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Los remedios caseros han emergido como la solución divina a un montón de problemas del día a día. Aprovechando recursos naturales, podemos no solo encontrar la cura de infecciones como el resfriado, sino también aplicarlos en ámbitos como la limpieza, el cuidado personal o la jardinería.

Precisamente en este último ámbito existen un sinfín de soluciones: cáscaras de huevo, bicarbonato de sodio, hojas de té, alimentos triturados como los ajos o los posos de café. Sin embargo, el hecho de que procedan de la naturaleza no significa que sean inocuos ni que funcionen en todos los contextos.

La gran mayoría de estas prácticas populares se transmiten de boca a boca o a través de redes sociales sin pruebas que respalden su eficacia y, en algunos casos, pueden resultar contraproducentes. En el caso del café, por ejemplo, usarlo como abono puede alterar las condiciones del sustrato y comprometer la salud del jardín.

El efecto del café en las plantas

Los posos de café, es decir, los restos que quedan en la cafetera una vez que hemos extraído la bebida, son, posiblemente, el remedio más popular en cuanto al cuidado de las plantas se refiere.

Debido a su contenido de nutrientes, se dice que son capaces de repeler plagas, promover un crecimiento más rápido o mejorar la composición del suelo; sin embargo, según el jardinero Andre Alonso, "alteran el pH, generan hongos y bacterias y pueden pudrir raíces".

Si bien los posos de café son materia orgánica, no poseen un verdadero poder de abonado, pues carecen de los nutrientes esenciales que las plantas necesitan para su desarrollo.

Cuando se prepara la bebida, el agua caliente extrae de los granos la mayor parte de sus componentes solubles, incluyendo las sales minerales y otros elementos nutritivos.

Esto significa que lo que queda en los posos es, en gran medida, un residuo carente de los nutrientes más importantes para las plantas. Por esta razón, al añadirlos directamente al sustrato, no se logra el efecto fertilizante que muchas personas esperan.

Uno de los principales problemas, según el jardinero, es la modificación del pH del suelo. Las plantas están adaptadas a un rango de acidez muy concreto; si este se desequilibra, las raíces pueden tener dificultades para absorber nutrientes esenciales como el nitrógeno, fósforo o potasio.

Este desequilibrio no siempre se nota de inmediato, pero a medio plazo provoca hojas amarillentas, crecimiento lento y debilitamiento general de la planta.

Además, otro aspecto poco conocido es que los posos de café son materia fresca y húmeda, lo cual puede crear un microclima perfecto para el desarrollo de hongos y bacterias.

Aunque algunos de estos microorganismos pueden ser beneficiosos, la proliferación incontrolada de otros puede afectar negativamente al sistema radicular. Estos agentes aprovechan la humedad para multiplicarse y, con el tiempo, provocar la pudrición de las raíces.

Una planta con las raíces dañadas no solo deja de crecer con normalidad, sino que también se vuelve más vulnerable a plagas y enfermedades.

El café, además, tiene compuestos como la cafeína y otros alcaloides que funcionan como defensas naturales de la planta del café frente a insectos y competidores.

Al incorporarlos directamente al sustrato de tus macetas, estás introduciendo sustancias que pueden inhibir la germinación de semillas o afectar a la microbiota del suelo. Esto significa que, lejos de estimular el desarrollo de tus plantas, podrías estar obstaculizándolo.

Sin embargo, a pesar de todo ello, esto no significa que el café vaya a pudrir las raíces de tus plantas de manera inmediata, sino que, de hecho, en pequeñas cantidades y compostados correctamente, los posos de café pueden integrarse en un abono equilibrado.

El jardinero, en su lugar, recomienda "no experimentar" con tus plantas y optar por abonos formulados específicamente para ellas, sin alterar el pH ni favorecer la proliferación de microorganismos indeseados.