Siempre se ha dicho que la música es un analgésico para el alma. Ese momento en el que al ponerte los auriculares, tus problemas comienzan a importar menos y eres capaz de evadirte del mundo.
Sin embargo, en los últimos años, muchas mujeres han cambiado lo que reproducen en sus cascos para zafarse de sus preocupaciones. Sumergirse en un pódcast en el que les cuentan, con detalle quirúrgico, el último crimen que ha sacudido a la sociedad se ha convertido en su dopamina favorita.
De hecho, se podría decir que el público que escucha true crime de forma habitual es femenino, ya que supone el 70% del total de oyentes, según el informe publicado por la revista científica Social Psychological and Personality Science.
Es más, Kantar Group —empresa líder en datos y marketing— analizó en 2024 la forma de consumo de este contenido por parte de 10.000 personas de Australia, Brasil, China, Francia, Alemania, Sudáfrica, Corea del Sur, España, Reino Unido y EEUU, y reveló que era el género predilecto para el 46% de ellas.
Noelia Barroso Ceballos, psicóloga y directora de Psicología NBC, destaca que el ser humano tiene una "inclinación natural hacia el morbo".
Y que eso, continúa, "nos lleva a explorar situaciones potencialmente amenazantes para aprender de ellas y, en última instancia, garantizar la supervivencia. Lo macabro nos atrae porque implica emoción, riesgo y, muchas veces, una ruptura con las normas sociales".
Así lo constata Olivia Martínez (Sevilla, 1994), fiel consumidora del true crime desde 2018: "Soy una persona muy curiosa y lo de ir más allá me da bastante vida".
Pero las razones que llevan a las mujeres a escuchar pódcast que desentrañan asesinatos reales va más allá del morbo.
La profesional explica que una de las hipótesis más sostenidas considera que lo que quieren es "anticiparse a posibles situaciones de peligro, en contextos en donde la violencia de género está muy presente".
De esta manera, se genera en el público femenino un afán de reconocer patrones, aprender señales de alerta, entender situaciones límite o en identificarse con las víctimas, que en la mayoría de los casos son mujeres.
Sensación de control
Olivia confiesa que "es muy miedica, pero que con los años se ha vuelto más valiente". Achaca parte de la culpa a su madre, ya que le ha inculcado la tendencia a anticiparse a los posibles peligros.
"Sentir que puedo controlar una situación me da seguridad", añade la joven. De esta manera, encuentra un refugio cuando se pone sus grandes cascos rosas y reproduce las narraciones más escalofriantes.
La experta detalla que este comportamiento es habitual y, aunque suene paradójico, el consumo de este tipo de contenidos puede ayudar a "autorregularnos emocionalmente", ya que "al conocer mejor cómo ocurren ciertos crímenes, se obtiene una información que genera sensación de control y tranquilidad".
Instinto de supervivencia
Las mujeres que escuchan este género suelen considerarlo, en gran medida, una herramienta didáctica. Muchas de ellas usan los relatos como "estrategia preventiva, casi como una forma de entrenamiento psicológico".
Gracias a las narraciones, en un acto de autodefensa simbólica, extraen mecanismos para "detectar señales de abuso, manipulación o violencia", confirma Barroso.
Es por eso que la mayoría de las oyentes prefieren historias que incluyan métodos de escape, perfiles comportamentales del agresor o pautas de supervivencia que puedan serles útiles ante situaciones de peligro, tal y como demuestra el estudio Captured by True Crime: Why Are Women Drawn to Tales of Rape, Murder and Serial Killers?, elaborado por la Universidad de Illinois.
La psicóloga explica que esto es lo que se denomina como "aprendizaje vicario", es decir, a través de observar las experiencias de otras personas, se adquieren conocimientos o actitudes, sin necesidad de vivirlas directamente.
Esta enseñanza se acentúa "si la víctima tiene rasgos o características similares a las nuestras", ya que puede conllevar incluso a modificaciones en el comportamiento.
Barroso ejemplifica estos cambios con pensamientos como: "si percibo esta actitud, me alejaré de esta persona o mandaré mi ubicación en tiempo real a alguien de mi confianza".
La sevillana asegura que en sus pódcast favoritos es habitual que se comenten detalles de los que acaba extrayendo alguna enseñanza.
Desde conocer que el criminal suele ser más benévolo con la víctima cuando esta le trata con amabilidad, a tener muy claro que, si es posible, hay que dejar restos biológicos en tu agresor y en la propia escena del delito.
