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Diana Lado es un ser excepcional de la naturaleza. Las masas, que a menudo siguen a otras masas, son fácilmente influenciables por voces cascadas que emiten discursos caducos y obsoletos. Ella es lo contrario a eso.

Diana va por fuera del rebaño: es la oveja negra del jersey de Warm & Wonderful de su tocaya, Lady Di(ana) Spencer. Diana es el color turquesa y una delicada florecilla de la cúpula del Palace (a Luxury Collection Hotel, Madrid). Su luz se percibe desde el primer momento en que uno llega y la ve -tanto a la cúpula como a la protagonista de esta entrevista-.

Lado, que nació en Barcelona, pero bebió de las aguas de Londres y Los Ángeles -California, Estados Unidos-, estudió Derecho por obligación materna, pero su pasión siempre fue el teatro, como actriz y como autora. 

La escritora Diana Lado, bajo la imponente cúpula de The Palace, A Luxury Collection Hotel, Madrid. David Morales Magas

Tras iniciar su trayectoria profesional en dos prestigiosos bufetes jurídicos, abandonó todo para actuar y escribir, y ahora lo hace como quien escucha el murmullo del mar desde una calle estrecha: con la sal del Mediterráneo en la piel y con el recuerdo de Bloomsbury en su alma. Allí descubrió no solo un lugar, sino un hogar imaginario donde las palabras caen como hojas de otoño, llenas de sentido, melancolía, dolor y belleza.

Bloomsbury, su primera novela, que toma su nombre de su barrio favorito de la City, no es solo un libro, sino una carta de amor a ese rincón del mundo que la tocó tan hondo como la ola que casi la ahoga mientras surfeaba en Malibú. En Diana conviven mil mujeres, todas protegidas por una misma y por una legión de ángeles.

Diana Lado estudió Derecho, pero su pasión siempre fue el teatro y la literatura. David Morales Magas

Con unos ojos verdes que parecen contener todos los paisajes que la han atravesado, Lado, en su trabajo, mezcla lo urbano y lo salvaje: el asfalto que recorría en skate por Venice Beach y los cócteles que se tomó en el obscuro Chateaux Marmont con Lana del Rey a su lado.

Su escritura también se desliza entre extremos, con una voz tan libre como sus pasiones. Como gran observadora, ama el cine y lo analiza con la curiosidad de quien nunca deja de sentir y de narrar.

El centro de su universo, más allá del glitter, de la purpurina y de sus looks de Palomo, es su hija, a quien le dedica su opera prima. Diana va camino de publicar su segunda novela, de la que pocos datos se tienen. Su obra, como su propia historia, es una mezcla de amor, aventuras nómadas, música y palabras muy bien elegidas. Un periplo continuo que empieza y siempre vuelve al corazón.

¿Quién es Diana Lado?

Diana Lado es una escritora de Barcelona que lleva más de una década trabajando en los circuitos creativos con base en Los Ángeles. También he trabajado entre Nueva York y Los Ángeles durante siete años en distintas áreas creativas, y ahora llevo tres en Madrid.

¿Quién era su modelo a seguir cuando era niña?

Mi modelo a seguir eran mi madre y mi abuela. Tuve una infancia maravillosa porque mi madre me lo vendía todo muy bien. Siempre lo asemejo a Todo en un día (Ferris Bueller’s Day Off), aunque creo que no es muy conocida aquí: es una película donde todo pasa en un día disparatado. Mi infancia fue un poco así.

Muchas de esas cosas se reflejan en mi primera novela, Bloomsbury, porque hay partes de la protagonista que beben mucho de mí, sobre todo de esa infancia tan loca. He puesto pinceladas ahí que creo que aportan un toque de humor incluso a los pasajes más dramáticos.

Habla de su madre y de su abuela. Es decir, sus referentes son eminentemente femeninos.

Totalmente. De hecho, yo no conocí a mi padre. Mi madre me crio sola. Nunca noté esa ausencia paterna. Hasta los 10 años me parecía lo más normal del mundo una vida madre-hija. Y lo es. Hay un momento en Bloomsbury en el que a la protagonista, en el colegio, le piden que dibuje a su padre, a su madre, a su abuelo y a su abuela.

Qué pretencioso asumir que se tiene todo eso, ¿no? ¡Qué lujo! Ahora que hablamos tanto del lujo… Evidentemente, tener a los seres queridos es un lujo, pero se puede ser muy feliz con modelos de familia no convencionales.

