En el relato de la prehistoria que ha llegado hasta nuestros días, las mujeres ocupan un lugar secundario que la ciencia no se ha preocupado por entender y explicar en profundidad hasta ahora, cuando el feminismo reivindica el papel fundamental de las mujeres en la historia.

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Marga Sánchez Romero, catedrática de prehistoria, divulgadora y vicerrectora de Igualdad, Inclusión y Sostenibilidad en la Universidad de Granada es la autora de Prehistorias de mujeres (Destino, 2022) con el que pretende demostrar algo muy simple: que las mujeres han participado en la vida social, política, económica y cultural en todas las sociedades a lo largo de la historia.

Desde la investigación científica, llevamos mucho tiempo dándonos cuenta de las malas interpretaciones y de esa invisibilización que se ha hecho sobre las mujeres, pero nos dábamos cuenta también que no llegábamos a la gente”, asegura la catedrática.

Y continúa: “Personalmente, intento sobre todo, transformar una idea sobre las mujeres que sigue estando presente en la actualidad, y que precisamente por eso utiliza la prehistoria para seguir sustentando esas ideas. Estereotipos e ideas preconcebidas que siguen afectando en la cotidianidad de las mujeres de hoy”.

Asegura que las desigualdades no son biológicas, sino culturales

Así es. Cualquier desigualdad entre mujeres y hombres o incluso entre grupos sociales, son todas construidas, no biológicas. La prueba es que hoy las mujeres no somos lo que éramos hace 100 o 120 años. No podíamos votar, no podíamos hacer casi nada, y ahora no somos más listas de lo que eran las mujeres de hace 150 años. Pero entonces, sí se nos consideraba más infantilizadas, más necesitadas de protección... Y eso es una cuestión de negociación, de decir: ‘yo tengo los mismos derechos que tú y no hay razones biológicas’.

Las sociedades pueden tomar muchas decisiones distintas. De hecho, tampoco es igual la situación de las mujeres en todo el mundo.

Portada del libro, Prehistorias de mujeres.

¿Cuánto tiempo le ha llevado desmontar esta prehistoria, situar a la mujer en el lugar que le corresponde en lugar de los lugares secundarios?

Este es un trabajo muy colectivo porque yo bebo del trabajo que vienen haciendo desde los años 80 muchas arqueólogas, tanto dentro como fuera de España, Todo es conocimiento científico que se ha ido acumulando, aportado por un montón de compañeras, tanto en España como fuera de España, que han trabajado para desmontar estos estereotipos. Llevo más de 20 años trabajando en este tema, es decir, que este libro me ha costado 20 años y muchas lecturas.

¿A qué obedece esa mirada sesgada para situar a la mujer en los lugares secundarios, esa lectura patriarcal y cuándo tuvo su origen?

Una cosa son las sociedades prehistóricas y otra cosa, es lo que nosotros pensamos sobre ellas, que son dos cosas muy distintas, porque las sociedades prehistóricas son muy diversas.

El problema es que nosotros hemos leído ese pasado con esa perspectiva, sobre todo, a partir del siglo XIX, cuando la Arqueología se conforma como disciplina científica. Lo hemos leído y creído desde el XIX y todo el siglo XX y parte del XXI, para justificar sostener nuestra sociedad actual.

Es como decir, bueno, no pretendan cambiarlo porque esto ha sido así siempre, desde la prehistoria, desde que somos seres humanos.

Cuando la arqueología pasa a ser una disciplina científica, hay muy pocas mujeres que se dediquen a ello. Son hombres de la élite intelectual y económica, gente que tiene dinero y que se puede permitir hacer ciencia. Ellos responden a unas problemáticas muy concretas de su mundo. Intentan explicar su mundo mirando las poblaciones del pasado y empiezan a hablar de tecnologías determinadas.

En este tiempo acaba de terminar la Revolución Industrial y llega la metalurgia, la siderurgia y los hornos. Todo eso evoca que en la prehistoria la aparición de la metalurgia tuvo que ser igualmente importante, que nada tiene que ver con el poder de la mujer en ese momento. La mujer está en ese momento todavía pidiendo el voto y esto provoca rechazo social. Se configura una temática determinada, de manera que se habla sobre todo de poder, de estatus, de jerarquía, de violencia, de guerra, de metalurgia...

