En las últimas temporadas, en clave beauty, se ha apostado por la búsqueda de la naturalidad como gran objetivo, algo que se resume en conceptos como el de clean look o minimalismo. No obstante, al igual que esto ha sucedido, están resurgiendo una serie de tendencias que apuestan por un concepto mucho más extra de la belleza.
En parte, esto se debe a la nostalgia de la generación Z, algo que señalan en la página web de la prestigiosa institución Istituto Marangoni. Algunos ejemplos de ello son la apuesta por las sombras blancas y celestes, la vuelta de las cejas finas o estas dos propuestas: el doble eyeliner y los ahumados potentes.
En concreto, una de las grandes firmas que ha subido a la pasarela el delineado es Armani, una casa que se distingue por su elegancia y atemporalidad, sin perder jamás de vista todas esas trends y siempre con la capacidad de integrarlas en su esencia de forma totalmente orgánica.
Esta nueva representación del clásico cat eye ayuda aún más a conseguir un empuje que alargue la mirada de forma pulida y que además rejuvenece a la misma, consiguiendo un efecto lifting con tan solo la ayuda del maquillaje. Si esto además se complementa con peinados como una coleta tensa, el resultado quedará aún más potenciado.
Por supuesto, esta práctica beauty entraña sus riesgos. Es sencillo que salga mal o que no quede todo lo simétrico que se espera, no solo comparando un ojo con otro, sino el mismo, teniendo en cuenta ese punto doble.
No obstante, en el mercado hay diferentes herramientas que ayudan a mejorar la técnica y siempre se puede optar por emplear incluso celo para acertar de lleno con el diseño.
Para llevar la tendencia un paso más allá, y darle quizás un toque más jovial, se puede jugar con eyeliners de colores o con glitter. En estos casos, se suele optar por trabajar unos labios más relajados, en tonos neutros, para centrar el foco de atención en un solo punto del rostro que sea el que protagonice el look de belleza.
Respecto a los ahumados, tras unos años en los que han triunfado aquellos que se han ejecutado mediante tonos tierra, ocres y anaranjados, vuelven los que remiten a la década de los 2000. Aquí la idea de perfección se pierde un poco y que las sombras queden totalmente integradas no es imprescindible.
De nuevo, el negro se aloja en la mirada con propuestas que se elevan en la cuenca, pero que también se quedan a ras de pestañas, difuminándose solo con los dedos, un detalle que recuerda a la estética de Kate Moss en festivales como Glastonbury o a la de los protagonistas de la primera generación de la serie británica Skins.
La discreción pasa a un segundo plano con estas beauty trends, que se alinean con una estética que choca con el fuerte minimalismo que habita la generación millennial. Esta, sin embargo, cada vez está más invadida por la influencia de los Z, que defienden una nostalgia de aquello que no han vivido y algo de lo que se han intentado deshacer sus predecesores.
