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En el imaginario popular existe la idea de que un perro bien socializado debería poder relacionarse sin problemas con cualquier otro can. Sin embargo, tal y como explica explica la doctora y antrozoóloga Paula Calvo en uno de sus vídeos, esa expectativa está lejos de la realidad.

"¿Te has preguntado por qué tu perro conecta enseguida con algunos perros y, en cambio, con otros no quiere saber nada?", lanza Calvo al inicio de la grabación.

Y enseguida añade que, aunque muchas personas tienden a pensar que esa actitud responde a una carencia en el proceso de socialización, en realidad no tiene nada que ver. Según la profesional, los perros, al igual que los humanos, tienen preferencias sociales.

La especialista insiste en que no todos los perros resultan agradables entre sí y que este hecho responde a múltiples factores.

Algunas veces, explica, un perro puede sentirse incómodo por la forma en que otro se acerca, por la intensidad de su energía, por la diferencia de edad o tamaño o incluso debido a experiencias pasadas que dejaron huella.

En sus palabras: "Hay perros que invaden su espacio, que no respetan sus señales, que van demasiado rápido… y eso puede hacer que tu perro diga 'con este no, gracias'".

Lejos de representar un "problema de carácter", como se suele interpretar, estas conductas muestran que los canes poseen un criterio propio y ejercen su derecho a elegir con quién relacionarse.

Para ilustrar este fenómeno, Calvo recurre a un ejemplo cotidiano que conecta rápidamente con el público: "Tu perro no tiene por qué llevarse bien con todos, igual que tú no te haces amiga de cualquiera que te saluda en la calle".

La comparación pone de relieve que las interacciones caninas no deberían juzgarse desde parámetros de obediencia o corrección, sino desde la comprensión de que los perros también establecen afinidades, rechazos y límites.

Más allá de reconocer estas preferencias, la antrozoóloga recalca el papel que juegan los tutores en estas situaciones. La clave, dice, está en aprender a leer las señales de incomodidad, proteger al perro cuando lo necesite y permitirle interactuar únicamente en los momentos en que se sienta seguro.

"No se trata de tener un perro perfectamente sociable, sino de tener un perro que se sienta seguro para ser el mismo, que pueda decir sí, pero también no", añade.

Este enfoque implica abandonar la idea de que un perro equilibrado es aquel que disfruta de todas las interacciones y sustituirla por una visión más respetuosa: la de un animal que tiene derecho a elegir sus vínculos y a marcar límites.

El planteamiento de Calvo se enmarca dentro de la antrozoología, disciplina que estudia la relación entre humanos y otros animales desde perspectivas científicas, sociales y emocionales.

Su labor divulgativa busca precisamente acercar estos conocimientos a las familias convivientes con perros, para que aprendan a comprenderlos más allá de la obediencia y la corrección conductual.

En este sentido, la doctora recuerda que un perro no necesita que lo empujen a relacionarse, sino que se le dé el margen para decidir.

La Dra. Paula Calvo junto a su gato.

Tal como lo resume en el post publicado: "Él tiene su propio criterio, sus experiencias, sus ritmos. Y también tiene derecho a decir ‘con este no me siento a gusto".

Al fin y al cabo, lo que propone Paula Calvo es sencillo pero revolucionario: aceptar que no todos los perros le caen bien a nuestro perro, y que eso está bien.

Forzarlos a interactuar, insiste, no solo genera incomodidad, sino que también puede socavar la confianza y la seguridad que necesitan para sentirse libres de ser ellos mismos.