"Suena raro, pero son cosas que pululan por mi mente. Me quedo con ese tipo de datos no solo por la mera acumulación de información, sino por saber cómo podría defenderme en caso de tener la mala suerte de sufrir algo así", expone Olivia.
A todo esto, se añade que en la mayoría de relatos las víctimas son mujeres, y esto, según la psicóloga, genera una "conexión empática directa". Muchas se ven reflejadas, aunque no necesariamente en la experiencia al completo, pero sí en aspectos cotidianos que pueden preceder a la violencia, tales como relaciones abusivas, de control o acoso.
Descifrar las mentes
Ana Óvilo (Madrid, 1997), lleva escuchando true crime cinco años y aunque lo usa "como distracción", la razón principal reside en "entender las mentes de los asesinos".
"Me gusta saber cuál es la explicación que hay detrás, comprender los motivos que llevan a un ser humano a cometer acciones tan terribles, teniendo en cuenta que no todos son enfermos mentales", detalla Ana.
Este pensamiento también lo comparte Manuela Pastoriza (Galicia, 1955): "Siento curiosidad por conocer a las personas a través de sus actos. Estos pódcast me hace cuestionarme cómo alguien, en teoría normal y corriente, es capaz de perpetrar crímenes tan atroces".
Por su parte, Claudia Rodríguez (Asturias, 1997) justifica sus escuchas en "el enganche" que le produce advertir "lo que mueve a los asesinos, qué se les pasa por la cabeza".
Estas coincidencias tienen un patrón psicológico: tener detalles de un crimen real dota de sentido y coherencia a la historia, y esto "enciende ciertos procesos cognitivos y emocionales complejos que reducen el miedo o la ansiedad generada".
Además, Noelia Barroso revela que resolver enigmas también activa circuitos de recompensa cerebral que generan placer y satisfacción. "El true crime pone en marcha el pensamiento analítico y empático al convertirnos, aunque sea por unos instantes, en detectives", apostilla.
De hecho, todas las voces de este reportaje comparten algo más que su gusto por los pódcast de este tipo: consumen ese mismo género en otros formatos diferentes al auditivo. A Olivia le fascinan los thrillers, "aunque luego le atormenten las imágenes a la hora de dormir".
Tanto para Ana como Claudia, las películas y series que desentrañan sucesos reales forman parte de su catálogo habitual en las distintas plataformas. Y a Manuela, la novela negra la tiene enganchada de forma constante.
Estadísticas disparadas
La categoría de crimen real está viviendo su época dorada, basta con analizar las tendencias de búsqueda en Google para ver cómo ha aumentado exponencialmente el interés al respecto, que con el auge que comenzaron a alcanzar estos formatos —allá por el 2015— también se ha trasladado a esta plataforma.
Interés a lo largo del tiempo según las búsquedas en Google.
Si acudimos a los rankings de contenidos más escuchados —en las aplicaciones de Spotify, Apple Podcasts, iVoox o Podimo— encontramos en las primeras posiciones episodios de esta categoría como Criminopatía, de Clara Tiscar, True Crime con Martha Caballero o Mimicidios, de Miren Jaurne.
En un mundo donde el multitasking está a la orden del día, es usual que sus consumidores atiendan a los crímenes más macabros mientras realizan otro tipo de actividades y así lo constata el estudio realizado en 2024 por Kantar Group.
En primera posición, destaca que el 57% de ellos lo utilizan a modo de distracción cuando limpian o mientras llevan a cabo las tareas del hogar y un 47% también lo hacen en desplazamientos o mientras conducen.
Por otra parte, aquellos que se ponen los cascos durante sus paseos o cuando realizan ejercicio suponen un 44%. Solo el 29% disfruta de los episodios auditivos en horario laboral.
Estadísticas sobre el consumo de pódcast.
Olivia relata: "Mientras estoy en la ducha no me los pongo porque quiero evitar flashes de El resplandor (se ríe). Antes, tendía a escucharlos mientras trabajaba, porque me hacían las jornadas más amenas, pero ahora suele ser cuando salgo a correr o mientras hago las tareas domésticas".
En ese team también está Manuela, que los oye cuando pasea a su perro porque le entretiene mucho. En cambio, Ana pertenece a ese grupo reducido de personas que le da al play metida en la cama justo antes de irse a dormir.
