Marita Alonso
Publicada

Los looks de Hailey Bieber y Kim Kardashian en la quinta edición de la Annual Academy Museum Gala se convirtieron en los más comentados al lucir ambas diseños que limitaban su movilidad tanto que la propia modelo subió a sus redes sociales una fotografía en la que quedaba claro que era incapaz de sentarse a causa del corsé de Schiaparelli.

El diseño de la empresaria llamó también la atención, porque al corpiño reductor del vestido de Maison Margiela hemos de sumar el hecho de que llevara el rostro tapado. “Supongo que me lo quitaré cuando me siente a cenar”, dijo a Variety en su paso por la alfombra roja. “¿Cómo se come con este look?”, preguntó el reportero del medio. “¡Ya comí antes!”, respondió ella.

Y ahora, que cada uno reflexione acerca de si se lo cree o no, porque enfundarse en semejante diseño no ha de ser fácil tras haber ingerido algo que no sea una pipa.

Opresión vs. hipersensualidad

Muchos aseguran que recurrir a diseños que limitan la movilidad de quien los lleva es una cárcel y una decisión repleta de opresión y complacencia, mientras que para otros, los corsés son empoderadores para las mujeres.

“Es un debate delicado porque la pregunta es si alguien hace algo porque le gusta o porque viene dictado por la sociedad… Pero, ¿acaso lo que nos gusta no lo está?”, se pregunta Alessandra Calabrese, fundadora de la firma de moda inclusiva Hesperis, que cuenta con faldas y pantalones que tienen un mecanismo especial para adaptarse a los distintos cuerpos.

“Lo importante es saber por qué se hace. Si me pongo un corsé, analizar si me apetece porque voy a conseguir ciertas cosas al encajar mejor en la sociedad, si es por miedo o simplemente porque me apetece”, añade. En realidad, hasta los siglos XVII y XVIII esta prenda no se convirtió en una herramienta de opresión con la que moldear el cuerpo femenino acorde a cánones de belleza ciertamente inalcanzables.

En los años 80, diseñadores como Vivienne Westwood y Jean-Paul Gaultier fueron los responsables de que dejara de ser un símbolo de restricción para vincularse a la fuerza y a la sensualidad. Fue entonces cuando fue reclamado como una pieza emblemática de la feminidad e incluso del feminismo.

“La política sexual del corsé no fue rechazada sino adoptada y manipulada por una nueva generación de diseñadores de moda. El primer paso fue hacer visible lo invisible: lucirlo con audacia, en lugar de como una capa moldeadora”, asegura Alexander Fury en The New York Times Style Magazine. Al leer sus palabras, es por supuesto imposible no pensar en Madonna.

Política y moda

En la actualidad, su regreso es visto por algunos como una oda a la feminidad, mientras que otros creen que supone condenar a quienes lo llevan a satisfacer a los deseos de la mirada masculina. Noemí López Trujillo asegura en el libro Me dibujaron así (Península, 2025) que el regreso de la delgadez a las pasarelas y el triunfo de vestidos “aburridísimos” en las alfombras rojas están insertos en un momento de reacción antifeminista.

“Buscan, en última instancia, la desaparición de las mujeres de la esfera pública”, asegura antes de señalar que el objetivo de esas vestimentas discretas y de esos “cuerpos casi imperceptibles” las obligan a pasar desapercibidas.

“Contraponer las distintas formas de belleza y preconizar que lo aspiracional para ellas, desde una supuesta mirada femenina, es que la silueta se marque menos para alejarnos del supuesto deseo de los hombres me parece profundamente reaccionario. Si lo feminista es ir tapada, conmigo que no cuenten”, dice la autora.

El debate sobre el uso de los corsés se reabrió cuando el año pasado la actriz Anya Taylor Johnson posó en su perfil de Instagram luciendo uno con el que su cintura era ciertamente diminuta.

Los internautas alzaron la voz y criticaron su delgadez y el hecho de que hubiera apostado por una prenda que siempre genera polémica. “No es bueno y resulta inalcanzable. Puede suponer un problema para tus seguidoras. No necesitas ese corsé. Ninguna mujer lo necesita. No volvamos a esa pérfida moda del pasado, buscando una perfección imposible”, escribe una internauta.

“No hay que utilizar ese corsé tan extremo para hacer un look espectacular. Tuvo que ser un horror para respirar, sentarse… La moda, muchas veces, es misógina”, escribió otra.

