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La monja carmelita Edith Stein nació en Breslavia (Polonia) en 1891 en el seno de una casa judía. A pesar de ser la pequeña de 11 hermanos, su nacimiento la hizo especial entre todos ellos para su madre.

Y es que la jornada, el 12 de octubre, coincidió con el Yom Kippur, la mayor fiesta hebrea dentro de la comunidad, el conocido como Día de la Expiación. 

Su progenitora, una mujer fuertemente practicante de esta fe, se puso al frente de la familia y del negocio que gestionaban cuando el padre de Stein murió, teniendo la pequeña tan solo dos años de vida.

La matriarca no fue capaz de transmitirle a sus hijos ese fervor judío tan profundo que profesaba. Algunos decían pertenecer a la religión, pero no eran practicantes, y otros, como fue el caso de Edith, se convirtieron en ateos. 

Desde temprano, la polaca mostró sus dotes por los estudios, algo que quedaba reflejado en su pasión por la lectura. Comenzó su formación primaria en 1898 en la escuela de Viktoria, mismo lugar donde realizó más tarde el bachillerato.

Su paso académico fue brillante. En 1911 comenzó Lenguas Germánicas e Historia en la Universidad de Breslavia, aunque dos años más tarde se trasladó a la de Gotinga, donde asistió a las clases de Edmund Husserl. De él sería más adelante discípula y asistente. 

Stein sostenía que las mujeres estaban igual de capacitadas que los hombres para ir a la universidad, para tener un papel más activo en la vida pública y para votar.

Esto lo plasmó en la práctica y tras estudiar filosofía, y con Husserl como guía, consiguió convertirse en la primera doctora en la materia en Alemania. 

Durante su paso por Gotinga tuvo un acercamiento con el catolicismo, un detalle que sin saberlo se convertiría en su espina dorsal en un futuro. Irónicamente, fue la muerte de un gran amigo y lo 'bien' que la viuda de este afrontó su pérdida lo que la hizo ir encontrando su fe.

Su vida e historia también se cruzó con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Como no podía ser de otra manera, la polaca no se quedó de brazos cruzados y se alistó como voluntaria de la Cruz Roja en 1915.

En 1921 se encauzó en la lectura del Libro de la vida de Santa Teresa de Jesús y un año más tarde, en 1922, recibió el bautismo católico. Pero tuvo que pasar una década hasta que entró en la Orden de las Carmelitas. La recién bautizada quiso formar parte del Carmelo. Sin embargo, sus consejeros espirituales le aconsejaron hacerlo más tarde.

Edith Stein. Getty Images

Hizo caso de estas recomendaciones y comenzó a ser profesora de alemán e historia en el instituto y seminario para maestros del Convento dominico de la Magdalena de Espira hasta 1931. Finalmente, accedió a la orden a los 42 años en Colonia, Alemania. 

Nacer en una familia que profesaba el judaísmo, aunque luego se convirtiese, fue una condición que la acompañaría hasta su último aliento. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, nombre que escogió para su nueva vida, fue perseguida y arrestada por la Gestapo en 1942.

Tras el ataque de la Noche de los Cristales Rotos, la carmelita, por temor a que su comunidad sufriera algún percance por su 'culpa', pidió el traslado a Echt, en Holanda. Desde allí, pasó por campos de concentración hasta que fue llevada a Auschwitz

Finalmente, fue asesinada por su condición de judía en una cámara de gas el 9 de agosto de 1942. Sin un lugar concreto en el que descansar, sus cenizas se juntaron con las del resto de presos quemados a manos de los nazis.

A finales del siglo XX, en 1987, el papa Juan Pablo II la beatificó en Colonia y en 1998 fue canonizada también por él en la Plaza de San Pedro de Roma. Un año más tarde, la declaró copatrona de Europa. 

La historia de una hermana que se convirtió en milagrosa cuando, en 1997, una niña llamada Teresa Benedicta McCarthy fue diagnosticada con una irreversible enfermedad, se curó al encomendarse sus padres a Edith.