El eterno debate sobre los modelos de familia. En su caso eran usted, su madre y su abuela, y fue plenamente feliz.

¡Totalmente! Mi madre era muy estricta, lo que normalmente se asocia al rol paterno. Me acuerdo de una frase que me repetía siempre: “Mejor sola que mal acompañada”. Yo no la entendía muy bien, pero ahora, viendo lo que se ve por ahí… la entiendo totalmente.

Diana Lado nació en Barcelona, pero se mudó a Londres y después a Los Ángeles. David Morales Magas

¿En clase era la chica popular, como Ariana Grande en Wicked, o más bien nerd, tipo Matilda?

He tenido las dos fases. Y creo que eso de las contradicciones resume mucho mi vida. He sido una pringada, y luego viví un momento de popularidad máxima. De hecho, fui delegada de clase año tras año. En la adolescencia fui popular, pero antes de eso, pringui total. A ver, que yo me disfracé de Bernarda Alba con 12 años, ¿vale? Y mis amigas del colegio iban de Sailor Moon (risas).

¿Y por qué eligió ese personaje tan autocrático y tan intransigente?

Porque era una niña introvertida, apasionada de los libros. Mi casa estaba llena de libros. Mi madre me influenció muchísimo. Me llevó al teatro a ver La zapatera prodigiosa, con Lola Herrera. Ahí empecé a leer a Lorca. Lola Herrera también es un gran referente para mí. Luego leí La casa de Bernarda Alba y… me disfracé de ella.

¿Por qué eligió a ese personaje tan oscuro?

¡No lo sé! (rísas) Pero al año siguiente ya fui Geri Halliwell. Wow, wow.

Quiero saber sobre su formación, porque quien tenga un poco de sensibilidad puede ver que es usted una persona especial: por su forma de hablar, sus looks, su manera de comunicar… ¿Hacia dónde se encaminó académicamente?

Estudié Derecho porque, como a casi todas las españolas, me obligaron a hacer una carrera. Yo quería ser actriz. En el cole hacía teatro, protagonizaba las obras, las escribía, hacía el casting a mis compañeros… Pero mi madre me decía: “Tú vas a estudiar Derecho”. Y al final, pues eso hice. De hecho, empecé en Garrigues y luego me ficharon en Cuatrecasas.

Guau, son despachos de altísimo nivel.

Ahí aprendí muchísimo sobre el Big Corporate America, sobre lo que es la excelencia profesional, algo que luego me sirvió mucho en Estados Unidos. Pero a nivel personal me quedé muy sola, perdí a mi madre e hice un reset. Decidí irme a Londres, a mi barrio favorito: Bloomsbury. Hice un posgrado en Periodismo, empecé a encontrarme… y después me fui a Hollywood.

La escritora Diana Lado durante un momento de su entrevista con Magas. David Morales Magas

¿Cuándo aparece Los Ángeles en su vida?

Poco después de mudarme a Londres. Tenía un par de amigos allí, fui a visitarlos y… flipé. Mis ojos no podían con la luz y el color de la ciudad. Allí conocí a Logan Yuzna, mi marido, con quien hablaba mucho de cine. Estudié en el Conservatorio Meisner, que recomiendo a cualquier escritor o artista. Es maravilloso.

¿De qué trata?

Son dos años intensos. El primero es durísimo; muchos se dan de baja. Pero el segundo… trabajas con nursery rhymes, nanas, y tienes que crear escenas distintas a partir del mismo texto, pero cambiando entonación, gestos…

Por ejemplo: si la frase es “Oh, I can’t believe I see you here”, puedes decirla mientras te pones un zapato. Es una coreografía emocional. Aprendes muchísimo. Después estuve en The Groundlings, de donde han salido grandes cómicos. Todo esto es muy útil para un escritor.

¿Cuánto tiempo vivió en esa ciudad de aparente glitter y glamour?

Viví en Los Ángeles desde 2010 hasta julio de 2021. Nunca pensé que me iría. Me compré unas tablas de surf… luego casi me ahogo (risas). ¿Glitter y glamour? Solo en eventos. El resto del día vas en ropa deportiva y te cambias en el coche para entrar en el evento. Cuando iba a Nueva York, no aguantaba más de una semana. Ahora me pasa al revés. Desde la COVID, en Los Ángeles hay una gran crisis por los homeless, el fentanilo… Por eso nos fuimos.