El diseño en cuestión fue el que llevó debajo de un diseño de Margiela, y aunque la actriz subió como primera fotografía del carrusel aquella en la que lo lucía para que la gente comprendiera el tamaño de su cintura, muchas consideraron inadecuado posar con una prenda que consideran trae consigo la opresión.

Anya Talir-Joy, con un corsé extremo. Redes sociales

"¿No es este un caso más en la larga historia de criticar las elecciones de las mujeres? ¿Alguien acusó a Billy Porter de fomentar estándares de belleza poco realistas y perjudiciales cuando lució un vestido de Christian Siriano en los Oscar de 2019? ¡Os aseguro que llevaba un corsé debajo!", comenta a The Guardian la historiadora de moda Kass McGann al tratar la controversia que rodeó a la fotografía de la protagonista de Gambito de dama.

“Lo mejor de un corsé es que te lo puedes quitar, tumbarte en el sofá y comer bombones", añadió.

Por su parte, José Luis Díaz Megías, director creativo de la firma de moda It-Spain, comenta a Magas que quien lleva una prenda de este tipo puede perfectamente hacerlo para empoderarse. “Para mí no es una cárcel; puede ser un aliado de empoderamiento siempre que sea una decisión personal. Kim Kardashian llevaba un corpiño reductor y respecto a Hailey Bieber, creo que ha sido más una performance, porque la prenda no llega a la cadera, por lo que se podría sentar perfectamente”, explica.

“Son una manera de moldear el cuerpo y de crear una ilusión durante un evento determinado. Yo tengo clientas que me piden que no les apriete más el corsé y otras a las que les tengo que separar las costillas. Y creo que llevarlo ya no es un castigo, sino una decisión personal, un deseo”, añade.

Un corsé… ¿feminista?

Alexander Fury se preguntaba en The New York Times si puede serlo. Resulta curioso que el artículo, que data de 2016, podría haber sido escrito perfectamente hoy, pues nos hallamos en un momento similar en muchas cuestiones.

El periodista comentaba entonces que la gente estaba obsesionada con la cirugía estética, las dietas y otros regímenes de autotransformación, motivo por el cual consideraba que el corsé había regresado en un momento clave.

“Ninguna otra prenda remodela el físico de forma tan radical. A diferencia de simplemente transformar nuestra percepción de la figura, como ocurría con el relleno y las extensiones de las faldas pannier del siglo XVIII o el polisón del siglo XIX, el corsé actuaba —y sigue actuando— directamente sobre la figura. Amasa y desplaza la carne para literalmente esculpir un nuevo cuerpo para quien la usa, sin necesidad de hacer abdominales”, aseguraba.

Su conclusión era la misma que la de José Luis López Díaz Megías, aunque a sus palabras las separa casi una década. Lo interesante del resurgimiento del corsé es que, pese a su historia repleta de opresión, las mujeres que hoy deciden llevarlo lo lucen como un símbolo de empoderamiento, de libertad sexual, de control. “Son ellas las que sostienen los cordones y quienes construyen su propia feminidad”, escribía.

Y lo interesante es que esas cuerdas siguen bien tirantes en un debate que está hoy tan vivo como antes, pues en un presente en el que las siluetas imposibles regresan, hay quienes aplauden la existencia de una prenda que permite lucir una figura determinada quizás con menor movilidad pero al menos, sin necesidad de prescindir de esa tapita tan apetecible y sin sufrir en el gimnasio.

El problema radica en que, al ponerse un corsé, quien lo hace es inmediatamente más canónicamente deseable, por lo que el cuerpo se adaptará entonces a lo que de él se espera y a lo que se le exige. Como escribe Nerea Pérez de las Heras en Feminismo para torpes (Booket, 2022), “el capitalismo lo engulle todo, es capaz de engullir hasta a los enemigos, convirtiendo los mensajes que lo cuestionan en souvenirs".

La periodista recuerda que el feminismo no se trata de que las mujeres pasen por el aro de lo que el sistema reclama de ellas, sino de luchar para que este se equilibre y se adapte. Para terminar, y para dejar claro que en este debate tienen lugar todas las posturas, el director creativo de It-Spain lanza un mensaje: “Se trata de moldear el cuerpo y mientras que sea una decisión propia, un juego de expresión y sobre todo, un juego artístico, ¡adelante los corsés! Y cuanto más reductores, mejor”.