Angelica Rimini
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"Todas las mañanas Giorgio se levanta, se pone delante de la habitación donde dormía Carlo y luego va al bar a esperarlo", cuenta una señora en una entrevista con la Rai televisión italiana.

Desde la muerte de su propietario, hace alrededor de un mes, cada día hacia las 7:30 de la mañana, el perro sale de casa, cruza la plaza y se planta delante del bar que frecuentaba con él.

Giorgio es un perro mestizo de pequeño tamaño, de unos 12 años, que fue adoptado de la perrera de Mirandola por un hombre mayor que lo tuvo con él durante más de una década.

El nuevo Hachikō italiano

Cerca de Ferrara, en el norte de Italia, Giorgio ha sido apodado como el nuevo Hachikō italiano, el famoso perro japonés que durante años esperó al regreso de su dueño en la estación de Shibuya, incluso después de su muerte.

Como Hachikō, Giorgio se ha convertido en un símbolo de fidelidad y del vínculo emocional intensísimo que puede unir a un perro con su humano, manteniendo las mismas costumbres incluso cuando la persona ya no está.

El mismo camino

La comunidad de Scortichino notó el comportamiento de Giorgio ya al día siguiente de la desaparición de su dueño. El peludo no quiere renunciar a sus hábitos y sigue yendo todos los días al bar justo como lo hacía con su amigo humano.

"Carlo se sentaba aquí, y Giorgio se ponía a su lado, y ahora hace exactamente lo mismo", cuenta la camarera del bar. "Viene aquí, aunque si hay otras personas, se sienta y recibe mimos".

Se coloca bajo la misma mesa, junto a la silla que ahora queda vacía, permanece allí tranquilo esperando un rato y luego se marcha, repitiendo el mismo ritual día tras día.

El perro del pueblo

Los vecinos de Scortichino, al verlo, se han encariñado con el perro, lo acarician cuando llega al bar y muchos lo consideran ya "el perro del pueblo". Al principio se pensó que era una coincidencia, pero no lo era.

Los perros pueden sufrir mucho estrés y tristeza cuando pierden a su figura de referencia. No comprenden la muerte, pero conservan rutinas, olores y recuerdos muy vivos. Los habitantes de la zona siguen cuidando de Giorgio, acompañándolo todos los días en su ritual, aunque Carlo ya no esté.