Marga Clark
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Hay libros que nacen solos. Se originan en la casi olvidada semilla de la memoria. Surgen del fondo de la entraña, de improviso, como una llamada urgente, como un dardo sin destino. Y este es uno de ellos.

Mi hijo, el escritor, pintor y cineasta, Steve Clark, me escribió desde Nueva York un viernes de mayo de 2023, un texto que me llevaba al Manhattan de los años ochenta donde yo vivía entonces con mis dos hijos, recién divorciada.

El texto comenzaba así: “Me senté en tu cama mientras te vestías para salir. Ibas de un armario a otro, probándote un pañuelo, una corbata estrecha, una camiseta de leopardo con ojos de pedrería, unos pantalones de cuero. Me preguntaste si me gustaba más la bota o el tacón alto. Yo tendría siete, ocho años; sabía lo qué te quedaba mejor y te lo decía. Escuchabas a tu hijo, tu confidente. Luego un beso y te marchabas al Studio 54 o al Xenon”.

Yo le respondí ese mismo día. Y así iniciamos una correspondencia de cartas literarias todos los viernes, entre Madrid y Nueva York, cargadas de anécdotas, vivencias y reflexiones sobre el arte, la poesía, la creación y la muerte.

Un amor entre una madre y su hijo que se va transformando en pura sintonía y profunda amistad, y traspasa la barreras generacionales que impone la sociedad.

A través de estas cartas compartimos juegos, amistades, secretos. Las vicisitudes de la saga familiar, nuestros encuentros y divertidas anécdotas con celebridades como Warhol, Dustin Hoffman, Paul Newman, Steve McQueen, entre otros, y la tensión psicológica de un pasado inusual y vibrante, bañan las páginas de este libro hondamente confesional.

Escribir estas cartas, en íntima unión con mi hijo, ha sido para mí casi una terapia. Me ha colmado de felicidad. Y espero que vosotros, lectoras y lectores, lo disfrutéis leyéndolo, porque como madres o hijos os podréis ver reflejados.

A veces Steve y yo hemos colaborado juntos en el mundo que tenemos en común de la poesía. Yo le traduje al español su libro de poesía Desde las cenizas, y él me hizo la versión en inglés de mi último poemario: Atisbos. Terminaré con el texto final del libro y un poema:

“He podido sentir tu luz en mis momentos de penumbra y me has valorado como a un ser separado de ti. Supiste romper el cordón umbilical, no sólo para liberarte a ti mismo, sino para dotarme a mí con una identidad propia, alejada de otros vínculos de sangre. Y eso, Steve, es el regalo más preciado que me has podido hacer. Por eso podemos crear, escribir y trabajar juntos; no como madre e hijo, sino como dos entidades en mutua sintonía que se admiran, se respetan y se rinden homenaje”.

Desmayada en el poema está mi infancia

la niña que fui, que soy, que seré

la lluvia ha borrado las imágenes

Soy sólo unas gotas que refrescan el vacío