Dicen que cerca de 17 mil decesos muertes en

residencias en España no dicen exactamente

¿estadísticas? ¿condena? ¿y en el mundo? Dicen

“Covid” tampoco cuántas eran ellas las ancianas que

dejadas en sus celdas quizás olvidadas por el trasiego

de la muerte dejaron de ser allí en la colonia penal de

la sociedad ahora aterrada por la invasión inesperada

muertes no selectivas sino abandonadas a la estampida

del cuidado de las pastillas de los paseos de los aseos

de la mirada muertes de las improductivas ya pasada

esa edad donde ni la médula ósea sirve para el

trasplante internadas contra su propia voluntad por

designio de unas ciudades conejeras donde no hay

espacio para acomodar el tiempo vital el tiempo del

corazón el ritmo cardíaco la modulación neuronal de

la memoria el babeo de los espasmos parkinsonianos

las pesadillas incontrolables de la amnesia de la

senilidad de la miseria de esas metrópolis apiñadas

unas y otras en torres vigilantes hacinadas o en villas

miseria o en palacetes adyacentes de los algoritmos de

clase o de videncia o de criptomonedas yacentes y

expectantes en los paraísos llamados fiscales que no

fueron un referente para la divina comedia nunca al

contrario los paraísos ahora se encuentran en el

infierno del desamor del desapego del odio

acompañante de un patriarcado constructor

invencible sobre el cuerpo de la mujer. Las vi allí en

aparcamientos enormes sometidas a sillas de ruedas a

llantos reprimidos al hormigueo de las esclavas que

iban y venían según mandamientos monogámicos o

poligámicos desde otras torres que resonaban y

retumban hoy cual campanas episcopales o imánicas

llamando a la oración cuyos obispos y sacerdotes

perpetuaban esa ley de sumisión y espera violación de

las vírgenes otras hormigas otras termitas

sobreviviendo en sus túneles más arriba de los soles

térmicos más allá del cósmico resplandor de las

estrellas viajan ellos para replicar el plan de salida

perpetuando autómatas insolventes de voluntad el

mismo relato infinito de la espada el puño la sangre de

la decapitada el grito de la apedreada la mueca de la

flagelada sobre esta tierra desmigada polvorienta en

las arenas desérticas escarban los escarabajos

luminiscentes pasto seremos todas de la asfixia o

amigas aprendemos a respirar al levantar el hacha a

levantar el gancho irreplicable nuestro y derribamos

esta red de opresión fálica cuyo cauce es solo único un

único ojo un único designio hacia la extinción. Triaje

ordenaron y triaje fue y nada nuevo olvidamos ningún

escenario en que la consciencia pudiera habitar y

reclamar la vida de la vida. las sabinas, Troya…

¿Feminicidio? ¿Asesinato y violación como arma

de guerra o como arma conyugal? ¿De pareja?

¿Como instrumento de honor machista? Esta vez amigas no olvidemos.

He invitado a unirse a esta oportuna iniciativa a dos entrañables amigas escritoras y cómplices en la vida, Robin Morgan, cuyo extensísimo currículum como autora y activista en el feminismo es reconocido internacionalmente, y Pepa Roma, periodista de largo alcance críticosocial y destacada novelista.