Un bob impecable, gafas de sol XL y estilismos de Alta Costura. Su imagen, que ha permanecido intacta durante años y la hace inconfundible, resuelve en parte el enigma de su personalidad. Anna Wintour (Hampstead, Londres, 1949) es una mujer de costumbres, líder de espíritu, pionera y segura de sus convicciones.
No es casualidad que la renuncia a su cargo en Vogue Estados Unidos después de 37 años de trabajo incansable (aunque permanece como directora editorial global), anunciada el pasado 26 de junio, haya supuesto un terremoto en el mundo de la moda.
Wintour lleva años siendo la referencia incontestable del sector. Amada, temida y venerada a partes iguales, ha sido la artífice de cambios profundos y duraderos.
Este nivel de legitimidad es el fruto de su experiencia y perseverancia en una industria marcada por constantes transformaciones y retos. La editora nació el 3 de noviembre de 1949 en una familia intelectual. La trayectoria de su padre, Charles Wintour, un destacado editor del periódico Evening Standard en los años 70, fue su primera toma de contacto con un mundo que acabaría convirtiéndose en su vida.
Apasionada por el sector de la moda, empezó su andadura trabajando en tiendas de ropa, primero en la conocidísima Biba, donde también hizo sus pinitos Mary Austin, primera pareja de Freddie Mercury.
Vivió de lleno el fenómeno Swinging London, que plasmaba la gran vitalidad cultural de la capital entonces. "Creciendo en Londres en los años sesenta, era imposible no darse cuenta de que algo extraordinario estaba ocurriendo en la moda, a menos que literalmente anduvieras por ahí con una bolsa de Irving Penn en la cabeza", confesó Wintour.
Con 21 años, ya arropada por su seguridad y su sentido innato del estilo, se adentró de lleno en el mundo editorial, integrando la redacción de la revista Harpers & Queen —en noviembre de 1970, Hearst Corporation fusionó Harper’s Bazaar United Kingdom con Queen, que existía desde 1862 dando origen a la publicación— en Londres, con la ambición como bandera. Entonces, Wintour ya tenía claro que no podría dedicarse a otra cosa.
Anna Wintour, en una foto de archivo de 1986.
En 1975 se mudó a Nueva York, abriéndose camino en publicaciones como Harper’s Bazaar US, Viva y Savvy, impresionando entonces por su capacidad de análisis de las tendencias y su espíritu vivaz.
Su talento no pasó desapercibido y tras integrar la edición británica de Vogue y House & Garden, fue nombrada editora jefe de Vogue Estados Unidos en 1988, después de varios años ocupando diferentes cargos en la publicación.
Allí se ha mantenido durante casi cuatro décadas, con un objetivo claro: revitalizar la revista y consolidarla como un referente. Todo bajo su expertise y el convencimiento de que sabía lo que era, en esencia, la moda.
Una influencia innegable
El rasgo más distintivo de Wintour, y uno de los motivos más obvios de su éxito, fue su ímpetu pionero: para su primer número como editora en jefe de Vogue optó por hacer posar a una modelo, Michaela Bercu, con vaqueros desgastados y una camiseta para la portada. Una decisión que, en aquel entonces, resultaba innovadora.
"Hay que reconocer que ha sido la primera muchas veces y eso es algo digno de mencionar", analiza Ana Núñez-Milara, directora de Magas, en el capítulo dedicado a la diseñadora del pódcast En la Sabana, de Puri Beltrán.
"Fue la primera en poner en sus portadas a profesionales de la cultura en vez de únicamente a modelos. Fue también pionera en visionar talentos creativos como el de John Galliano, Marc Jacobs, Alexander McQueen e incluso en dar a la política una nueva visión. Recordemos que sacó a la primera dama, Michelle Obama, en portada, y recientemente al presidente ucraniano Zelenski con su mujer", recuerda la directora.
Anna Wintour junto a Karl Lagerfeld, en 2015.
Una de las innovaciones editoriales más destacadas de Vogue en manos de Wintour fue la inclusión, por primera vez en su historia, de un hombre en la portada: en 1992, Richard Gere posó junto a Cindy Crawford, quien era su esposa en aquel momento. A partir de ese hito, otros ocho hombres han copado la de la revista, entre ellos figuras como Harry Styles y George Clooney.
Fomentó, en este sentido, un aperturismo del mundo de la moda y una mayor colaboración con otros sectores de la cultura como el cine. Y bajo su liderazgo, el sector ganó presencia en museos y exposiciones, contribuyendo a su reconocimiento como expresión artística.
Su influencia no solo se ciñó a las páginas de Vogue. Nombrada presidenta del comité organizador de la Met Gala en 1995, la transformó en el evento fashion más importante del mundo, aupándolo como un fenómeno cultural global.