No se ha mirado, ni siquiera se han considerado otras prácticas, otros conocimientos que tenían que ver precisamente con el universo femenino que a ellos les daba exactamente igual.

El prólogo lo escribe Miguel Ángel Cajigal, que dice que viene a 'colocar las cosas en su sitio' ¿qué ha supuesto para Ud. que firme el prólogo?

Miguel Ángel es un buen amigo y es un referente, una persona muy coherente con las cosas que escribe, y a mí me apetecía además, que fuese una lectura realizada por un hombre y fuera de la disciplina. Yo he escrito pensando en esas mujeres que todavía estamos muy mediatizadas por lo que se piensa de nosotras. Como la arqueología, la prehistoria en este caso, ha contribuido a sustentar esos discursos, pero es un libro escrito para que lo lea todo el mundo. Gente que no sepa de prehistoria y hombres que quieran entender esta realidad. Que Miguel Ángel me haya escrito el prólogo significa que lo puede leer cualquiera y que también es un libro para hombres.

Las principales damnificadas en el relato de la prehistoria son las mujeres relegadas, marginadas, oscurecidas...

Nosotras somos un poco más damnificadas que el resto de la humanidad, porque no estamos en los sitios y no contamos. Parece que no hemos construido la historia. Además de no ser verdad, es una injusticia social tremenda que nosotras no estemos representadas en los museos, en nuestras actividades, en lo que hemos hecho históricamente.

Por eso, durante toda la primera parte del libro desmonto cosas que se han dicho, sin ninguna base científica. Es decir, que las mujeres no cazan, las mujeres no pintan, las mujeres no viajan... Pero ¡ojo!, hacer este tipo de trabajos no significa que sea más importantes que los trabajos atribuidos a la mujer históricamente.

Las mujeres hicieron una serie de trabajos que tienen que ver con el mantenimiento de la sociedad, con el cuidado, al que le hemos dado tantas vueltas en los últimos años, por el tema de la pandemia. Y es que el cuidado, es la única actividad transversal y estructural en todas las sociedades del mundo, porque hay sociedades en las que hoy no se practica la agricultura, pero no hay sociedad que pueda vivir sin alimentarse, cuidarse y socializar, sin educar y sin curar. Eso lo hemos sacado de la historia para que no sea importante...

Lo que estoy diciendo es que esa actividad tenemos que ponerla en el centro de la explicación histórica, y hacer entender que estas actividades tienen muchísimo conocimiento, y generan bienestar general para las personas que lo hacen y para las personas que lo reciben. Reivindicar el cuidado como un elemento vital también para los hombres.

La catedrática de prehistoria, Marga Sánchez. Charo Valenzuela

Defiende que las mujeres cazaban, pintaban, iban a la guerra, espacios que hasta ahora sólo eran para ellos.

Decidimos en un momento determinado de la historia cuáles eran las cosas importantes. Cazar por ejemplo, no estaba desde el principio, como un elemento fundamental. Sobre todo, la caza se empieza a considerar importante después de la Segunda Guerra Mundial.

En esos momentos, las mujeres han estado fabricando en las fábricas y han sido incluidas en todos los procesos de mantenimiento de la sociedad fabricando bombas, siendo anestesistas, conductoras y doctoras. Ya no era sólo la imagen de la enfermera de las películas, sino de otros muchos trabajos. Y cuando terminan esta lucha, se tienen que ir a su casa, porque además, si te fijas, tampoco está hecho para todas las mujeres, porque hay muchas mujeres de clase baja, trabajadoras que llevan trabajando toda la vida...

Estos discursos se han hecho para mujeres blancas de clase media, que son mano de obra que no se ha utilizado nunca, que además llevan toda la vida diciéndoles que ese no es su sitio, que se queden en casa porque ese es el sitio que les corresponde, esto es para otras clases sociales y para otras mujeres.

Cuando termina la segunda Guerra Mundial muchas de esas mujeres quieren quedarse en esos puestos y comienza una campaña brutal para volver a sacarlas de ahí. Y entonces el mensaje es el del hombre proveedor, el hombre que caza, el hombre que trae la comida, y vosotras en ‘casita’. Eso lo podemos ver en todas las películas, esa es la idea de la familia media americana. Y la arqueología sustenta eso, porque decide en un momento determinado, que la caza es el motor cuando no es cierto.

