siempre hay crisis en la vida, todos podemos tenerlas, nos remueven muchísimo y nos desordenan. Y como no estamos siempre igual, con el orden se nota muchísimo.
Creo que hay un estudio en Harvard que dice que los niños que aprenden las tareas domésticas desde pequeños son más felices de mayores.
¿Un aspecto fundamental del orden consiste, por ejemplo, en no salir de casa sin hacer la cama?
Es como una especie de hábito que te empieza a ordenar el día. Ya sales con una victoria. Y sobre todo es importante con los pequeños, con los menores de 18 años que con el tiempo tendrán ese recuerdo positivo de “mis padres me obligaban a hacer la cama”…
Empezaste ordenando casas y ahora te metes en las de millones de personas a través de las redes sociales. ¿Cómo te ha cambiado la vida?
Yo diría que no mucho. A lo mejor habría que preguntar a los de alrededor, pero yo diría que no. Primero se me nota bastante que tengo 50 años; todavía soy muy analógica.
Entonces, cuando estoy resolviendo una duda sobre cómo quitar una mancha, me implico y digo: “Eso tiene que salir”. Me implico mucho. Y cuando iba a ordenar era igual.
¡Lo que influyes! Habrá gente que se crea que tú eres superwoman o milagrosa…
Total, total. A veces en nuestro trabajo no somos conscientes de cómo influimos, tanto para bien como para mal. Creen que todo lo soluciono, que lo tengo todo superordenado y supercontrolado… Y creo de verdad que lo que más me cuesta controlar es a mí misma. Porque no sé decir que no.
¿Qué es lo que más te ilusiona?
Pues hay veces que digo que estoy al lado de noséquién súperimportante y me están tratando igual. ¡No soy invisible! Pero sé que volveré a serlo. Porque esto pasará de moda. Y ya está. No importa.
De izquierda a derecha, Begoña Pérez y Charo Izquierdo, en la entrevista.
¿Cómo te organizas en un día cualquiera?
Buff, es que son muy distintos. Lo que ve la gente parece divertido… Pero no saben que voy con una bolsa con tres pares de zapatos y dos chaquetas para cambiarme de look porque grabo un podcast, luego voy a una tele, después a un evento privado y termino con una periodista de la revista tal. Llego tarde a casi todo porque no me da el tiempo...
¿Las redes sociales te divierten?
Sí, sí, sí, y me tienen totalmente enganchada.
¿Cuál es el truco infalible por el que la gente se rinde ante ti?
Cuando hablo de los usos de la laca, flipan. Bueno, es que yo sigo flipando. De hecho, no sabía que tenía tantos y los he ido conociendo gracias a mi comunidad.
Yo empecé con las bondades de la laca para quitar la mancha de tinte de pelo en pandemia.
Me teñí, me manché la camiseta y me acordé de que una peluquera me había dicho que se quitaba con laca. Lo hice y lo grabé.
¿Qué es más difícil: ordenar un bolso o un cajón?
Un bolso. Cuando estás metiendo y sacando cosas todo el rato de un sitio es muy difícil mantener el orden. El bolso tendríamos que ordenarlo todos los días. El cajón es más fácil.
¿Serías capaz de definir tu filosofía del orden en una frase?
Mi filosofía, y que a nadie le gusta, es que lo que usas en ese momento, lo guardas en ese momento. ¿Qué nos pasa? Pues que se nos hace difícil.
Si cojo las tijeras de costura que están donde la costura, y me las llevo al cuarto de baño donde me estoy vistiendo, lo más fácil es las deje en el lavabo…, y a ver cuándo las devuelvo a su sitio.
Por eso, muchas veces hablo de que debemos mantener en el resto de la casa el mismo orden de la cocina que, si te das cuenta, está ordenada siempre.
¡Por higiene!
Efectivamente, por salud, pero también porque si me voy a hacer los macarrones a mediodía y tengo la taza del café con leche y los platos del desayuno, resulta que tengo que quitarlos, tengo que limpiar...
Y es lo que da pereza, ¿no? Si hiciéramos en nuestra casa lo mismo que en la cocina, que ya digo que normalmente mantenemos en orden porque sabemos que es mucho peor no hacerlo…
Supongo que habrá gente que ordena cuando sabe que vas a ir a su casa…
Cuando hice el curso de organizadora profesional, nos enseñaron a no llegar nunca a una casa antes de tiempo. Nos recomendaban retrasarnos dos o tres minutos, porque se suponía que esa persona estaría nerviosa pensando que la íbamos a juzgar por lo desordenada que tenía la casa.
Y dirás: “Hombre, vamos a ver, si te están contratando para ordenar, será normal que lo tengan desordenado”... Así lo veo yo, pero además hay que mentalizarse de no juzgar. Yo no juzgo a nadie. No es mi papel. Ordenar me ha enseñado a juzgar menos. He abierto muchísimo mi mente.