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El maquillaje se ha consolidado como una herramienta clave para potenciar nuestra imagen. No solo permite disimular imperfecciones y suavizar rasgos que no nos convencen, sino también destacar aquellos que refuerzan nuestra autoestima, experimentar con colores, texturas y acabados y, sobre todo, expresar nuestra personalidad a través del rostro.

Durante años se pensó que dominar estas técnicas era exclusivo de profesionales, pero hoy el acceso a tutoriales, productos y formación ha democratizado el maquillaje. Incluso quienes se definen como poco habilidosos con las brochas pueden lograr muy buenos resultados con algo de práctica.

No obstante, esta facilidad también tiene su lado negativo. La gran variedad de productos y estilos puede llevar a cometer errores que, lejos de favorecer, juegan en contra. Uno de los más habituales, según advierte la maquilladora profesional Bárbara Martos, es el uso incorrecto del lápiz de ojos en la línea de agua.

Un clásico con historia (y letra pequeña)

El lápiz de ojos no es ninguna novedad. Su historia se remonta al Antiguo Egipto (c. 3150 a.C.), donde no solo cumplía una función estética para embellecer la mirada, sino que tenía un propósito protector contra enfermedades y supersticiones. Siglos después, sigue siendo el gran aliado para definir el ojo, superando incluso al eyeliner líquido gracias a su facilidad para ser difuminado y corregido.

Sin embargo, no todas las zonas del ojo reaccionan igual a este producto. Aplicar lápiz negro en la línea de agua puede resultar poco favorecedor, especialmente cuando se busca un efecto rejuvenecedor. Tal y como explica Martos, el tono oscuro absorbe la luz y genera visualmente una reducción del tamaño del ojo, haciendo que se perciba más pequeño y hundido.

Este efecto óptico provoca que la mirada pierda frescura y amplitud, dos características estrechamente relacionadas con un aspecto joven. Los ojos más cerrados o encajonados tienden a transmitir cansancio, incluso aunque el resto del maquillaje esté bien ejecutado.

A este efecto visual hay que sumarle el paso natural del tiempo. Con los años, la mirada pierde luminosidad y aparecen signos de fatiga como líneas de expresión, bolsas o zonas oscuras. Al trazar una línea negra dura en un área tan delicada, acentuamos involuntariamente el cansancio, atrayendo la atención hacia las imperfecciones en lugar de disimularlas.

Los contrastes demasiado marcados endurecen los rasgos. Mientras que un delineado delicado puede aportar definición, el negro en la línea de agua inferior suele generar un aspecto más severo, asociado comúnmente a una imagen más madura.

Algo similar ocurre con el uso de sombras muy oscuras en el párpado, explican las expertas. En lugar de iluminar, tienden a profundizar la mirada, resaltando arrugas y hundiendo visualmente el ojo, lo que produce el efecto contrario al deseado.

Además, con el delineado negro en la línea de agua existe un factor práctico: la durabilidad. Al estar en contacto constante con la humedad natural del ojo, el lápiz tiende a desvanecerse o correrse, acumulándose en los lagrimales o las esquinas externas. Este efecto "borroneado" proyecta una imagen descuidada que tampoco favorece al rejuvenecimiento del rostro.

¿Significa esto que debemos tirar nuestro lápiz negro a la basura? No necesariamente, pero sí debemos cambiar la forma de usarlo. "Hay que tener mucho cuidado y saber bien cómo aplicarlo. Lo ideal es difuminarlo 'un pelín', que sea algo sutil; si no, puede hacer que parezcas más mayor y no nos va a beneficiar", confiesa Martos.

Sin embargo, para quienes buscan un efecto anti-aging inmediato, la recomendación es cambiar radicalmente la paleta de colores para la línea de agua. Sustituir el negro por tonos beige, nude o blanco es el truco definitivo.

Estos colores neutralizan el tono rojizo natural de la zona (provocado por la vascularización) y logran abrir la mirada, aportando luz y un aspecto mucho más despierto y juvenil al instante.

No obstante, si lo que quieres es seguir priorizando el color negro, la clave reside en cambiar su ubicación estratégica: en lugar de aplicarlo en la zona inferior, los expertos sugieren trasladar esa intensidad al párpado superior, trazando una línea muy fina a ras de las pestañas o practicando el conocido tightlining (delineado invisible por la zona interna superior).

De esta manera, conseguimos enmarcar el ojo y dar una sensación de mayor volumen a las pestañas sin provocar el efecto de dureza que nos suma años.