Todavía recuerdo una portada del Diario16: 'Adiós Dictadura, Adiós'. En 1976 vivíamos una España marcada por huelgas y movilizaciones de protesta. No es difícil imaginar la valentía que fue necesaria para organizar la primera jornada nacional sobre la libertad de derechos, después de añospadeciendo un nacionalcatolicismo, especialmente dedicado a convertir a la población femenina en madres y esposas.
Fue el Frente de Liberación de la Mujer (FML) su impulsor. Con el lema: 'Por la Liberación de la Mujer', se reunieron más de 500 asociaciones. Junto a la economista Carmen Mestre, la filósofa Celia Amorós, la doctora Elena Arnedo, con quien fundaría después el grupo Mujer y Socialismo para mantener vivas las demandas de las militantes dentro del partido político.
En esa primera conferencia se exigía que las mujeres fueran tratadas como ciudadanas de pleno derecho: el acceso a los anticonceptivos, una ley del divorcio, la interrupción voluntaria del embarazo y la igualdad como un principio constitucional. De hecho, luchó por ello, desde su cargo de diputada por Madrid, en el primer parlamento democrático, encargado de la elaboración del texto.
Su presencia duró solo dos años, de 1977 hasta 1979, cuando renunció -sí, la proeza en estado puro- como protesta ante su partido, el PSOE, al no garantizar incluir en sus listas a un 15% de candidatas.
Después, sería la primera directora del Instituto de la Mujer, desde su creación en 1983 hasta 1988. La perfecta combinación para iniciar la andadura de un organismo de esta naturaleza: compromiso feminista y conocimiento político.
Luego, hubo premios de consolación, como la Subsecretaría del Ministerio de Asuntos Sociales, hasta volver, años después, de 1985 a 1995, a un espacio de igualdad. Fue el Comité sobre la Eliminación de la Discriminación contra las Mujeres de Naciones Unidas, CEDAW, donde me consta por haber sido un miembro, una de sus brillantes contribuciones.
Es cierto, que nos hubiera gustado disfrutarla mucho más, no solo cuando asistía a todos los actos posibles y había que convencer para sentarse en la primera fila, con un cuerpo menudo que no reflejaba la enorme estatura de su talento político y personal.
