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La tecnología ha sido la principal fuerza de cambio en nuestra sociedad en las últimas décadas. Desde la invención de la televisión, hasta el auge de Internet y la llegada de las redes sociales, el conocimiento científico que llegó para evolucionar el mundo ha influido —e influye— de manera significativa no solo en cómo nos comunicamos, trabajamos y nos relacionamos, sino en nuestro estilo de vida. 

Aunque lo haga de forma inconsciente, la tecnología reconfigura continuamente la manera en que desempeñamos las actividades físicas e intelectuales. Nos levantamos con el móvil, nos vamos a la cama con la televisión y pronto se dialogará más con ayuda de las redes sociales que en cualquier bar. Según los expertos como Manuel Sans Segarra, médico cirujano, lejos de ser la evolución que se prometió, esto afecta a nuestro cerebro.

"Lo peor que puede hacer un ser humano es sentarse a ver la televisión y tragar lo que sea", explica Sans Segarra. Al igual que hacer ejercicio físico es bueno para nuestro cuerpo, el entrenamiento cerebral nos ayuda a mantener nuestra memoria y mente sana, contribuyendo a un mejor funcionamiento. Según indica el experto, es fundamental hacerla funcionar y desarrollar sus funciones, y para ello hay tres pilares: la alimentación, el deporte y las relaciones sociales.

La neuroplasticidad y la neurogénesis

Manuel Sans Segarra, médico cirujano, ha tratado la importancia de trabajar la memoria en el pódcast Tengo un Plan. El experto ha explicado que para mantener el cerebro en óptimas condiciones a lo largo del tiempo, es esencial adoptar una serie de hábitos que favorezcan el desarrollo de nuevas conexiones neuronales y la regeneración celular.

En este contexto, la neuroplasticidad y la neurogénesis juegan un papel crucial, ya que son los procesos que permiten al cerebro adaptarse, fortalecerse y compensar la pérdida de neuronas que ocurre con el paso del tiempo.

La neuroplasticidad se refiere a la capacidad del cerebro para modificar sus estructuras y funciones en respuesta a nuevas experiencias, el aprendizaje o incluso el daño neuronal. Este mecanismo es la base del desarrollo intelectual, ya que cada vez que adquirimos conocimientos o realizamos actividades que suponen un reto mental, el cerebro establece nuevas conexiones entre sus neuronas.

Por otro lado, la neurogénesis es el proceso mediante el cual se generan nuevas neuronas, especialmente en el hipocampo, una región clave para la memoria y el aprendizaje. Este fenómeno fue durante mucho tiempo desconocido, pero hoy se sabe que es posible estimularlo mediante ciertos hábitos que promuevan la salud cerebral.

Para fomentar tanto la neuroplasticidad como la neurogénesis, el experto enfatiza en tres aspectos fundamentales que deben integrarse en el estilo de vida: una alimentación equilibrada, la práctica constante de ejercicio físico y el fortalecimiento de las relaciones sociales.

La alimentación

El cerebro es un órgano que consume una cantidad considerable de energía, aproximadamente el 20% del total que utiliza el organismo en reposo. Esto significa que su correcto funcionamiento depende directamente de los nutrientes que ingerimos a través de la alimentación. Una dieta equilibrada, tanto en términos de calidad como de cantidad, es crucial para mantener el cerebro activo y favorecer la creación de nuevas conexiones neuronales.

En este sentido, ciertos nutrientes desempeñan un papel especialmente relevante. Los ácidos grasos Omega-3, presentes en pescados como el salmón, las sardinas y el atún, así como en las nueces y las semillas de chía, son importantes para la estructura de las membranas celulares y favorecen la comunicación entre neuronas. Asimismo, los antioxidantes, que se encuentran en frutas como los arándanos, las fresas y las uvas, ayudan a combatir el estrés oxidativo, uno de los factores que contribuyen al deterioro cerebral.

Las vitaminas del grupo B, presentes en alimentos como los cereales integrales, las legumbres y los huevos, también son esenciales para mantener la salud del sistema nervioso. Estos nutrientes participan en la producción de neurotransmisores, que son los mensajeros químicos que permiten la comunicación entre las neuronas. Además, minerales como el magnesio, el zinc y el hierro tienen un impacto directo en la memoria, la concentración y la estabilidad emocional.