Lo vemos continuamente, a diario: la sociedad, e incluso nosotros mismos, está obsesionado con ser reconocido inmediatamente. Gratificación inmediata, sonrisas constantes y el "todo bien" de las redes sociales, nos rodea, hasta el punto de haberlo adaptado al estilo de vida actual.
José Luis Marín, reconocido psiquiatra, lanza una advertencia que nos hace reflexionar ante el mundo al que pertenecemos: "La felicidad no es estar contento todo el rato. Es como el serrín en la fábrica de muebles: aparece como consecuencia de hacer bien las cosas".
Según Marín, vivimos en una "happycracia", una cultura que nos obliga a mostrar alegría, a disimular el dolor y a aparentar que todo está perfecto, aunque por dentro nos estemos rompiendo. Pero ¿qué pasa cuando confundimos la euforia del momento con la auténtica felicidad? ¿Por qué cada vez más personas se sienten vacías a pesar de llevar una vida “aparentemente” feliz?
Marín no duda en criticar el modelo social que promueve la obligación de estar siempre bien. Según él, vivimos en una cultura donde mostrar vulnerabilidad es visto como debilidad, y eso ha provocado una epidemia silenciosa de personas que no saben cómo gestionar su malestar.
"La sociedad y la cultura actual han facilitado la confusión entre estar permanentemente contento y ser feliz. Y eso nos ha hecho mucho daño", asegura. La presión constante por parecer felices genera ansiedad, frustración y, paradójicamente, más infelicidad. Nos obliga a reprimir emociones naturales como la tristeza, el miedo o el dolor, y nos convierte en expertos en fingir, pero principiantes en sentir.
Confundir felicidad con estar contento
Durante su entrevista en el podcast de Nude Project, José Luis Marín, presidente del Foro Internacional para la Formación en Psicoterapia, incidió en el gran error de nuestra generación: "Hay mucha gente que confunde la felicidad con estar contento". Y no, no es lo mismo.
Estar contento es una emoción puntual, pasajera. Viene y va. Puede durar minutos, horas o días. Es ese subidón al recibir un mensaje, una buena noticia, un logro.
Pero la felicidad, explica el psiquiatra, es un estado más profundo, más estable, más duradero, que no depende del contexto inmediato, sino del sentido de vida que cada uno construye.
"Tú puedes ser una persona feliz y estar triste en este momento. Y puedes estar contento, pero sentirte vacío por dentro", explica Marín.
La felicidad no se busca
La metáfora que utiliza el doctor Marín no pasa desapercibida: "La felicidad es como el serrín en la fábrica de muebles. Tú haces los muebles y aparece el serrín. Y resulta que el serrín también lo puedes vender".
La felicidad no es algo que se persigue directamente. Es un subproducto, una consecuencia natural de vivir con coherencia, con propósito, con autenticidad. "Haces las cosas bien, construyes, te implicas, y como resultado, aparece la felicidad", afirma el experto.
No se trata de coleccionar momentos felices, sino de darle sentido a lo que hacemos, incluso cuando el día es gris. Por eso, Marín insiste en que hay que dejar de buscar la felicidad como si fuera un destino y empezar a crearla en el proceso diario es fundamental para el bienestar real.
Estar triste también es parte de ser feliz
"Puedes ser feliz y, por momentos, estar muy triste", declara el psiquiatra. Y es ahí donde desmonta uno de los grandes mitos modernos: que la tristeza y la felicidad son opuestas.
Para Marín, la verdadera felicidad incluye momentos de dolor, de incertidumbre, de pérdida. Pero eso no invalida nuestro bienestar profundo. Al contrario: nos permite entender que ser feliz no es vivir sin problemas, sino saber vivir con ellos sin perder el rumbo.
"La felicidad es la ausencia de ruido", sentencia Marín. Para experimentar un bienestar real y duradero, necesitamos aprender a callar el ruido mental: la comparación constante, la autoexigencia extrema, el miedo a decepcionar, la necesidad de validación externa.
Vivimos tan conectados hacia fuera, tan pendientes de lo que piensan los demás, que hemos perdido la capacidad de escucharnos por dentro. La felicidad real no se compra, no se finge, no se busca en likes o en éxitos rápidos. Se construye en la autenticidad, en el compromiso con uno mismo y con los demás.