En uno de los barrios más típicos (y exclusivos) de Barcelona se encuentra el salón de belleza de Gwen, una joven empresaria y peluquera que ha sabido hacer de su pasión, su medio de vida.
Gwen, de 27 años, nació en China y vive en la Ciudad Condal desde los 10. Hoy es propietaria de una peluquería de éxito, lo que no implica que, detrás de su sonrisa, haya una historia de esfuerzo y resiliencia que inspira a quien la escucha.
"Siempre quise demostrar que ser peluquera no es algo menor. Para mí, es un orgullo", dice mientras ajusta el secador a su primera clienta de la mañana mientras habla con el canal About Life Official.
Aunque abre a las 9:30, ella llega antes para responder mensajes y concertar citas desde el móvil. Instagram, WhatsApp y TikTok son ahora parte de su trabajo.
"La gente pide cita por redes sociales a todas horas. Si no contesto rápido, se me escapan las clientas", asegura.
De limpiar toallas a facturar miles de euros
Su historia comenzó a los 16 años, en su primer empleo como ayudante de peluquería. "Cobraba 300 euros los fines de semana. Solo limpiaba y barría. No aprendía nada", recuerda.
En su segundo trabajo ganaba menos, pero allí realmente conoció el oficio. Con los años, pasó de trabajar a comisión a liderar su propio equipo.
"En mi mejor época llegué a ganar entre 4.000 y 5.000 euros al mes", cuenta. "Pero con tu propio negocio hay más responsabilidad: alquiler, productos, salarios… No solo cortas el pelo. Eres contable, gestora y, a veces, psicóloga".
La traición que casi la arruina
Cuando abrió su primer salón de belleza junto a una socia, todo parecía ir bien. "Confiaba plenamente en ella. Llevaba las cuentas y se ocupaba de la parte administrativa. Yo trabajaba de sol a sol."
Pero un día descubrió que su socia no registraba muchos de los ingresos. "Me estaba robando, literalmente."
Ganancias de una peluquera en Barcelona
El saldo final fue una deuda de 50.000 euros y una lección que no olvidará. "Montar un negocio no es solo ilusión. Es también contratos, papeles y mucha cabeza fría."
Aun así, Gwen no tiró la toalla. Sola y endeudada, empezó a ofrecer servicios de peluquería a domicilio mientras criaba a su hija, entonces recién nacida. "Era el momento más difícil de mi vida, pero no podía parar. Tenía que seguir adelante".
Emprender en Barcelona
Hoy Gwen compagina el negocio con su papel de madre. Tiene una hija de tres años que por las tardes recoge en la guardería después del trabajo. "A veces la traigo al salón y todas la cuidan. Mis clientas la han visto crecer."
El equilibrio no es fácil. "Hay días que no tengo ni 10 minutos para comer. Otras veces salgo a comprar algo rápido y vuelvo al trabajo. Pero me gusta lo que hago. Es mi espacio, mi creación."
Su marido también colabora arreglando desperfectos o revisando la instalación eléctrica. "Esto es un trabajo en equipo, literalmente familiar", dice entre risas.
Secretos de su éxito
Buena presencia en redes, fidelidad de clientas y una atención personalizada son sus armas. "Mi trabajo no es solo hacer cortes bonitos, sino escuchar." A lo largo del día las conversaciones fluyen entre tintes, confidencias y risas.
"Hay mujeres que vienen aquí después de pasar un mal día y se van con otra energía. Eso vale más que cualquier comisión", asegura.
Cada fin de jornada, Gwen limpia el salón con su equipo, revisa mensajes y cierra caja. "Normalmente terminamos sobre las siete. Ya no hago horas extra como antes. Aprendí que trabajar sin descanso no siempre significa ganar más."
