En 2018, el diccionario de Oxford eligió "tóxico" como la palabra del año. El concepto, que existía desde hace siglos y se aplicaba en diversos escenarios, se ha popularizado de forma masiva en los últimos años, con el fin de describir situaciones, personas o cosas que son perjudiciales o dañinas.
Desde entonces, la palabra pasó de utilizarse únicamente para referirse a sustancias nocivas y comenzó a estar presente en redes sociales, libros, series, películas, canciones hasta charlas de autoayuda con el fin de concienciar y, sobre todo, saber identificar una serie de comportamientos. Especialmente, en las relaciones afectivas.
A pesar de esta concienciación, la toxicidad sigue normalizándose hoy día en todo tipo de relaciones, tanto, que hay quienes la soportan durante años creyendo que es algo necesario. Sin embargo, cada vez más expertos advierten de esta tendencia, y, según Silvia Congost, psicóloga especializada en dependencia emocional, "no se puede amar de forma sana si uno está sufriendo constantemente dentro de una relación".
El amor tóxico y el sufrimiento en las relaciones
Según un metaanálisis de 83 estudios, alrededor del 3% de la población ha estado involucrado en una relación tóxica. En jóvenes, el porcentaje es incluso mayor, un 10%. En los casos más graves, este tipo unión es la antesala para los malos tratos, por lo que conviene ponerle freno cuanto antes. El problema, como apuntan los psicólogos, es que reconocer las señales resulta complicado.
Los expertos llegan a relacionar este sufrimiento con la droga, debido a la adicción emocional que puede llegar a generarse. Sin embargo, "el sufrimiento no es parte inevitable del amor", apunta Congost, si bien todos los vínculos humanos pueden atravesar dificultades, una relación afectiva no debe estar regida por un malestar constante.
Según la psicología, una relación tóxica es aquella en la que una o ambas personas experimentan sufrimiento constante debido a la interacción que tienen. Ese sufrimiento puede manifestarse en forma de ansiedad, tristeza crónica, baja autoestima, aislamiento, o incluso síntomas físicos. En este tipo de relaciones, la persona sufre debido al tipo de vínculo que crea con su pareja, a la que normalmente se aferra a pesar de que no reme en la misma dirección.
Al contrario de lo que normalmente se piensa, una persona tóxica no implica que la persona sea mala, ya que, según explica Congost en su libro de 'Si duele, no es amor' "puede suceder que la relación sea tóxica para uno de los miembros de la pareja y también puede suceder que el tóxico sea uno de los dos".