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La ansiedad por separación en perros es un problema frecuente que genera un gran sufrimiento en los animales y consecuencias negativas para quienes conviven con ellos.

"Es fundamental entender por qué ocurre, cuáles son sus síntomas, qué errores cometen los tutores y cómo empezar a solucionarlo", afirma Isabel Cárdenas, psicóloga y especialista en conducta canina.

Según explica esta educadora, los perros que sufren ansiedad por separación no saben quedarse solos. Esto se traduce en llantos, ladridos y destrozos dentro del hogar.

En casos extremos, derivan en conductas más graves como quedarse paralizados, dejar de comer y beber o autolesionarse. El perro vive la experiencia de quedarse solo como una pérdida exagerada, una situación que lo desborda por completo.

Este trastorno no solo afecta al animal, que experimenta un sufrimiento intenso, sino también a los dueños. Son ellos quienes tienen que lidiar con los daños, los ruidos y el dolor emocional de ver sufrir a su compañero.

Los errores más comunes

Uno de los principales factores que perpetúan el problema es la forma en que los humanos manejan la separación. Cárdenas explica que la pena de dejar al perro solo suele jugar en contra de su bienestar.

Muchos dueños, por sentirse culpables, intentan evitar cualquier momento de soledad para el perro. Lo llevan a todas partes, lo dejan con otra persona o incluso organizan vacaciones con él para no apartarse.

Aunque esta actitud parece amorosa, en realidad refuerza un apego insano. "La pena no está en el lugar correcto. Lo que debería entristecerte es que tu perro no tenga la capacidad de estar solo y bien".

Mantenerlo en compañía constante lo hace altamente dependiente y más vulnerable a sufrir cuando inevitablemente llegue un momento de separación. Otro error habitual es interpretar los destrozos o ladridos como venganza.

Esto, afirma con rotundidad la entrenadora, es una visión humana que nada tiene que ver con la conducta canina. El perro no se comporta mal para castigar, sino porque no sabe gestionar la angustia.

En lugar de venganza, lo que se da es "una explosión de emociones". Y esta se manifiesta en formas descontroladas: romper objetos, orinar dentro de casa, intentar escapar o incluso dañarse a sí mismo.

La raíz del problema

La ansiedad por separación no surge sola. El motivo de fondo es que al perro nunca se le enseñó a quedarse solo. Reforzar su dependencia con conductas cotidianas, como dejarlo dormir siempre con el dueño o celebrar que lo siga todo el tiempo, es peligroso.

De esa forma, se consolida una relación desequilibrada que se interpreta erróneamente como amor. Sin embargo, se trata de un signo de dependencia emocional poco sana.

La educadora recalca que no es natural que un perro viva más de 10 años "pegado 24 horas" a alguien.

Lo que de verdad garantiza su bienestar es fomentar una independencia equilibrada. De este modo, el perro puede disfrutar de la compañía, pero también estar tranquilo cuando está solo.

El paso más importante

Lejos de ser un problema imposible, la ansiedad por separación se puede trabajar con paciencia y técnicas adecuadas.

El paso más significativo es cambiar la mirada del tutor. "Hay que dejar de tener pena por separarse del perro y sentir, en cambio, la responsabilidad de enseñarle una autonomía emocional sana".

El proceso requiere consistencia y, en casos severos, la intervención de un profesional del comportamiento canino. Esto es fundamental cuando aparecen signos de gravedad como autolesiones, molestias a vecinos o ataques de pánico.

"Siempre los perros van a aprender", dice la experta. La velocidad de avance puede variar, pero en cualquier caso es posible ayudar al animal a superar la ansiedad y alcanzar la tranquilidad necesaria para tener una vida sana y equilibrada.

La clave está en promover una relación basada en el equilibrio. "Lo maravilloso es que tu perro esté bien cuando está contigo. Lo que nunca será bueno es que necesite estar contigo para poder estar bien".

Con paciencia, asesoría profesional si es necesario y un cambio de mentalidad, los tutores pueden transformar la angustia de sus compañeros en confianza y seguridad. El resultado no solo será un perro más feliz, sino también un vínculo más sano y estable con su familia humana.