Como decía Simone de Beauvoir, y lo dice en el libro, 'las mujeres no nacen, se hacen', ¿cuándoando comenzó a darse cuenta de que las mujeres no estábamos, no éramos, no contábamos?

Cuando era investigadora, porque yo estudié a finales de los 80 y principios de los 90. No recuerdo a nadie hablándome de mujeres en la historia en la licenciatura. Ten en cuenta que el primer artículo en el que se habla de prehistoria y arqueología de género es de 1984, es decir, de ayer.

Cuando yo estaba haciendo la tesis es verdad que me di cuenta de que no veía a gente detrás de los instrumentos. Y yo quería ver a la gente, por eso siempre tengo una perspectiva muy social de la arqueología. Me interesaban las manos que estaban detrás de esas construcciones de piedra. Y cuando empecé a leer sobre quién estaba detrás, sólo encontraba a hombres, aunque las actividades estuvieran vinculadas a las mujeres. Fue como 'ponerme las gafas violetas', dejé la investigación, terminé la tesis, cerré esa parte de mi vida investigadora y empecé de nuevo.

Me fui a formarme a Inglaterra, que era donde en ese momento se estaba haciendo más arqueología feminista y de género. Y allí en 1999 me fui a comenzar de nuevo.

Es catedrática de prehistoria, qué opinan sus alumnos y alumnas de su visión con perspectiva de género?

Llevo siendo madrina del grado de arqueología desde su fundación, cuando yo empecé a dar esta asignatura que se llama arqueología de género. En los primeros años tenía como un 80% de chicas y un 20-25% de chicos, tanto en el grado como en el máster. Pues te diría que hoy tengo 50% de chicos y de chicas.

Es una cuestión muy razonable. Esto no lo aprenden en ningún otro sitio. No hay manuales de este tema. Hay muchos artículos científicos, pero nadie se lo explica en clase, porque igual que a mí no me explicaron en muchas asignaturas el papel de las relaciones de género y la identidad de género, Esto solo lo ven conmigo y las compañeras que damos la asignatura.

Las nuevas generaciones se están dando cuenta de que no contar con estos temas, no tienen una visión completa y quieren tenerla.

¿En qué consiste el proyecto Pastwomen?

Es un proyecto precioso que surge de darnos cuenta de la necesidad que teníamos de contar las cosas que estábamos haciendo. La arqueología feminista, la arqueología que habla sobre mujeres en España se empezó a desarrollar a finales de los años 80. Cuando volví de Inglaterra, en el año 2001, yo dije, yo quiero hacer esto aunque hace 20 años esto era todavía más complicado.

En el 2003 organicé un congreso en Granada, y llamé a todas las que estaban haciendo arqueología con perspectiva feminista en ese momento, y de ahí surgió este grupo. De hecho, ha crecido mucho en los últimos tiempos, pero surgió como grupo nuclear, nos hicimos fuertes entre nosotras.

Nosotras hemos servido de referentes, de apoyo, pero claro, nos hemos dado cuenta de que no llegábamos a la gente porque no estábamos en los museos, porque seguíamos sin estar en las revistas científicas.

¿Qué podemos hacer para que las niñas estudien las carreras STEM y de ciencia?

Es una cuestión de educación, como todo. Se ha inculcado durante mucho tiempo que las mujeres, que las niñas no son tan listas como los niños. Y además, hay un estudio que publicó hace unos años la revista Science precisamente vinculado al 11 de febrero, el día de la mujer y la niña de la Ciencia, que decía que las niñas de seis años ya se consideraban menos listas que sus compañeros con seis años.

Porque las niñas están muy acostumbradas a decirles que son muy trabajadoras, pero los niños son listos. Yo creo que eso lo hemos vivido todas.

¡Qué buena eres!, y él: ¡Ay, qué listo! Los chicos están empoderadísimos. Cuando los niños entran en un museo, ven las representaciones que son hombres, que se parecen a su padre, a su abuelo, dicen: 'aquí estoy yo'. Y las niñas cuando entran en ese museo no se ven.

¿Qué información estamos transmitiendo a esa niña? Que ellas no han formado parte de la historia, que nosotras no hemos contribuido a la historia.