Las ciudadanas de la Unión Europea (UE) han entrado ya en la parte del año que, de forma simbólica, trabajan a precio de nada. El 17 de noviembre marca el Día de la Igualdad Salarial, la fecha a partir de la cual, si se traduce la brecha salarial media en días del calendario, ellas dejan de percibir ingresos por su trabajo respecto a los hombres hasta final de año.
Según los últimos datos de Eurostat en los que se basa esta jornada, las trabajadoras del conjunto de los Veintisiete cobran de media un 12% menos por hora que sus compañeros. En España, esa diferencia se sitúa en el 9,2%, lo que desplaza esa fecha al 29 de noviembre, casi dos semanas más tarde que la media comunitaria, pero aún lejos de la paridad.
En una declaración conjunta, la vicepresidenta ejecutiva de la Comisión Europea, Roxana Mînzatu, y la comisaria de Igualdad, Hadja Lahbib recuerdan que el principio de igual remuneración por un mismo trabajo —o por trabajos de igual valor— está recogido en la legislación europea desde 1957. Pese a ello, la diferencia sigue persistiendo en todos los Estados miembros.
"No hay razón para que hombres y mujeres reciban salarios diferentes por realizar el mismo trabajo", señalan, y apuntan a la aplicación de la Directiva de Transparencia Salarial como una de las herramientas fundamentales para corregir esa desigualdad. A partir de junio de 2026, todos los empleadores de la UE deberán cumplir con ella.
Esta normativa implica, entre otras cuestiones, que las organizaciones deberán adoptar nuevos procedimientos de reporte salarial. Además, las empresas deberán ser totalmente claras respecto a las ofertas de empleo que publiquen y sobre las oportunidades de crecimiento profesional de los trabajadores y las trabajadoras.
La elección del 17 de noviembre refleja un avance lento pero constante hacia el empoderamiento económico de la mujer y su participación activa en un mercado laboral más igualitario. Las cifras lo avalan: en 2024, el Día Europeo de la Igualdad Salarial cayó dos días antes y en 2020 lo hizo en la semana previa a la que lo acoge este año.
España, por debajo de la media
En el plano nacional, esa misma brecha era del 9,2% según Eurostat, situando al país casi cuatro puntos por debajo del promedio comunitario. Traducido al calendario, significa que las trabajadoras cobran lo mismo que los hombres hasta el 28 de noviembre. Desde el 29, el salario que perciben equivale simbólicamente a 'cero' frente al de sus compañeros.
Pese a que, según datos internos de la Comisión, casi nueve de cada 10 europeos coinciden en que estas diferencias son inaceptables, los datos muestran que el fenómeno está presente y de forma muy dispar en la UE. Este país se sitúa en un grupo intermedio: está mejor que la media europea, pero con una distancia clara entre lo que ganan ellos y ellas por hora trabajada.
Extendiendo la mirada a otros países de la región, hay algunos con diferencias residuales, véase el ejemplo de Bélgica (0,7%) —e incluso ligeras ventajas para las mujeres, como Luxemburgo (-0,9%)—, que contrastan significativamente con otros en los que la brecha supera con holgura los 15 puntos, encontrándose Letonia (19%), Austria (18,3%) y República Checa (18%) en el podio.
Estos datos conviven con una creciente preocupación por los retrocesos en las políticas de igualdad en el seno de la UE. Un ejemplo significativo es precisamente el de la república báltica, cuyo Parlamento aprobó recientemente la retirada del Convenio de Estambul, el tratado del Consejo de Europa para combatir la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica.
Una desigualdad estructural
Tal como insisten desde Bruselas, más allá del salario existen múltiples obstáculos para cerrar la brecha, como los relacionados con las responsabilidades del cuidado. "Las mujeres siguen soportando una parte desproporcionada de las tareas domésticas y de cuidado infantil, y a menudo realizan trabajo de cuidados informal en paralelo a sus empleos formales", reza el comunicado.
En este sentido, la Comisión ha instado a los Estados miembros a que inviertan en servicios de cuidados de alta calidad, asequibles y accesibles. Otro de los factores con peso es la propia segregación del mercado laboral, que refleja la concentración femenina en sectores "peor remunerados y a tiempo parcial".
En esta fecha simbólica, Mînzatu y Lahbib también ponen el foco en el impacto que estas disparidades tienen en las pensiones. Las carreras profesionales más cortas, las interrupciones y los salarios menores se acumulan al final de la vida laboral: la brecha de género en ellas alcanza ya el 24,5% en la UE, lo que eleva el riesgo de pobreza entre las mujeres mayores.
