Casarse es un acontecimiento celebradísimo para casi todo el mundo. Tanto es así que muchas parejas despejan casi todo el tiempo libre de un año —a veces más— para dedicarse a preparar el evento con mimo, cariño, pasión, ilusión. Esta parte generalmente es más femenina y suelen ser ellas, las novias, las que dedican toda esa atención.
Hace ya décadas que surgió el mundo de las wedding planners, una figura que se ha ido profesionalizando con el paso del tiempo y que es aquella persona, generalmente rodeada de un gran equipo, que planifica todos los puntos, desde la elección del vestido al lugar, la decoración, el menú, la música... Todo.
Cada pareja es un mundo pero a todas les suele unir el cariño y dedicación en planificar todo para que salga perfecto. Hay muchas organizadoras de bodas en España pero la primera que tuvo un lugar destacado ya hace 25 años fue Sira Antequera, una madrileña afincada en el sur. En su universo, la belleza no se improvisa: se diseña, se afina y se siente.
Desde Marbella, donde tiene su base creativa, esta arquitecta de emociones ha convertido el arte de celebrar en una disciplina casi filosófica. Pionera en el concepto de destination weddings para clientes de altísimo nivel, su nombre se asocia hoy con un nuevo lenguaje del lujo: silencioso, emocional y profundamente humano.
Con más de dos décadas de trayectoria, ha construido una reputación impecable entre parejas cosmopolitas que no buscan una boda, sino una experiencia que trascienda. "Mi vocación nace de una certeza íntima: la belleza auténtica es la que percibe el corazón", dice, con una calma que parece contagiar cada espacio.
Retrato de Sira Antequera.
Creció en un entorno donde la sensibilidad era el lenguaje principal, donde la belleza no era algo ornamental, sino una forma de estar en el mundo. Antes de dedicarse por completo a la creación de celebraciones, dirigió equipos en alta dirección y aprendió a gestionar estructuras complejas.
"Quería unir dirección estratégica con emoción, arte con propósito, estructura con alma", recuerda. Aquella intuición se convirtió en un modelo pionero en España, cuando hablar de bodas de destino para perfiles internacionales era casi una rareza.
El lujo de lo invisible
El concepto de 'lujo invisible' es algo que ya suena desde hace tiempo pero que no siempre la gente sabe muy bien de qué va o en qué consiste. Y no necesariamente tiene que ver con lo que cuesta mucho dinero. Antequera lo conoce bien porque trabaja con él: "Trabajar para clientes UHNW —ultra high-net-worth— no significa manejar más presupuesto, sino operar en otra dimensión: la de la precisión y la autenticidad".
Y añade: "Mis clientes están acostumbrados a estándares globales en arte, gastronomía, arquitectura o servicio. El lujo, para ellos, es armonía, cultura y discreción". Esa noción "redefine el brillo del exceso y lo sustituye por algo más hondo: el equilibrio". Un casamiento no se mide en metros de flores o minutos de fuegos artificiales, sino en silencios bien orquestados, en luces que acarician, en gestos que nadie nota pero todos sienten.
"Una boda bien diseñada es una coreografía invisible", explica. "Desde el momento en que el primer invitado aterriza hasta el último abrazo, cada instante tiene un propósito emocional". En su universo, la experiencia se impone sobre la imagen que tanto protagonismo tiene, especialmente desde el nacimiento de las redes sociales.
"Confundir el casamiento con las fotos es un error muy común. Muchas celebraciones están pensadas para Instagram, no para ser vividas. La emoción no se posa: se construye", explica en declaraciones a esta revista.
El método DEMOS
Lógicamente, en 25 años de carrera uno va puliéndose y aprendiendo, innovando, generando nuevos conceptos en el diseño y, sobre todo, creando escuela: "Me copian, aunque ya no me importa porque lo hacen un año más tarde".
Con más de dos décadas de trayectoria, Antequera ha construido una reputación impecable entre parejas cosmopolitas que no buscan una boda, sino una experiencia que trascienda.
Pero, ¿hay un método que caracterice su estilo, que la diferencie del resto? Sí y ella lo define como una metodología propia que ha llamado DEMOS., un sistema que combina creatividad y rigor. "No nació como una teoría, sino como una necesidad de dar forma a algo que ya hacía de manera intuitiva: unir emoción y estructura, belleza y precisión".
