Milena González
Publicada

Soy psicóloga, psicoterapeuta y escritora especializada en crianza respetuosa. Y, sobre todo, soy madre de tres hijos, mi experiencia más transformadora.

Desde hace más de diez años acompaño a familias en sus desafíos emocionales y relacionales, y comparto contenido sobre salud mental infantil en redes sociales.

Allí hemos formado una comunidad comprometida con los buenos tratos hacia la infancia. En ese espacio soy más conocida como @unamamapsicologa_Escribí 'No hay niños difíciles' con las manos llenas de teoría y la cabeza llena de preguntas, muchas dejadas por las familias y mis hijos.

La idea nació en la interacción con padres en consulta y formaciones. Llegaban con las mismas dudas, frustraciones… y también los mismos mitos. Pero también nació en casa, en medio de rabietas reales: las que interrumpen el café, sacuden los nervios y te enfrentan contigo misma.

Quería escribir un libro útil, claro. Pero no desde la distancia académica, sino desde la experiencia compartida como madre y profesional cercana. En la introducción lo cuento tal como fue: creí que había encontrado 'la fórmula' con mi primera hija. Todo "marchaba sobre ruedas".

Sentí que lo tenía todo controlado. Hasta que llegó la segunda. Y luego el tercero, que me recordó algo fundamental en la crianza: No hay una sola forma de hacerlo bien. No existen tallas únicas. Cada niño es distinto, y eso cambia toda la ecuación.

Ya lo había visto en consulta, pero vivirlo mientras crías hace que todo cobre un significado mucho más profundo y transformador. Entonces conocí la teoría de los nueve rasgos del temperamento y decidí profundizar.

Fue la pieza clave que necesitaba para comprender más. Comprender a mis hijos, a los niños que acompaño… y también a mí misma. Cómo percibo, entiendo y me relaciono con el mundo.

El temperamento no es un invento moderno. Es un rasgo biológico, observable desde el nacimiento, aunque poco explorado en libros de desarrollo infantil.

¿Por qué un niño estalla ante un "no" y otro se queda en silencio? ¿Por qué uno necesita espacio y otro, contacto? ¿Por qué lo que funciona con uno no sirve con el otro? Porque no hay una sola "talla emocional" para todos los niños.

Y sin embargo, desde ese desconocimiento, seguimos etiquetándolos como: "difícil", "terco", "mandona", "llorón". Etiquetas que no explican, solo reducen.

Lo que muchas veces llamamos "niños difíciles" son, en realidad, niños no comprendidos. Niños que expresan con su conducta lo que no pueden decir. Ahí empieza el problema. Porque si solo vemos el berrinche, si solo escuchamos el grito, nos perdemos lo más importante: el mensaje debajo.

Este libro no pretende eliminar rabietas (spoiler: no se puede, ni se debe). Su propósito es otro: ayudarte a entenderlas. Y a entenderte. Porque no podemos acompañar bien lo que no aprendemos a mirar con compasión, incluso cuando se trata de nosotros mismos.

Una de las frases que más repito, y que sostengo con fuerza, es esta: si quieres que tu hijo aprenda a tolerar la frustración, primero aprende a tolerarla tú.

Lo sé: no es fácil. Porque cuando un niño estalla en enfado, no solo se activa su emoción, también se activa la nuestra. Nuestra historia. Nuestra urgencia por "pararlo", por "controlarlo". Por eso este libro no es un recetario. Es un mapa.

Un camino para leer mejor lo que ves y sentirte menos sola (o solo) en ese viaje que es criar. En él encontrarás herramientas, sí. Pero no mágicas. No de talla única. Herramientas pensadas para ajustarse a tu hijo y también a ti.

Incluso para que puedas ajustarlas a tu propia realidad y dinámica familiar. Nada cerrado, todo flexible, como debe ser la crianza. Una de las que más agradecen las familias es la técnica de las 3 P: poner un límite, pensar en la necesidad, poner en palabras.

Es decir: sostener, comprender y enseñar. Y lo más importante: hacerlo sin perder el vínculo. Sin castigar lo que el niño aún no puede gestionar. Porque educar no es moldear niños perfectos. Es acompañar humanos en construcción, con respeto por lo que sienten y firmeza en lo que necesitan.

Educar es abrazar al niño que tenemos frente a nosotros y soltar al hijo que habíamos soñado. Ahí comienza la verdadera crianza. Mi mayor deseo al escribir este libro era provocar eso que yo llamo el 'efecto eureka'.

Esa comprensión que disuelve la frustración. Cuando dejas de pensar "¿Qué hago con este niño?" y comienzas a preguntarte: "¿Qué necesita?", entonces todo empieza a cambiar. A veces, eso que llamamos "mal comportamiento" es solo un grito disfrazado de ruido: "Ayúdame. No sé hacerlo de otra forma". 

Y cuando lo vemos así, no desaparece el conflicto, pero cambia la manera de atravesarlo. Cambia la forma de acompañarlo.

Si este libro puede ayudarte a ver con otros ojos, a bajar la exigencia y a subir la conexión, entonces habrá cumplido su propósito. Porque no hay niños difíciles. Lo difícil es mirarlos con los ojos limpios de etiquetas. Y sin embargo, es ahí donde empieza todo.