Desde su fundación en 1837, Hermès ha mantenido y cultivado una relación muy íntima con el tiempo. No con el tiempo que corre. No con ese monstruo intangible e ingobernable que pende sobre nuestras cabezas como la espada de Damocles y que no se puede parar. Hablamos del tiempo que se contempla, el que se admira, el que se anhela.
Nacida como una casa de guarnicioneros en el corazón de París, la historia de Hermès es la de un linaje que ha sabido resistir a la velocidad del mundo moderno, preservando el valor de la calma, la artesanía, la maestría y el savoir-faire. Hoy, 188 años más tarde, sigue siendo regentada por la misma familia y es la única gran empresa de lujo que ha conseguido ser realmente independiente.
Desde el origen, el talabartero Thierry Hermès, con su ojo suspicaz y su tremenda psicología, entendió las expectativas de sus clientes y su deseo de sencillez y ligereza en una ciudad en la que entonces bullían los movimientos contemporáneos y en la que aún se oían los ecos de la revolución.
Hermès se caracteriza por su delicada artesanía, que combina técnicas tradicionales con un enfoque poético y un uso sofisticado de materiales.
Cada objeto diseñado, confeccionado y firmado por la emblemática maison —ya sea un carré de seda, una silla de montar o un reloj— encierra una promesa silenciosa: la de detener, aunque sea por un instante, la vorágine del presente. Pero ¿qué significa verdaderamente “parar el tiempo” en una era marcada por la prisa y la hiperconexión? Ahí entra en juego la habilidad, la sensibilidad y la suma maestría de Hermès.
En el año 2011, aquella promesa de detener el tiempo tomó forma en una pieza de relojería que se convirtió en un manifiesto filosófico: Arceau Le Temps Suspendu. Diseñado bajo la dirección de Jean-Marc Wiederrecht, este reloj desafía la lógica temporal. Con una simple presión, sus agujas desaparecen del cuadrante, como si el tiempo mismo obedeciera al antojo de su portador.
Hermès Cut Le Temps Suspendu.
En lugar de medir la vida, la interrumpe, la pone en pausa —¿acaso no es eso más que necesario alguna vez que otra en mitad de una semana cualquiera?—. Cuando a su dueño le apetezca, en el momento exacto que así lo quiera, las agujas vuelven a su posición en la hora correcta. ¿Es magia? ¿Es una ilusión? ¿Es un sueño? Es Hermès.
“El reloj Arceau Le Temps Suspendu oculta el tiempo y lo borra de la esfera, al mismo tiempo que sigue registrando su incesante avance. Esta complicación relojera, desarrollada en exclusiva para Hermès, es una primicia mundial. Detrás de un gesto sencillo y lúdico se esconde un mecanismo sofisticado capaz de hacer que el usuario olvide el tiempo mediante un sutil juego de levas, piñones y segmentos”, declara Philippe Delhotal, director creativo de Hermès Horloger, la rama relojera de Hermès.
La casa combina el diseño parisino con la ingeniería de relojería suiza para crear relojes de alta gama. Se caracteriza por su exquisita atención artesanal, su elegancia y su calidad, reflejando el prestigio de la marca más allá de sus conocidos productos de delicado cuero, entre
los que se incluyen, como no podía ser de otra manera, sus tan codiciados bolsos.
“La mecánica detrás de esta ilusión se basa en un módulo adicional que permite la alternancia automática y espontánea entre el tiempo suspendido y el tiempo estándar. Protegida por dos patentes —una por su construcción y otra por el engranaje con juego reducido—, esta ingeniería relojera cuenta con tres ruedas diseñadas específicamente para minimizar la holgura”, continúa.
Y prosigue así su descripción el director creativo de la sección de relojes de la Maison francesa: “Las fases de tiempo en marcha y de tiempo suspendido se coordinan mediante dos ruedas de pilares [el componente principal de los mecanismos de cronógrafo que controlan el inicio, la parada y el reinicio de las funciones] sincronizadas: una acciona las horas, y la otra los minutos, acoplados a la fecha. Los mecanismos retrógrados de horas y minutos de 360° hacen desaparecer el tiempo sin detener el movimiento continuo del reloj”.
