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Según el INE, en España hay 14 millones de solteros, lo que representa aproximadamente el 36% de la población. La cifra es sorprendente; sin embargo, la soltería se ha convertido en una opción cada vez más aceptada y elegida por muchas personas.

No obstante, son algunos los factores que pueden estar relacionados con este auge de soltería, especialmente con la que no es elegida. Según los expertos, algunos de ellos son la priorización de la independencia, las mayores expectativas en las relaciones y la dificultad para encontrar pareja.

Además, de acuerdo con el psiquiatra Enrique Rojas, podría estar relacionado con una causa psicológica más profunda, como el miedo al compromiso. Según explica, existe un patrón de comportamiento entre muchos españoles que evitan tener vínculos emocionales profundos: el Síndrome de Simón.

En qué consiste el 'síndrome de Simón'

El síndrome de Simón es un concepto que se manifiesta principalmente en hombres que buscan evitar el compromiso emocional.

Según Rojas, es un fenómeno cada vez más frecuente en el varón adulto a partir de los 30 años y, que además, está definido por una serie de características que nos ayudan a identificarlo.

'Simón' no es un nombre al azar, sino un acrónimo que describe las características principales del síndrome: Soltero, Inmaduro afectivamente, Materialista, Obsesionado con el trabajo y Narcisista.

Estas cinco dimensiones no solo describen comportamientos visibles, sino que apuntan a una problemática más profunda que, según Rojas, tiene que ver con el miedo al compromiso.

La primera prueba de que quienes sufren el síndrome de Simón es la S, de soltero. Este rasgo no se refiere simplemente a un estado civil, sino a una elección prolongada en el tiempo, muchas veces inconsciente, de evitar vínculos duraderos o profundos.

El hombre no solo permanece soltero porque no haya tenido oportunidad de encontrar pareja, sino porque, cuando las ha tenido, ha terminado saboteándolas o alejándose de ellas.

Este aislamiento afectivo no es necesariamente evidente: puede tener relaciones, incluso largas, pero evita cualquier tipo de compromiso a largo plazo.

Esta evitación es lo que Enrique Rojas identifica como una forma de miedo: un pánico al compromiso, que se disfraza de libertad, de deseo de independencia o de un perfeccionismo que nunca encuentra "a la persona adecuada".

El segundo componente del síndrome es la inmadurez afectiva, que aparece como una dificultad para manejar las emociones propias y ajenas con madurez, empatía y profundidad.

Se expresa en una especie de adolescencia prolongada en la que el hombre evita conflictos, no se responsabiliza emocionalmente y evita los desafíos de una relación adulta.

Enrique Rojas ha subrayado que esta inmadurez es el resultado de una educación sentimental pobre, de una falta de autoconocimiento o incluso de una vida interior superficial.

Esta carencia emocional impide establecer vínculos sanos, lo que termina retroalimentando la soledad y el aislamiento que, supuestamente, ansían.

Como tercer rasgo encontramos el materialismo. Esto no solo se limita al deseo de tener cosas, sino que refleja una visión del mundo centrada en lo superficial, lo inmediato y lo cuantificable. Los hombres se definen por lo que poseen y por su éxito profesional.

En este sentido, tiende a valorar más los logros externos que el crecimiento interior, y esa búsqueda de estatus y confort muchas veces reemplaza las necesidades más profundas. Rojas advierte que este enfoque materialista genera una insatisfacción crónica, porque nunca se alcanza una plenitud real.

Como penúltimo rasgo, Enrique Rojas nombra la obsesión por el trabajo. Las personas que lo sufren no ven su oficio como un medio para ganarse la vida, sino una especie de refugio psicológico. Es un espacio en el que se siente competente, valorado, donde puede ejercer control.

Esta sobreinversión laboral le permite evitar los terrenos donde se siente más inseguro: la intimidad, la vulnerabilidad, la entrega emocional.

Como señala Enrique Rojas, el trabajo puede ser una excusa muy eficaz para esquivar el amor, porque siempre hay una justificación razonable: "no tengo tiempo", "ahora no es el momento" o "primero quiero consolidar mi carrera".

El narcisismo, última letra del acrónimo, se manifiesta en una autopercepción centrada en uno mismo, en la necesidad constante de reconocimiento y validación externa.

No se trata necesariamente de una persona arrogante o egocéntrica, sino de alguien cuya autoestima depende en exceso de la imagen que proyecta.

Este tipo de narcisismo puede ser sutil, disfrazado de autoexigencia o perfeccionismo, pero en el fondo impide una entrega auténtica al otro. Para Enrique Rojas, este rasgo es clave para entender el síndrome, porque el amor exige salir de uno mismo, mirar al otro, renunciar a ciertas comodidades personales en favor de una construcción compartida. El narcisista, sin embargo, teme esa renuncia porque cree que perderá su identidad o su libertad si se compromete.

Cómo tratar el síndrome de Simón

Una vez que a un hombre se le ha diagnosticado el síndrome de Simón, la manera más eficaz de tratarlo es promoviendo el desarrollo de la inteligencia emocional y sus propias habilidades, para así tratar de lograr que se conviertan en personas más equilibradas y completas.

En todo caso, cuando alguien aún no ha acudido a un profesional que le haya podido hacer un diagnóstico, pero posee todas las características asociadas a esta patología, lo más indicado es que se recurra a los servicios de un psicólogo. A través de la terapia psicológica se puede ayudar a esos hombres a que dejen de lado los sentimientos de inseguridad, así como la dependencia afectiva y el miedo al compromiso.

Asimismo, también puede resultar de gran ayuda para que sean capaces de identificar y poder hacer frente a los sentimientos de depresión y ansiedad, además de ayudarles a crear relaciones estables y sanas.

Tradicionalmente, se ha hablado del síndrome de Simón para referirse a hombres con las características mencionadas, pero desde un punto de vista social, muchos especialistas aseguran que sirve para definir tanto a hombres como a mujeres. Sin embargo, son estas últimas las que se ven más afectadas.

Según Enrique Rojas, los hombres que padecen el síndrome de Simón no están preparados para el amor y "sufren el pánico al compromiso", lo que dificulta todo tipo de relaciones y afecta a quienes realmente sí están interesados en esa conexión.