Carlos Fitz-James Stuart, XIX duque de Alba, conserva en Sevilla un patrimonio palaciego de enorme peso cultural y simbólico. No se trata de una vivienda cualquiera, sino que es el emblemático Palacio de las Dueñas, con raíces que se remontan a los siglos XV y XVI.
El palacio combina estilos gótico-mudéjar y renacentista, alberga salones, patios y jardines monumentales, y ha sido declarado Bien de Interés Cultural. Sus espacios contienen obras de arte, tapices y mobiliario con siglos de historia, convirtiéndolo en una joya patrimonial única.
Aunque Carlos tiene múltiples propiedades en Sevilla y Madrid heredadas de su madre, las Dueñas sigue siendo su estandarte en Andalucía. Hoy, ese palacio icónico cobra nueva fuerza como epicentro de su identidad nobiliaria y cultural.
El origen del Palacio de las Dueñas se sitúa en la Sevilla del siglo XV, cuando familias nobles como los Pineda levantaron una casa señorial que, con el tiempo, se fue ampliando y transformando. En 1612, por las alianzas matrimoniales con la Casa de Alba, pasó a manos de esa dinastía, consolidándose como enclave de la nobleza andaluza.
A lo largo de los siglos, el palacio fue objeto de reformas: se añadieron jardines, patios y colecciones artísticas bajo diversos duques. En la planta arquitectónica conviven la sobriedad renacentista con detalles mudéjares, así como jardines con naranjos, arrayanes y fuentes que evocan el clima y espíritu hispalense.
Tradicionalmente, artistas y literatos han admirado sus estancias. Antonio Machado vivió en una parte del palacio y algunas de sus poesías están inspiradas en este lugar. Con la llegada de Carlos al mando patrimonial, se ha impulsado su apertura al público, reforzando su papel como bien cultural compartido.
Vivir en un edificio con siglos de historia implica responsabilidad, por lo tanto, no existen informaciones oficiales que indiquen que Carlos Fitz-James Stuart pase temporada en este lugar. Sin embargo, está claro que ha apostado por mantener el valor histórico que encarna. Bajo su impulso, el palacio ha sido sometido a restauraciones y gestiones que permiten su visita al público.
Las visitas, guiadas y respetuosas con el entorno, permiten explorar patios, galerías y colecciones artísticas, acercando la historia al ciudadano y al viajero. También se busca que la casa cumpla una función cultural: no solo como hogar noble, sino como espacio vivo de la memoria sevillana.
Así, una de las residencias del duque en Sevilla no es un capricho aristocrático, sino un acto de custodia histórica. Las paredes de Las Dueñas siguen contando historias: de linajes, arte, recuerdos, y de un hombre que heredó más que estatus, un legado para conservar y compartir.
De hecho, Carlos Fitz-James Stuart, el duque de Alba, vive mayormente en la capital española, Madrid, en el Palacio de Liria. Sin embargo, ha habitado también en apartamentos aledaños que pertenecen a su padre y a la familia Alba. Estos datos son de finales del 2024 y principios del 2025.
Sin embargo, el Palacio de Dueñas sigue siendo muy importante para la historia de la Casa de Alba, una de las familias más ilustres de Europa. Así, los retratos familiares, las porcelanas y los tapices flamencos narran siglos de linaje y poder.
Bajo la dirección de Carlos Fitz-James Stuart, la herencia se conserva con mimo, pero también con una visión moderna, que busca abrir las puertas del arte y la historia a las nuevas generaciones.
Además de su valor patrimonial, la residencia tiene un fuerte componente sentimental. En ella vivió Cayetana Fitz-James Stuart, la recordada duquesa de Alba, quien convirtió las Dueñas en su refugio favorito y en el epicentro de sus recuerdos.
Hoy, su hijo mantiene vivo ese espíritu, reforzando el vínculo de la familia con Sevilla, ciudad que los ha acogido durante siglos y donde este palacio sigue siendo un símbolo de elegancia, historia y tradición andaluza.
En definitiva, aunque Carlos Fitz-James Stuart no reside de forma permanente en el Palacio de Dueñas, su implicación en su conservación es clave. El XIX duque de Alba mantiene este enclave como símbolo vivo de la historia familiar.
