Publicada

En China, la soltería femenina sigue siendo un asunto profundamente sensible, especialmente en un país que atraviesa una crisis demográfica. Aunque el Gobierno ha eliminado la política del hijo único y ahora insta a la población a tener más descendencia, la realidad es que cada vez más personas chinas retrasan —o descartan por completo— el matrimonio y la maternidad.

Según la Oficina Nacional de Estadística, la natalidad en el país encadena cinco años de caídas y al mismo tiempo, el número de solteros ha alcanzado cifras récord: más de 200 millones de personas no están casadas, pese a que existen unos 30 millones más de hombres que de mujeres en el país.

Paradójicamente, este desequilibrio no ha reducido la presión sobre las mujeres. Para muchas de ellas, cumplir 25 o 27 años sin pareja supone entrar en la categoría de sheng nü, las llamadas "mujeres sobrantes", un término que resume una expectativa social arraigada: casarse sigue considerándose una obligación moral y familiar. 

La historia de Lele, una mujer que huyó de la tradición

El término sheng nü es de origen mandarín y fue popularizado por medios estatales chinos a comienzos de los años 2000 y describe a mujeres urbanas, generalmente con buena educación y empleo estable, que continúan solteras más allá de la edad considerada "adecuada".

Para muchos chinos, especialmente aquellos que crecieron escuchando el término, la soltería femenina no es un estilo de vida, sino un signo de fracaso, de egoísmo o de desviación respecto de lo que se espera de una "buena hija". Lele es una de las mujeres que ha sentido de cerca ese peso social.

Lele es la esposa y compañera del youtuber Jabiertzo, con quien reside en China. A los 16 años, se mudó a la ciudad para recibir una mejor educación, viviendo primero con un familiar y después, en dormitorios escolares.

Es precisamente en el canal de su pareja en el que Lele narra la situación que viven todas las mujeres en el país e, incluso, la que tuvo que vivir ella: su madre tenían tanta prisa para que se echase novio, que le organizaba citas a ciegas.

Aunque resulte difícil de comprender, la raíz de esta presión es histórica. En la China agrícola tradicional, el matrimonio no solo era un acto social o emocional, sino una unión estratégica entre familias para asegurar mano de obra, estabilidad y descendencia.

Casarse joven se entendía como la forma más rápida de unir recursos y garantizar la continuidad familiar. Aunque la China contemporánea ya no depende de la agricultura, el matrimonio continúa siendo visto como una obligación moral, especialmente para las mujeres. No casarse implica, para muchos padres, perder prestigio social y no cumplir con el deber filial ancestral.

Las 'mujeres sobrantes' en China

La situación ha quedado plasmada en documentales como el producido por la marca japonesa SK-II, que mostró como miles de padres desesperados acuden a los "mercados matrimoniales" de ciudades como Shanghái o Pekín.

En estos parques, los progenitores colocan carteles con el currículum sentimental de sus hijas: edad, altura, salario, educación y una descripción de su carácter con la esperanza de encontrarles un marido. Muchas de esas mujeres no han dado permiso para ser “anunciadas”, pero para los padres la prioridad sigue siendo cumplir con la tradición.

Más allá de la edad, uno de los motivos por los que puedes ser rechazada por los hombres en China es tu éxito. Según cuenta Lele, muchos chinos se sienten incómodos saliendo con mujeres cuyo nivel educativo o ingresos superan los suyos.

En una cultura que históricamente ha promovido la idea de que el hombre debe ser "superior", una mujer con alta formación interfiere con ese ideal. En el caso de Lele, durante su relación con el tercer "novio" presentado por su familia, surgieron problemas porque ella quería seguir estudiando para su examen de máster.

Sin embargo, a la familia del pretendiente no le gustaba que ella quisiera estudiar dos o tres años más, y además, existía la presión cultural de que la esposa no debe tener un nivel educativo superior al del marido, lo que hacía sentir "menos" al chico.

Lele rechazó esa dinámica tradicional donde la suegra tomaba las decisiones y controlaba la relación. Finalmente, mientras su familia intentaba volver a emparejarla con el candidato chino, ella ya estaba saliendo en secreto con Jabiertzo.

Fue durante el doctorado cuando compañeros chinos de Jabiertzo encontraban gracioso e, incluso, extraño, que Lele tuviera una titulación superior a él. Aunque su pareja no veía ningún problema en ello, socialmente se interpretaba como una anomalía que rompía el orden esperado.

Lele explica que el sexismo del fenómeno es evidente: mientras un hombre puede casarse a los 35 o incluso a los 40 sin que nadie cuestione su valía, las mujeres parecen tener una especie de "fecha de caducidad social"

Es en esta situación en la que se contempla la contradicción profunda del país. China necesita que nazcan más niños —su población se reduce y envejece rápidamente—, pero muchas de las mujeres que podrían formar familias no quieren hacerlo bajo los antiguos términos. La presión no está logrando aumentar la natalidad; al contrario, provoca rechazo.