En la España convulsa de principios del siglo XX, donde a las mujeres se les enseñaba a no molestar, a no destacar, a no existir del todo, hubo algunas que decidieron desafiar el guion impuesto.
Estas fueron las Sinsombrero. Una generación de mujeres impávidas, nacidas entre 1898 y 1914, que se atrevieron a cruzar las líneas invisibles que las contenían y, con ello, reescribieron las reglas de su tiempo.
Pensadoras, filósofas, escritoras y artistas que, pese acompartir escena con los grandes nombres de la Generación del 27, no vivieron una historia igual de generosa que la de ellos. Estas quedaron postergadas a notas a pie de página o directamente excluidas de los manuales literarios.
Todo se remonta al Madrid de los años veinte, cuando cuatro jóvenes —Margarita Manso, Maruja Mallo, Federico García Lorca y Salvador Dalí— desafiaron las normas con un gesto aparentemente trivial: caminar por la Puerta del Sol sin sombrero.
Lo que parecía una excentricidad fue, en realidad, una declaración de intenciones. En una sociedad donde cubrirse la cabeza era sinónimo de decoro y obediencia, mostrarse descubiertos era invocar la libertad del pensamiento.
Décadas después, la propia Maruja Mallo recordaría aquel instante como una sacudida necesaria: “Decíamos que el sombrero nos congestionaba las ideas… y cuando cruzamos la Puerta del Sol, nos apedrearon y nos gritaron de todo”.
Algunas de 'Las SinSombrero'.
Ese acto, simple en apariencia, fue leído por la sociedad española como una provocación. No era una rareza estética, sino una amenaza al orden patriarcal. Y, con el tiempo, dicho pequeño gesto de rebeldía se convertiría en símbolo de una revolución.
Y es que, para aquellas mujeres relegadas bajo el yugo masculino, liberar las ideas también exigía destaparlas. Pensar en voz alta, ocupar espacios vetados y desafiar, con acciones y palabras, un orden social que las prefería ausentes.
El 'Sinsombrerismo' es el final de una época. Es ansias de nuevas leyes. Es no dejar nunca la cabeza en el perchero. Pero, ante todo, es ir con rumbo bravo por los caminos del tiempo nuevo.
En pleno auge de las vanguardias europeas, las Sinsombrero, aunque distintas entre sí, irrumpieron, al unísono y con fuerza, en un universo artístico que no las esperaba.
Y, de este modo, entretejieron una voz colectiva que, rehuyendo la idea de ser reducidas a lo doméstico, impulsó el papel del feminismo desde la cotidianidad, convencidas de que lo personal también era político.
Apostaron por la modernidad, la libertad creativa y el pensamiento crítico. Pero, sobre todo, lucharon por representar, en el ámbito creativo y literario, a la mujer con una identidad propia. Ya no como una musa, sino como un sujeto fuerte, libre y dueño absoluto de su destino.
Quiénes fueron
Ángeles Santos (1911-2013), pintora y artista gráfica.
Carmen Conde (1907-1996), escritora, maestra y poeta.
Concha de Albornoz (1900-1972), feminista.
Concha Méndez (1898-1986), escritora.
Delhy Tejero (1904-1968), pintora e ilustradora.
Elena Fortún (1886-1952), escritora.
Ernestina de Champourcín (1905-1999), poeta.
Josefina de la Torre (1907-2002), poeta.
Luisa Carnés (1905-1964), periodista y escritora.
Marga Gil Roësset (1908-1932), escultora, ilustradora y poeta.
Margarita Manso (1908-1960), pintora.
María Teresa León (1903-1988), escritora.
María Zambrano (1904-1991), filósofa.
Maruja Mallo (1902-1995), pintora.
Remedios Varo (1908-1963), pintora, escritora y artista gráfica.
Rosa Chacel (1898-1994), escritora.
Rosario de Velasco (1904-1991), pintora.
Ahora bien, Madrid fue también una protagonista indiscutible de dicha revolución cultural, convertida en el corazón palpitante de aquella efervescencia intelectual.
Los espacios de encuentro en la metrópoli del Manzanares fueron clave para la resistencia e, indiscutiblemente, sirvieron como semilla del cambio.
Destacaron desde foros como La Gaceta Literaria o la Revista de Occidente —muchas veces transitados por sus compañeros de generación— hasta centros pioneros como la Residencia de Señoritas, el Lyceum Club Femenino o la Asociación Universitaria Femenina.
Intelectuales de la 'Generación del 27', junto a 'Las SinSombrero'.
Se enfrentaron a un pueblo aún herido por la pérdida de sus colonias y reticente a aceptar cambios que vinieran de la mano de mujeres, quienes pedían paso con determinación.
De este modo, lo que con la llegada de la Segunda República parecía un incipiente sueño de igualdad, se vio abruptamente truncado con el estallido de la Guerra Civil, que silenció sus voces y las sumió en un prolongado olvido.
Incluso muchas se vieron obligadas a exiliarse durante el conflicto, arrastrando, a miles de kilómetros de la esfera española, su talento y deseo de revolución. Un escenario que las condenó a una invisibilidad injusta.
No obstante, pese a las adversidades, el legado de las Sinsombrero nunca desapareció por completo. Su espíritu dejó una huella imborrable que seguía latiendo bajo la superficie, preparando el terreno para futuras generaciones.
Porque quitarse el sombrero, como hicieron ellas, fue mucho más que un simple acto de rebeldía: fue el disparo inicial hacia una nueva manera de existir en el mundo.
