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En 2025, el mercado de food trucks en España ha conseguido una facturación cercana a los 5.865 millones de euros. En cuestión de unos años, esta opción gastronómica ha pasado de ser una moda a una tendencia estable gracias a su versatilidad, rapidez, oferta variada y unos precios inferiores en comparación con los restaurantes tradicionales.

Solo en nuestro país existen entre 1.500 y 2.000 food trucks operativos y uno de ellos pertenece a Cristina y Joan, pero no venden perritos calientes, patatas fritas o churros, sino que su negocio se caracteriza por ir un paso más allá de lo tradicional: apoyado en su remolque puedes disfrutar de unas fresas con chocolate.

Cristina es una de las invitadas al canal de YouTube de Adrián G. Martín, un emprendedor apasionado en entender cómo funcionan los negocios desde dentro. En esta ocasión ha visitado Fresanto, un food truck que, gracias a las fresas y un buen marketing, puede facturar hasta 8.000 euros en un solo fin de semana.

El negocio de los food trucks en España

El olor a chocolate derretido y el color rojo intenso de las fresas son el sello de identidad de Fresanto, un food truck que no pasa desapercibido en ferias y festivales. Detrás de esta marca se encuentra Cristina, una ex–community manager que decidió cambiar las redes sociales por la carretera, los eventos y la fruta fresca.

La idea de Fresanto surgió cuando Cristina y Joan descubrieron que la oferta gastronómica de los food trucks se centraba casi exclusivamente en lo salado: hamburguesas, pizzas, perritos calientes. Una carencia de la que nació una oportunidad, ofrecer un postre famoso y rentable.

"La fresa es una fruta que gusta a todo el mundo. Además, tiene algo elegante, casi exótico, y combina de maravilla con el chocolate", explica Cristina. Desde el principio, buscaron diferenciarse, lo que implicó una mayor inversión.

Una apuesta que marcó también la estética del negocio. Fresanto no es un food truck al uso, sino un remolque que se reconoce desde lejos por su enorme fresa cubierta de chocolate derretido.

Todo está pensado para atraer la mirada y despertar el antojo. Incluso la barra de atención fue rediseñada: Cristina y Joan hicieron un agujero en el suelo del remolque para poder atender desde una altura más baja y permitir que el cliente vea el proceso completo de preparación, desde el corte hasta el baño de chocolate.

Sin embargo, todo esto ha tenido un precio y, según cuentan, los costes iniciales pueden superar fácilmente los 50.000 euros, aunque Fresanto fue un ejemplo de apuesta decidida: su inversión total rondó los 80.000 euros.

Fresanta, el negocio de Cristina y Joan.

El remolque, el diseño personalizado, la homologación y, sobre todo, la implementación de un sistema de pago automatizado dispararon el presupuesto. Este sistema, que permite al cliente hacer su pedido y pagar con tarjeta o efectivo a través de una pantalla táctil, elimina la necesidad de contratar a una persona para cobrar.

A pesar de la inversión inicial, Fresanto ya está generando beneficios gracias a la alta rentabilidad del producto. La empresa confía en recuperar el capital invertido en un plazo de dos años, ya que un vaso de fresas, que se comercializa a 8 euros, ofrece una rentabilidad aproximada del 50 %.

No obstante, el margen puede variar: tanto el precio del chocolate, que es más caro que el de la propia fruta, y el de la fresa, que fluctúa según la temporada, son factores que se escapan del control del emprendedor.

Además, la rentabilidad del producto se dispara cuando trabajan en eventos, como festivales, donde Cristina y Joan pueden facturar hasta 8.000 euros en tres días.

Estas cifras son excepcionales, pero, según cuenta Cristina, la media más realista ronda entre 1.000 y 2.000 euros diarios. Como autoempleo para dos personas, el modelo es sólido: puede generar sueldos netos de entre 2.000 y 3.000 euros mensuales, siempre que la temporada sea buena y los eventos acompañen.

"El mínimo para ser rentables es vender 50 unidades al día", explica la dueña de Fresanto. Aun así, es un negocio que exige mucho trabajo y, tal y como cuenta Cristina, ella y su pareja trabajan prácticamente todos los fines de semana del año.

A pesar del éxito en el remolque, Cristina no ve Fresanto solo como un autoempleo. Su objetivo es convertir el food truck en una herramienta de marca, un escaparate móvil que dé visibilidad a la empresa y permita abrir nuevos canales de venta.

"Nos gustaría tener un local fijo o un corner en un centro comercial. Allí podríamos trabajar los treinta días del mes, no solo los fines de semana, y eso nos daría una facturación mucho más estable", explica.