Cada letra resume un pilar: Design (dirección creativa con identidad), Expert Leadership (liderazgo emocional y técnico), Management (visión estratégica), Organization (planificación rigurosa) y Statement (una declaración viva de quiénes son los novios). El método es también una forma de mirar: un equilibrio entre la sensibilidad artística y la disciplina de la dirección.
Hay miles de casamientos al año y, "si te fijas, casi todos se parecen. Eso es de lo que yo huyo, porque la pareja deben plasmar su personalidad en ese día que será para siempre. Por eso, mis bodas no gritan, susurran tan hondo que se recuerdan eternamente".
La suya no es una estética ruidosa ni efímera, sino una poética de la sutileza: atmósferas, tempos, silencios. "El alma está en lo que no se ve: en la vibración invisible que lo sostiene todo".
La belleza que se siente
En cada celebración hay un momento en que el arte se revela. Antequera lo llama "trance emocional", ese instante en que los invitados quedan suspendidos en la magia que ella ha diseñado con precisión quirúrgica. "Hago una toma de temperatura emocional constante. Es físico: se me eriza la piel al sentir el nivel de disfrute".
Recuerda una boda de tres días con más de 300 invitados. La mitad de ellos se acercaron durante la celebración para agradecerle detalles concretos. "No busco visibilidad. Trabajo desde un segundo plano discreto, con la batuta firme pero sin protagonismo. Me mimetizo con el entorno para que todo fluya".
Esa discreción no impide que haya momentos de pura épica. En una ocasión, un pequeño tornado sorprendió una celebración junto al mar. "Mi equipo aplicó el protocolo y al día siguiente la novia me escribió: ‘¿Cómo es posible que hubiera un tornado… y yo no me enterara? Tu magia es real’. Eso es lo que buscamos: que la belleza prevalezca incluso en el caos".
La protagonista posa frente al objetivo.
Cuando la wedding planner habla, lo hace con una pasión que se refleja en todo lo que hace. Sus pilares son una visión muy panorámica de todo lo que percibe de sus novios cuando llegan a su agencia a plantearles qué gran día quieren tener. "Hablo muchas horas con ellos, las que sean precisas, porque necesito empaparme incluso de aquello que no dicen, de lo que expresan con el silencio, con las miradas...".
Es, dice, "una labor psicológica que vas puliendo con los años". Es verdad que sus bodas son de un elevado presupuesto, pero ella quiere dejar claro que el lujo no es aquello que muchos entienden hoy en día como tal: "Como decía Enrique Loewe, el lujo es la verdad. Es calidad sin concesiones, exclusividad y conexión con lo que importa".
Y lo que importa, insiste, "no se puede comprar: el tiempo, la salud, la paz. Ese instante en el que todo encaja —la luz, el sonido, el gesto— y uno se siente pleno". Esa concepción se refleja también en los pequeños rituales previos al gran día.
Antes de que este tenga lugar, Sira dirige un ensayo general donde ajusta el tono emocional de todo el equipo. Por la noche, cuando ya todo está preparado, se queda sola en el espacio, iluminado, respirando en silencio. "Desde ese instante, ya sólo están ellos, mis clientes. Respiro y me lleno de su energía. Es el comienzo de una sinfonía emocional".
El arte de celebrar
Cada proyecto es un retrato emocional de quienes lo protagonizan. "No diseño eventos: diseño retratos vivientes de identidad, amor y belleza". Sus bodas duran varios días, con fiestas de bienvenida, experiencias culturales, gastronomía de autor y una iluminación que construye la arquitectura emocional de cada escena.
Para aquellos que comienzan a planear su casamiento, ella recomienda empezar por lo esencial: "Definir cómo quieren sentirse ese día. No qué color o diseño, sino qué energía quieren que los envuelva. Esa emoción será su brújula".
Sira Antequera en las instalaciones de Magas.
Hoy, tras cientos de celebraciones, su motivación sigue intacta. "Me sigue fascinando descubrir la historia de cada pareja. El lujo está evolucionando: ya no es acumulación, es significado", asegura.
Y en ese equilibrio entre emoción y estructura, entre belleza y propósito, ha encontrado su verdad: "Creo celebraciones que se sienten. Experiencias que no sólo se ven, sino que se viven y se recuerdan para siempre. Eso, para mí, es el verdadero arte de celebrar".
