Una tarde cualquiera, mientras avanzaba con su monopatín por la carretera de Málaga, Evan, una joven alemana, se detuvo de golpe. A un costado, entre la hierba marchita y el polvo del camino, algo se movía.
Eran gatitos, diminutos y abandonados. La sorpresa la atravesó primero, después llegó la angustia. "No, no, no... ¿Qué está pasando? Oh, Dios mío, no puedo dejarlos aquí", murmuró casi sin aliento en un vídeo de YouTube.
Miraba alrededor como si esperara encontrar a la madre o a otros animales escondidos. Pero nada. La carretera vacía. Ningún otro ruido. El abandono estaba claro.
El impulso de quedarse
No había solo uno. Había más. La joven se inclinó, los llamó, miró entre los arbustos. "Voy a buscarlos", se dijo a sí misma, convencida de que no podía dejar a ninguno atrás.
En su mente apareció una idea imposible, pero sincera: llevarlos con ella hasta Alemania, aunque no supiera cómo hacerlo. "Ay, quiero llorar mucho", soltó sin contener la emoción.
Los recogió y continuó el recorrido con ellos en brazos. Decidió conducirlos hasta una veterinaria. El trayecto fue un esfuerzo constante: tres kilómetros cargando la improvisada misión en medio de su desconcierto.
"Nadie me quiso ayudar. Me dijeron que lo dejara tirados. Estoy dolida con la humanidad". Encontró una caja de cartón tirada y la usó como contenedor para traer a los pequeños felinos recién nacido.
La primera noche
En el hotel donde se alojaba tuvo que entrar a escondidas con sus nuevos compañeros. Con pocos recursos, improvisó su alimentación. Compró leche en polvo y los escondió debajo de las sábanas.
"Los bebés se han dormido", susurró con ternura mientras los observaba mover las patitas diminutas. A esa edad necesitan mucho calor para estar bien.
Así que Eva los cubrió con una manta, acercándoselos al cuerpo para que estuvieran bien y pudieran descansar tranquilos. Durante la noche, los vigiló como si fueran suyos.
A la mañana siguiente, respiró aliviada: "Están vivos los tres, comieron toda la noche, durmieron, hicieron pipí". Pero la calma duró poco. Eva necesitaba encontrar ayuda.
La búsqueda de un refugio seguía abierta. Pero todas las protectoras estaban cerradas y el tiempo jugaba en contra.
La ayuda inesperada
La respuesta llegó un día después. Una asociación llamada Help Animals Carchuna la contactó. Había, por fin, una posibilidad de que los cachorros viajaran hacia un destino seguro.
Sin embargo, la lluvia lo complicó todo. Con su monopatín eléctrico no podía subir al autobús y los conductores no querían hacer excepciones.
Cansada y con una pequeña herida tras una caída, Evan optó por el taxi. Sostenía a los animales cada vez más impacientes por el movimiento. Y cuando el coche llegó, los puso dentro una caja y viajó con ellos rumbo al refugio.
La despedida
Frente a la sede de Help Animals Carchuna, la joven entregó finalmente a los gatitos. El momento de dejarlos fue duro, pero la confianza en quienes los recibirían suavizó la despedida.
"Están en buenas manos. Me quedo más tranquila". Las chicas del refugio prometieron cuidar de ellos hasta que no encontraran una adopción segura.
Se hizo un silencio breve tras separarse de ellos. Luego volvió a montar en su monopatín eléctrico y siguió camino hacia Calaonda, rumbo a Málaga.
Esta vez llevaba el corazón más ligero. Había empezado el viaje encontrando abandono al borde del camino y lo terminaba con la certeza de haber regalado a esos animales una segunda oportunidad.
