La enigmática figura de "Su Protector" se encargó de recordarla en el primer aniversario de su muerte con una esquela en los periódicos de Barcelona y el sufragio de una misa en la iglesia de la Purísima Concepción. A Mina Puccinelli (c.1840-1882), "editora y redactora del diario republicano federal El León, en Madrid". Pero el pequeño recuadro que halló en las páginas de la prensa escrita se olvidaba del grueso de su biografía: revolucionaria, capitana de la compañía de los Voluntarios de la Muerte de las tropas garibaldinas, comunera en París... Una mujer con una vida fascinante mucho más allá del periodismo, que rompió con todos los estereotipos femeninos de la época.

De nombre verdadero Wilhelmine Müeller, nació en la ciudad polaca de Elbing, en territorio prusiano, y se casó con un tal León Puccinelli, un funcionario militar, en París en 1862. Si son escasas las fuentes de información disponibles sobre Mina —aunque suficientes para atisbar su espíritu intrépido y osado—, más limitadas todavía se presentan sobre su marido, a quien ubican enrolado en las filas del ejército de Giuseppe Garibaldi, uno de los artífices de la unificación de Italia, en la guerra franco-prusiana que se libró entre 1870 y 1871.

Mina fue una mujer viajera, políticamente activa, revolucionaria; la antítesis de las féminas burguesas del siglo XIX. Haciendo gala de este carácter, se presento ante Garibaldi en la localidad francesa de Dijon, "ganándose su confianza por su valentía y severidad, y siendo nombrada capitán de la compañía de los Voluntarios de la Muerte y encomendada para reclutar voluntarios para las fuerzas internacionales al mando del revolucionario italiano que ayudaban a la República francesa contra los prusianos", cuentan los investigadores del Centro de Estudios Alacant Obrera.

El escritor y periodista Manuel Ossorio y Bernard ofrece más pistas sobre la biografía de Puccinelli en su obra Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo XIX, redactada en 1903: "Amazona italiana que acompañó a Garibaldi en muchas de sus empresas revolucionarias. En 1870 residía en Madrid, vistiendo traje masculino y dirigiendo El León, periódico político y satírico universal [y republicano, fundado en diciembre de ese mismo año, con Amadeo de Saboya ya en el trono español]". Llamativa la mención que realiza sobre su apariencia, acicalada también con la presencia de un sable a la cintura, como se puede comprobar en la imagen que acompaña a estas líneas.

Mina fue nombrada socia honoraria del Club Republicano del Congreso, se relacionó probablemente con la feminista y escritora revolucionaria Guillermina Rojas —quien también aparece en uno de los Episodios Nacionales de Galdós— y se convirtió en una mujer pública. Sin embargo, las tensiones políticas y sociales que se encadenaron en España durante el llamado Sexenio Democrático, sumadas al acoso policial que estas féminas debieron afrontar en los actos que organizaban, empujaron a la revolucionaria a París, donde la situación no estaba más calmada.

La Comuna de París

"Todas las mujeres se hallaban ahí. Interponiéndose entre nosotros y el ejército, las mujeres se arrojaban sobre los cañones y las ametralladoras, los soldados permanecían inmóviles. La revolución estaba hecha". Estas palabras no son propiedad de Mina Puccinelli, sino de la anarquista Louise Michel, una de las figuras más representativas de la Comuna de París (1871). No obstante, la garibaldina y periodista también se batió en las barricadas contra las tropas gubernamentales enviadas desde Versalles.

A la capital gala, se supone, habría llegado después de una breve estancia en Dijon, donde se habría vuelto a poner al mando de sus Voluntarios de la Muerte, en torno a un centenar de voluntarios franco-españoles que se encargaban de recaudar víveres y fondos para la contienda. En uno de los últimos lances, Puccinelli resultó herida y fue trasladada a Burdeos, donde se afiliaría a La Internacional Comunista. Antes de saltar a París, estuvo un tiempo en Lyon, donde según el obituario que le dedicó el periódico La Petite Presse, trató de formar un batallón formado exclusivamente por mujeres.

Tras la claudicación de la Comuna, Mina se exilió en Suiza pero sin enterrar sus actividades revolucionarias: siguió impartiendo conferencias, a las cuales no permitía la entrada de hombres, en las que alentaba a las mujeres a integrarse en La Internacional. Estas actividades levantaron las sospechas de la policía local, como se observa en este informe policial: "Madame Pucinelli da la impresión de ser una comunera de primer orden (...). Esta mujer es peligrosa y estoy seguro que, si ella prosigue con sus conferencias, embaucará a todas las obreras de nuestra pequeña ciudad".

En este contexto, Puccinelli se vio obligada a abandonar la escena revolucionaria europea y regresar a España en calidad de refugiada política. Nada de ello frenó su ímpetu y la defensa de los ideales comuneros. Durante su estancia en Mallorca en julio de 1872, las páginas del periódico El Iris del Pueblo la definieron como una "heroína de la democracia universal ciudadana"; también se le cuelga la medalla de "campeona de la democracia". Durante este viaje, en el que estuvo acompañada de la republicana zaragozana Modesta Periu, Mina influyó en las sufragistas mallorquinas, como Magdalena Bonet. Todas ellas llamaron a la movilización femenina e incluso a la lucha armada, buscando demostrar que las mujeres no estaban exentas de virtudes como el coraje o el amor a la patria.

La última etapa

A partir de entones, el rastro de Mina empieza a difuminarse: en el obituario del citado periódico francés, se dice que participa en la revulta cantonal de Valencia en 1873, donde resultó herida en la cabeza por el estallido de un obús. Perseguida también en España por la policía, fue deportada a Londres para regresar a Madrid y de ahí mudarse a Barcelona.

En la ciudad catalana, a mediados de 1877, según los investigadores de Alacant Obrera, "parece que vivía de la mendicidad y había perdido la razón, ya que la prensa afirmaba que se autolesionó de gravedad rajándose el vientre con un cuchillo porque decía estar embarazada de 7 hijos, aunque las heridas no fueron graves y fue dada de alta unos días después". La muerte de su marido se produjo al año siguiente y ella sobreviviría hasta 1882 en un total anonimato. Un contraste absoluto con la vida de lucha que había abanderado.

A pesar de su activismo, no se encuentran referencias en los discursos de Mina Puccinelli a la emancipación femenina. "La podríamos calificar como una mujer de acción, una guerrillera, a quien el fragor del combate en que ella, excepción entre las mujeres, participaba como los hombres, no le dejase ver la condición de género. La suya vendría a ser una liberación personal, desde el momento en que ejercita libremente su vocación política, vestida como quiere, manteniendo su nombre de madrina, todo esto casada, y viajando con libertad", resume la historiadora mallorquina Isabel Peñarrubia. Sus otros muchos méritos, como dirigir un periódico republicano siendo una exiliada, no pueden verse empañados.

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