Barcelona, Madrid, Los Ángeles… ¿Cómo influyen esas ciudades en su forma de ver la vida, actuar y escribir?

Me han dado una mentalidad muy abierta. Por ejemplo, en Barcelona hay una división clara: pijos y chonis. Luego vas a Londres y se ríen de nuestros pijos. En Nueva York la gente rica quiere ser vista; en San Francisco, no. 

Eso sucedió con la gala MET. Antes de que llegase Anna Wintour en 1995 e invitase a gente de la moda, la MET Ball era un evento para la élite neoyorquina, para que luego se vieran en la prensa y para demostrar poder y dinero.

Élite. Exacto. Eso pasa mucho. Nueva York es muy flashy, Los Angeles es súper flashy. Yo, cuando llegué a Los Ángeles, por ejemplo, me mudé a Malibú porque yo era de Barcelona. Yo no entendía que la gente viviera en Hollywood.

Vaya vida: escribir, surfear, componer, Malibú… Suena todo a Lana del Rey.

Bueno, con Lana es que, claro, vivimos ahí una época…

¿Son colegas?

No, no. Un amigo me dijo que estaba saliendo con una chica que se había hecho viral en YouTube. Era Lana del Rey, que con su canción Videogames llevaba, entonces, unas 200.000 visualizaciones. Me obsesioné con ella. Me encantó. Nadie la conocía. Luego, de repente, estaba siempre sentada a nuestro lado en el Chateaux Marmont.

La veía con ese look de Priscilla Presley. Pensaba que era algo personal, pero era que venía de grabar o de hacer fotos para su álbum Born to die. La última vez que estuve en Los Ángeles la vi, pero es que nunca hablo con nadie. Como soy introvertida, acabo en el rincón de las celebrities, en plan: “No quiero ser vista. Déjame en paz…” (risas). Colegas no, pero admiración: total.

Diana Lado ha publicado 'Bloomsbury' y en otoño saldrá a la luz su segunda novela. David Morales Magas

Hablemos de Bloomsbury, su opera prima. ¿Qué la inspiró a escribirla? ¿Hubo un momento o experiencia concreta que desencadenó la idea?

Sí. La verdad es que llevo escribiendo toda la vida y tengo mucho interés por el teatro desde muy pequeña. Veía la obra como un conjunto. Quería escribir una especie de guía de supervivencia millennial, subiendo un poquito la temperatura, es decir, contando cosas que vive la protagonista que son muy duras, pero que forman parte de la vida.

También la llevo a Los Ángeles, a Hollywood, donde vive cosas muy guays. Quería empezar con algo muy grounding, muy real, muy artístico… muy Meisner, quizás. Y desde ahí, ya jugar con otras cosas que también me atraen.

¿Bloomsbury tiene elementos autobiográficos? ¿Hay personajes inspirados en personas reales?

La gente que me conoce y ha leído el libro me dice: “Aquí hay mucho de ti”. Y sí, es una novela, pero evidentemente todos los autores metemos elementos autobiográficos. Luego le das capas de ficción. Me siento orgullosa de cómo se han contado ciertos temas: para quienes los han vivido y para quienes no, pero pueden entenderlos. Y luego también hay historias que parecen fascinantes y, bueno… algunas son reales.

¿Está escribiendo una segunda novela?

Sí, acabo de terminarla. Se publica este otoño. Tiene mucho que ver con Bloomsbury en el sentido de que hay continuidad: la protagonista es otra, pero reaparecen personajes que ya conocíamos. Está Carlota, está el artista Vicente Escobar, que aquí tiene un papel muy protagonista… Es una novela muy distinta, más liviana. Va sobre Hollywood, sobre el Chateaux Marmont, que es un lugar inaccesible, misterioso, donde se cuece todo. Es un oasis dentro de Hollywood, muy lowkey, nada de opulencia americana.

¿Qué hay que hacer para acceder ahí?

Hay que conocer a alguien, pero también va por la vibra. Si tú eres de este rollo, como tú, Raúl, no tendrías problema. Pero si vienes queriendo pagar mil dólares por una botella de champán o una mesa privada... no entras.

¿Hay algún lugar en Madrid que le recuerde al Chateaux Marmont?

