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Según los datos de la Agrupación Nacional de Asociaciones Provinciales de Administradores de Loterías (ANAPAL), más de 4.100 administraciones de lotería operan actualmente en España bajo un modelo que no ha actualizado el precio de los décimos desde 2002. La inflación acumulada supera el 60% y el coste de vida se ha disparado.

En estos más de veinte años, lo que era considerado como un negocio estable y con ingresos suficientes, hoy se ha convertido en una actividad de alto riesgo y bajo rendimiento. De hecho, muchos propietarios aseguran que los márgenes actuales apenas permiten cubrir gastos fijos como el alquiler, la seguridad o las nóminas. 

La situación es tan alarmante, que hay quienes dependen casi por completo de la campaña de Navidad para sobrevivir durante el resto del año. Rosa María es una de ellas. En su conversación con Eric Ponce resume el problema con una frase que repiten miles de compañeros en todo el país: "Hace 20 años que no nos suben las comisiones".

¿Cómo sobrevive una administración de lotería?

En el año 2022, el colectivo de apuestas y loterías del Estado, formado por más de 10.900 establecimientos en toda España, denunció estar abandonado y maltratado por SELAE, que los obligaba a vivir en una precariedad insostenible que ponía en riesgo la continuidad de sus negocios. 

Tres años después, la situación sigue prácticamente igual. El sector, según explica Rosa María, lleva 20 años con las comisiones congeladas y, como consecuencia, de décimos de 20 euros únicamente ven céntimos. El Estado, en cambio, se queda con lo restante.

El creador de contenido y compañero del empresario José Elías, Eric Ponce, ha recogido testimonios de varios loteros en distintas partes de España. Todos coinciden en la misma idea: tener una administración de lotería ya no es sinónimo de estabilidad.

Más allá del estancamiento en las comisiones, los loteros han perdido otra fuente clave de ingresos: ya no pueden pagar premios superiores a los 2.000 euros en ventanilla. Hasta hace unos años, las administraciones cobraban una pequeña comisión por gestionar esos premios, lo que suponía un complemento importante para su economía.

Sin embargo, desde la implantación de la normativa que obliga a canalizar los cobros a través de entidades bancarias, ese margen ha desaparecido. "Trabajamos para el Estado. Ellos son los jefes. Nosotros ponemos el esfuerzo, pero ellos se quedan casi todo", resume uno de los entrevistados.

El negocio de la lotería en España está gestionado directamente por el Ministerio de Hacienda a través de Loterías y Apuestas del Estado. Los administradores no son franquicias ni comerciantes libres, sino concesionarios que actúan bajo la supervisión directa del Estado.

Rosa María, lotera, explica su situación con la administración.

Esta medida, impulsada con el argumento de reforzar el control fiscal y evitar el fraude, ha tenido un efecto devastador sobre los ingresos de muchas administraciones pequeñas, que ven cómo una parte más del negocio se les escapa de las manos.

Rosa María conoce bien esta sensación y, a su juicio, el Estado "les está ahogando poco a poco". "Antes podíamos pagar hasta 5.000 o 6.000 euros en ventanilla y nos daban comisión. Ahora, con el límite de 2.000, todo lo demás pasa por el banco. Y de eso ya no vemos ni un céntimo", explican los entrevistados.

A todo ello se suma un fenómeno más reciente: la digitalización. Cada vez más clientes jóvenes compran sus décimos a través de plataformas como TuLotero o directamente en la web oficial. Las administraciones tradicionales pierden terreno ante un canal que no les deja beneficios.

"Somos animales en vías de extinción", reconoce Rosa. Algunas administraciones han intentado adaptarse creando páginas web propias o usando aplicaciones, pero la competencia con el propio sistema estatal es desigual. 

El desgaste emocional también se nota. Rosa María explica que el suyo es un trabajo sacrificado, con muchas horas y escasa recompensa económica. Sin embargo, hay algo que la mantiene en pie: el vínculo con la gente.

"Cuando das un premio y ves cómo cambia la vida de una persona, todo compensa un poco. Pero no se vive de eso", reconocen. En el caso de Rosa María, ella explica que dio un premio con el número que vendía su hijo, que falleció y con otro número premiado, logró parar un desahucio.

Cuando se le pregunta si volvería a abrir una administración sabiendo lo que sabe hoy, guarda silencio unos segundos. "No lo tengo claro", confiesa. “Quizás sí, si fuera más joven y con ganas de emprender. Pero ahora mismo, el sector es muy esclavo".