Le Temps Suspendu
Desde un punto de vista menos técnico y más poético, ¿qué podría significar El tiempo suspendido del que habla Hermès? “Le Temps Suspendu (El tiempo suspendido) es una experiencia personal que consiste en cultivar las contradicciones, tomarse su tiempo, concentrarse en uno mismo, emprender un viaje interior, dejarse sorprender... Es una invitación a escapar del tiempo, a desconectarse, a dejar de percibir su paso y dar rienda suelta a la imaginación”, señala Delhotal.
“Los relojes Hermès ofrecen una interpretación diferente del tiempo: un tiempo amable, duradero, lúdico y recreativo. Un tiempo que sirve para contar una historia y despertar emociones, que nos distingue y nos diferencia dentro de una industria guiada por el rendimiento. En sintonía con su época, es el tiempo del instante presente, en contraste con la carrera contrarreloj”, especifica. Y concluye: “Un tiempo de plenitud, un puente entre momentos y espacios. Las complicaciones mecánicas que sostienen este territorio se denominan complicaciones singulares”.
En 2025, Le Temps Suspendu ha abierto nuevos caminos. Este reloj intrépido, que va más allá del enfoque meramente mecánico, invita a emanciparse de las convenciones temporales y a atrapar el instante. En una carrera desenfrenada en la que cada segundo cuenta, Hermès ofrece el tiempo que realmente importa a quienes visten sus relojes.
El que se presentó en 2011 fue una manifestación lúdica del tiempo Hermès. Representó un tiempo amigo, que escapa a las convenciones para disfrutar mejor el presente. La paradoja que cultivan es esta: las horas que olvidamos son las que más apreciamos. Este año, Hermès ha rediseñado esta singular complicación, la función que va más allá de la hora, los minutos y los segundos, del reloj Arceau Le Temps Suspendu para proponerla, por primera vez, en la colección Hermès Cut.
A lo largo de los siglos, la literatura también ha puesto el foco en el paso de los días. Jorge Manrique, poeta del prerrenacimiento y hombre de armas y de letras, miembro de la Casa de Manrique de Lara, una de las familias más antiguas de la nobleza castellana, escribió Coplas a la muerte de su padre. En uno de sus versos decía que “a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Sobre parar en seco el momento presente habló hace exactamente un siglo el escritor y poeta francés Paul Valéry: “Detener el tiempo, suspender su vuelo”, firmó negro sobre blanco. Con aquella célebre frase evocaba a una aspiración humana tan antigua como el arte mismo: escapar de la tiranía del Cronos.
No es casual que el Banco de España eligiera recientemente ese concepto, La tiranía de Cronos, para su última gran exposición, la misma que exploraba el papel de los relojes en nuestra percepción del tiempo. El retrato de los reyes Felipe VI y Letizia, realizado por Annie Leibovitz, fue la joya de la corona de aquella exhibición. Por supuesto, en la imagen tomada en el Salón Gasparini del Palacio Real también había un reloj de época.
En la literatura, como en la relojería, el tiempo también ha sido siempre un adversario a domesticar. Hermès, sin embargo, sortea el obstáculo con gracia y no lo combate: lo transforma en un aliado, en un compañero que se pliega a la emoción y al deseo. Le Temps Suspendu no busca vencer ese tiempo, sino invitarlo a danzar al ritmo de la contemplación.
En una era gobernada por la inmediatez, por relojes que dan la hora, pero que también están llenos de ruidos y notificaciones, Hermès propone un acto de resistencia serena. Cada pulsación de Le Temps Suspendu es un suspiro que nos coloca en el presente. La casa francesa recuerda que el verdadero privilegio contemporáneo no es el acceso, sino la pausa.
“En Hermès creemos que el verdadero lujo hoy consiste en tener tiempo y en regalar tiempo de calidad a los demás. Esta pausa suspendida permite a cada persona reconsiderar su relación con el tiempo a su manera”, concluye Delhotal. Todo este imaginario que engloba la maison va más allá de un simple gesto técnico, es un acto poético: un recordatorio de que el lujo no consiste en poseer más, sino en poder detenerse.
Así, Le Temps Suspendu, en su anterior y actual versión, se exhibe como una metáfora del alma misma de Hermès: una firma que desde hace casi dos siglos cuida la dicotomía de la eternidad en el instante. Su poesía mecánica celebra la posibilidad de vivir el tiempo no de manera lineal, sino como algo circular; como sus exquisitas esferas. Y no como urgencia, sino como un arte.