Quizá Club Malasaña.

Dicen que no hay que juzgar un libro por su portada, y en Bloomsbury se cumple: es turquesa, preciosa, aparentemente dulce… pero dentro encierra una historia durísima. ¿Qué les diría a Carlota y a MJ, sus protagonistas, si las tuviera ahora delante?

Les diría que, si pudieran volver atrás y cambiar algo, que no lo hagan. Que todo está bien así. Que su historia entrelaza otras muchas historias preciosas.

¿Qué papel juega la maternidad en su vida creativa? ¿Le ha cambiado la forma de mirar el mundo o de escribir sobre él?

Voy a hablar de ella de una forma artística. Me inspira muchísimo. Es super cool. La gente cree que cuando eres madre pasas el día escuchando canciones estúpidas… pero no. Mi hija me ha descubierto canciones que yo no conocía. Escuchamos a Rosalía, pero también somos muy de Disney, de Wicked… Hoy llevo estos pendientes de esmeraldas y ella sabe que son un guiño a Elphaba. Ella me hace los looks. Conoce solo dos marcas: Loewe y Palomo. New era for everybody. Es una artistaza.

¿Qué le gustaría que su hija encontrara en su libro cuando lo lea?

Primero, que lo lea cuando tenga 21 años.

¿La edad adulta en Estados Unidos?

O 18, me da igual (risas). Pero que cuando lo lea diga: “No pasa nada”. Que si algo ha salido mal, no pasa nada. Si un día haces algo que no deberías, si estás en un grupo que no es para ti, o si ves cosas difíciles… No pasa nada. Para mí el mensaje es ese: mañana será otro día. Mañana puedes elegir otra vez. Y que no se castigue, que no se haga daño, que no se hable mal.

Parece que con su hija se cierra un ciclo femenino fuerte en su vida: su abuela, su madre, usted misma… y ahora ella.

Sí. La verdad es que cuando escribía Bloomsbury no pensaba que fuera a ser tan femenino. Porque Carlota, por ejemplo, a veces es muy tomboy. A veces yo misma no soy una girlie girl. Pero cada vez valoro más escribir sobre estos personajes femeninos. Me parece fundamental contar estas historias complejas, con mujeres que lidian con tantas cosas. Ahora sí lo veo así.

Diana Lado posa con look de Palomo en el 'nuevo' Palace tras la reforma de Lázaro Rosa-Violán. David Morales Magas

¿Cree que la mejor amistad es la que existe entre the girls and the gays -las chicas y los gays-?

Charli XCX lo ha resumido muy bien: Girl, it's so confusing sometimes to be a girl. Es bueno que lo sepamos entre nosotras, para pillarnos a tiempo y decir: “Oye, a ver, no”. El monólogo final de Barbie también lo explica muy bien. Es muy difícil ser mujer: nos caemos mal a nosotras mismas, caemos mal a los demás… Yo, en la próxima vida, me pido chico.

¿Puede ser que eso sea lo que les une a unas y otros?

Entre chicas nos entendemos más. Si sales de noche, es más fácil que una chica te espere. Los amigos chicos igual se piran.

¿Sus amigos gays son de los que se piran?

No, no. Son protectores. Pero en ciertos momentos, las chicas un poquito más. Es mi experiencia. Yo defiendo a muerte a las mujeres. Ya era feminista antes de parir, pero ahora que soy madre lo digo claramente: igualdad, no. Las mujeres, más. Tiene que haber superioridad femenina. Cuando entras por Madrid, en lugar de las Torres KIO, debería haber dos esfinges de mujer.

¿Qué es el lujo para usted?

Pasar las tardes en el Chateau Marmont o zambullirme en la piscina del Beverly Hills Hotel.

Suena todo muy nostálgico. ¿Echa de menos Los Ángeles, o al menos la ciudad que vivió?

Exactamente. Porque ahora ya no existe. Eso pasa siempre. Como cuando echas de menos tu lugar de veraneo, pero vas en noviembre, llueve y no están tus amigos. Echo de menos momentos concretos de Los Ángeles: conducir por la Pacific Coast Highway, que ahora está cerrada por los incendios de enero… ¡cerrada! Para mí eso no tiene sentido. Echo de menos esos momentos, pero también valoro los que estoy viviendo aquí, como esta entrevista, en este lugar precioso e histórico: el Palace.