Pepe Herreros Anaïs Ibáñez Lora Semova
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    Cuando la Navidad llama a la puerta, todo comienza a adquirir otro cariz. La ciudad parece diluirse entre destellos mientras emergen las ganas de celebrar en cada esquina. Este mismo espíritu se cuela también en el armario y se apodera de estilismos que cada vez resultan menos obvios y se adhieren a las tendencias. La sutileza reluce empujada por el rojo, que engalana looks, adornos clásicos y mesas.

    El lujo —ese que ya no grita, sino que se impone de forma silenciosa— se convierte en un lenguaje íntimo, capaz de conjugar mundos muy dispares. Y en este universo, donde la fantasía se mezcla con el diseño y la tradición se recodifica con gestos modernos, el Adviento adquiere un guion propio.

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    Las páginas de Dickens mutan en escenarios donde el oro y los diamantes bailan con complementos a su altura mientras se brinda como nunca por lo de siempre. Aquí el brillo no ciega, sigue dejando apreciar qué es lo verdaderamente importante. Lo clásico y lo contemporáneo se funden en un momento que captura el instante en tiempos de inmediatez.

    Ahora el Christmas Carol no lo protagonizan fantasmas que remueven aquello que ya estaba cerrado, sino piezas icónicas que trascienden las fechas marcadas en rojo en el calendario. El binomio de este color con el blanco se convierte en un tándem deseable que juega con la combinación de texturas, materiales e incluso esencias.

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    Ese deseo que durante la infancia quedaba encerrado en cartas ahora se materializa en forma de joyas atemporales y elegantes, nuevas propuestas de maquillaje que no dejan nada al azar —en la colección de Louis Vuitton hay 55 tonos de labiales debido al número romano que simbolizan las siglas de la firma— brazaletes de mirada surrealista que entroncan su estética con el arte o bolsos que salvaguardan los mejores propósitos de 2026.

    Así, entre cristales que atrapan la luz y perfumes que envuelven el espacio, que dejan huella, esta temporada se convierte en un escenario donde cada elemento es un guiño a la sofisticación tranquila. Un homenaje a la belleza que no necesita explicación. Un relato donde cada objeto, cada brillo, cada detalle nos recuerda que el verdadero lujo es permitirse vivir la fantasía, habitar el momento, aunque sea solo durante una noche.

  • Brillo perenne

    Pendientes de oro blanco de 18K con 64 diamantes en talla brillante (9.390 €) y pendientes largos de oro blanco de 18K con 34 diamantes en talla brillante (5.190 €), ambos de Suárez. Candelabro de cera Tomato leaves, de Loewe (120 €); y cristalería de Zara Home.

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  • Al mismo paso

    Bailarinas Rebecca Cap Toe de piel de becerro y efecto marmolado, de Loro Piana (900 €); pintalabios LV Rouge con estuche de metal decorado con el icónico motivo Monogram (140 €) y sombra de ojos LV Ombres con recarga y estuche personalizable, (220 €), ambos de Louis Vuitton.

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  • Tiempo de calidad

    Reloj Galop d’Hermès modelo mediano con cuarzo y esfera plateada y correa de piel 'etoupe', de Hermès; guantes negros de napa, de Tom Ford (890 €).

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  • En esencia

    Bufanda blanca, de Loewe (590 €); Eau de Parfum Intense, de Narciso Rodriguez (139 €); y brazalete con diseño alargado en forma de perfil con perforaciones de plata y cristal, de Schiaparelli (3.300 €).

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  • De primero, Prada

    Bolso Prada Galleria en cuero Saffiano, de Prada (c.p.v.); montura de diseño geométrico con perfil metálico que sostiene lentes angulares y amplias, de MaxMara Eyewear (260 €).

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  • El giro al clásico

    Camisa de popelín de algodón, de Pedro del Hierro (89,90 €); pendientes (5.500 €), anillo (4.400 €), pulsera (7.800 €) y collar (66.900 €), todo de oro y diamantes de la colección Serpenti de Bulgari; y anillo Cabochon de oro amarillo (3.500 €), de la misma firma.

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