"Ha tenido la fuerza de convertir una gala como la Met, creada en los años 40 para recaudar fondos para el Metropolitano, en la auténtica alfombra roja de la moda internacional", destaca Charo Izquierdo, consejera editorial de Magas y directora de ENCLAVE ODS, en el citado episodio.
Entre solidaridad y distancia
Más allá de su contribución como editora, la personalidad de Anna Wintour sigue siendo un enigma. Su actitud, percibida como distante, alimentó y sigue alimentando los mitos (o secretos a voces) que envuelven el sector: es inaccesible, elevado y destinado a unos pocos.
¿Qué opina ella? Resulta difícil saberlo, tras esta barrera materializada en gafas de sol. Y lo confesó sin rodeos en una entrevista concedida a la CNN: "Son increíblemente útiles. Así evitas que los demás descifren lo que estás pensando”. Aun así, sus pensamientos, preferencias y apreciaciones siempre consiguieron trascender, para bien, pero también para mal en el caso de algunos profesionales de este ámbito.
Pese a esta visión aparentemente rígida de su mundo, Wintour llegó a confesar que “la democratización del lujo significa que más personas van a tener acceso a moda de más calidad. Y mientras más puedan tener moda, mejor". Una paradoja que también magnifica su leyenda.
Anna Wintour, en el 'front row' del desfile primavera-verano 2022 de Givenchy.
Sus hábitos, algunos confirmados, otros intuidos, son también objeto de fascinación. La exeditora nunca se queda más de 20 minutos en una fiesta, no se levanta más allá de las 5h30 y se acuesta a las 22h15, casi religiosamente, y rechaza abiertamente ciertos alimentos.
El menú de la gala Met no puede incluir ni ajo, ni cebolla, ni cebollino, ni perejil ni bruschetta. Su exclusión responde tanto a preferencias personales como a razones prácticas: pueden dejar mal aliento, quedarse entre los dientes y manchar la ropa de los invitados. Todo está pensado al milímetro.
Más allá de esta aparente distancia, la editora nunca dudó en hacer uso de su influencia para obrar por los demás. Ni sus detractores pueden negar su implicación solidaria. Es fideicomisaria del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, donde ha organizado actividades benéficas que han permitido recaudar alrededor de 50 millones de dólares para el Costume Institute.
Además, impulsó la creación del Fondo CFDA/Vogue, diseñado para apoyar, orientar y financiar a jóvenes diseñadores de moda emergentes.
Anna Wintour, en la Met Gala 2011.
También recaudó importantes sumas de dinero para ayudar a las familias afectadas por los atentados del 11 de septiembre de 2001, y desde 1990 ha conseguido más de 10 millones de dólares para la lucha contra el sida a través de numerosos actos benéficos.
Su labor le valió varias recompensas: fue nombrada Dame Commander (DBE) por la reina Isabel II por su servicio al periodismo británico, y recibió premios como el Outstanding Achievement Award del British Fashion Council y el Geoffrey Beene Lifetime Achievement Award del CFDA.
La prueba más clara de su éxito es, quizá, su contribución a la cultura popular y el sello que ha dejado en el imaginario colectivo. Lauren Weisberger, quien trabajó como su asistente personal, publicó en 2003 la exitosa novela El diablo viste de Prada, tras su experiencia. Fue adaptada al cine en 2006. En la película, Meryl Streep interpreta a Miranda Priestly, una poderosa editora de moda que muchos consideran que está inspirada en Anna Wintour.
En 2009, su labor editorial al frente de Vogue se convirtió en el tema central del documental The September Issue, dirigido por R. J. Cutler, dando pistas sobre sus tareas diarias, algo que fascinó y sigue fascinando a miles de personas.
Anna Wintour, saludando antes del desfile primavera-verano 2023 de Dior.
A la espera de saber quién podría sustituir a la considerada por muchos 'gurú de la moda', cabe recordar que la editora logró una auténtica proeza: mantenerse en su posición contra viento y marea, más allá de las tendencias, de los cambios drásticos del sector, y de fenómenos como la digitalización masiva.
"Anna Wintour deja sobre todo liderazgo y una huella muy grande que podía haber solo abarcado el mundo de la comunicación, pero ha ido más allá. Ha colocado a diseñadores y ha dado al mundo de la moda esta visión de industria. Hay un antes y un después en este sector después de ella", reflexiona Charo Izquierdo.
Su poder es, en efecto, trascendental: "Wintour transformó el mundo de la moda en un auténtico imperio, haciendo que la industria creciera y ganara influencia, todo mientras mantenía un férreo control. Es una figura inusual, ya que combina el glamour y el estatus de una celebridad de primer nivel con el talento de una estratega que opera entre bastidores, siempre moviendo los hilos tras sus inseparables gafas oscuras", detalla la experta en moda Jess Cartner-Morley, en The Guardian.
Y ahora, desde otra perspectiva, promete seguir reinventándose y contribuyendo a su evolución. Eso sí, sin perder un ápice de misterio y personalidad.