José, un joven transportista de animales vivos de apenas 24 años, se ha convertido en una voz directa y sin filtros dentro del sector. Desde su experiencia entre granjas, barro y largas jornadas, lanzó una afirmación que no pasó desapercibida: todo camionero debería cobrar, como mínimo, 3.000 euros al mes. Su visión combina crudeza, realismo y una defensa abierta del valor del oficio.
“Cualquier camionero tiene que cobrar mínimo 3.000 €”: su visión del sueldo y el esfuerzo real
En una charla en el canal Manu Trucks, José declaró que el salario mínimo digno para cualquier conductor debe estar alrededor de los 3.000 euros, y argumentó que las horas, los riesgos y la exigencia del trabajo no se correspondían con lo que muchos recibían. Explicó que el descanso oficial no siempre equivale a descanso real, ya que pasar nueve horas en la cabina no era comparable con desconectar en casa.
También señaló que en el sector siguen existiendo prácticas fuera de convenio, sueldos poco claros y diferencias enormes entre empresas. Aun así, afirmó que lo que realmente importa para muchos era lo que entraba a la cuenta a final de mes, especialmente para quienes eran jóvenes y aún no pensaban en la jubilación.
Una vida entre granjas, barro y maniobras imposibles
José reveló que trabajar con animales vivos no tenía nada que ver con conducir un camión estándar. Contó que, además de las horas al volante, debía cargar, descargar, lavar la jaula y entrar en granjas con caminos complicados, barro, pendientes y maniobras ajustadas. Describió semanas en las que llegó a visitar hasta 25 granjas, muchas de ellas en condiciones duras o poco cuidadas.
Recordó que los primeros meses fueron los más difíciles: dudas, inseguridad y una responsabilidad enorme, especialmente por el estado de los animales. Confesó que incluso tuvo pesadillas después de algunas maniobras en lugares estrechos o peligrosos, aunque aseguró que la experiencia terminó dándole confianza y habilidad.
Generación joven y un oficio que “tiene que picarte”
José confirmó que muchos jóvenes de su edad no querían subirse a un camión, y que quienes lo hacían, en la mayoría de los casos, provenían de familias camioneras, como él. Explicó que su entorno era “camionero por tradición”: padre, tíos y abuelo. Para quienes no habían crecido en ese ambiente, señaló que resultaba difícil entender jornadas de 15 horas o la dureza de trabajar con ganado.
Aun así, defendió que el oficio tenía algo casi adictivo. Comparó la sensación con “una droga” que solo comprendían quienes disfrutaban conducir y enfrentarse a cada ruta. Dijo que él siempre animaba a otros jóvenes a intentarlo, pero aclaró que tenía que gustarles y no hacerlo solo por dinero.
Futuro, sueños y los límites del oficio
El joven transportista comentó que no se veía trabajando con ganado para siempre. Aseguró que el cuerpo se resentía y que conocía a muchos granjeros lesionados por el esfuerzo físico. Para su futuro, dijo que sueña con ser autónomo y tener su propio camión, además de construir una vida sencilla: su casa, su familia y sus caprichos.
También habló del desgaste emocional del oficio y del tiempo que pasaba pensando durante las noches en la cabina, algo que, según dijo, hace a muchos camioneros reflexionar más de la cuenta sobre lo que realmente importa.
